Oswaldo Ramos, teatrista y activista social
Por Oscar Acosta
Oswaldo Ramos es Licenciado en Artes,
diseñador, docente, titiritero, actor y animador cultural. Pero el quehacer que
mejor lo define es el de militante por la transformación social, fe y pasión
que es el motor de todas sus labores como creador estético y maestro. Nacido y
formado en Caracas, se trasplantó en Naguanagua (Carabobo), donde ahora lidera
un proyecto cultural ejemplar en la intensa movida comunal venezolana. Con él
conversamos para conocer su experiencia, como también los entresijos del arte y
el trabajo cultural para propiciar el protagonismo comunitario.
¿Cómo y cuándo
comenzó su labor artística?
Mis inicios fueron en el Liceo Luis
Ezpelosín , en Caracas, durante las luchas estudiantiles de 1975-76. Con actos
culturales y también lanzando piedras, buscábamos una educación más justa,
científica y de acceso para todos. Allí me incorporé al teatro gracias a un
joven apodado “El Monje", combinando danza, actuación y humor. Descubrí
mis raíces afros y aprendí a bailar tambor. Pronto entendimos que actividades
culturales tales como funciones de títeres, pintar murales o parodias teatrales,
tenían más impacto que los panfletos o mítines para transmitir mensajes
políticos.
¿Cómo
evolucionó su trabajo político-cultural?
Primero me uní a los CLER (Comité de
Luchas de Estudiantes Revolucionarios), luego al MRT (Movimiento Revolucionario
de los Trabajadores). Entendíamos la cultura como un contrapeso a los medios de
manipulación masiva. Organizábamos eventos en todo tipo de espacios,
presentando audiovisuales con diapositivas y grabadoras, grupos de danza,
teatro en los liceos y barrios. Incluso cargábamos un pesadísimo proyector de
16mm para mostrar el cine de Chaplin o de dibujos animados en las comunidades, al
margen del cine comercial.
¿Por qué
decide entrar en la universidad?
En los 80, siendo padre ya de dos
hijos, entré a la UCV por ser accesible, además de que muchos amigos estudiaban
allí. Quise mejorar las actividades que tenía años realizando, profundizando en
los conocimientos, la historia y los conceptos estéticos. Quería estudiar la plástica
y el muralismo: pero me apliqué en la animación cultural que es un área de
trabajo más amplia. Enseñanzas de profesores como Gloria Martín concordaban
bastante con mi visión del arte. Poco después, me integré al teatro de calle como
titiritero con el grupo caraqueño La Casa del Arcoíris y, para mi sorpresa,
aprendí a montar zancos. En ese grupo pude trabajar como actor en espacios
abiertos desde el teatro panfleto hasta farsas francesas y pasos del Siglo de
Oro español; viajamos por todo el país mostrando nuestro trabajo ante un público
que no conocía el teatro. Otros maestros como Alberto Ravara, fueron claves
para mis prácticas escénicas.
¿En qué
consiste su labor actual en Carabobo?
Dirijo el proyecto de Formación de Animadores
Socioculturales (A.S.C.) en la Comuna 5 Raíces de Bárbula (Naguanagua).
Buscamos articular consejos comunales y formar a jóvenes en diversos tópicos
como el análisis sociopolítico, la escritura colectiva, la danza, el teatro, la
música, los zancos y la artesanía. El proyecto, que fue votado en segundo lugar
en la Consulta Popular Nacional, actualmente es financiado por la Alcaldía de
Naguanagua. El que la comunidad haya
seleccionado en una votación el financiamiento es un logro especial, pues tuvimos que
competir con otras propuestas que siempre son vistas como más necesarias. La
oferta de talleres para el desarrollo artístico fue más importante para la
comunidad que el arreglo de las cloacas, las escaleras, la vialidad…. El gran objetivo es contrarrestar la hegemonía
de los valores neoliberales, ese contenido tóxico que, como una plasta, embrutece
a la gente para poder ejercer su control. Queremos vincular la cultura a la
dignidad del barrio y la lucha de clases, como diría Gloria Martín: desde una
"Morfología Relacional". Considero humildemente que el teatro que he
hecho en las comunidades con actores y actrices de un taller montaje en una
comunidad o como el realizado por
profesionales o amantes de la actividad escénica al público de los barrios,
caseríos, en lugares urbanos o rurales donde por lo general no hay actividad
escénica, es urgente y necesario. Estamos cual David enfrentando un monstruo de
mil cabezas, que requiere de cada uno de nosotros un gran empeño.; para crear,
hacer reír y a veces llorar, desde la inteligencia. El teatro actual no puede
ser complaciente a los gobernantes, sean estos supuestos afines al proceso
bolivariano o no, se autodenominen de izquierda o sean de derecha, debemos
acusar las negligencias, la corrupción, el narcisismo. Hay que señalar y
criticar a los funcionarios que en ocasiones se burlan de la gente y les
importa un bledo, lo que tienen que hacer o a quién, a quiénes, deben
corresponder con su labor. La acción cultural debe inundar las comunas.
¿Qué desafíos
enfrentó en este proyecto?
¡Muchos! Durante la campaña para la
elección de los proyectos, algunos criticaban que se invirtieran finanzas (10.000
dólares) en el arte y la cultura, en lugar del cemento o las cloacas de otros
proyectos. Hubo intentos de boicot por contradicciones internas en la comuna,
más algunos funcionarios equivocados que desinformaban a la población. Aun así, reclutamos a 14 entusiastas
animadores entre jóvenes, cultores y vecinos. Dividimos la comuna en tres
corredores culturales para hacer un inventario de las necesidades en el área
cultural; también realizamos tres tomas, invitando a colegas artistas de otros
lares. Cerramos la campaña con una obra teatral bastante exigente sobre José
Leonardo Chirino, con la participación de 20 actores y música en vivo.
¿Cómo concibe la labor cultural en la comuna?
A través de la construcción de un nuevo saber, de la preservación e intercambio de los valores identitarios que constituyen la memoria histórica y tradicional de los pueblos, de la magia escénica, la fantasía, la creatividad, debemos enfrentar las concepciones que impone el pensamiento hegemónico actual. Debemos ir más allá de ver y oír el teléfono móvil como medio de conocimiento y entretenimiento. Algunos científicos hablan de un retorno a la inexistencia del género humano, de que esto llega al 2050, si acaso. Plantean una visión distópica del futuro. Sea como sea lo que venga, no podemos decirle a un joven de 15 a 18 años, que le queda muy poco tiempo. Yo como soñador y utopista convicto y confeso, apuesto por reaccionar a ese pesimismo. Hay que enfrentar la agenda que nos lleva a la destrucción y derrotar a quienes la llevan adelante. Cuando hablo de acción cultural me refiero a todo tipo de actividades y programas que apunten hacia ese norte: títeres, pintas, carteles, creatividad, conversatorios y organización. Y por supuesto, movilización de todo tipo, desde la política hasta la estética.
¿Cómo ve actualmente
el panorama cultural en Carabobo?
Se avanza, como lo demuestra el
ejemplo anterior, pero hay cosas que preocupan. En busca de votos, se hacen
eventos espectaculares de gran gasto que solo son "fiesta" (como dice
Serrat): al amanecer, "vuelve el pobre a su pobreza". Una revolución,
en última instancia, debe ganar las conciencias. Los votos hacen falta, pero si no hay
conciencia, son votos que como llegaron igual se van. Tradiciones como las burriquitas
o las fiestas de San Juan son de gran vigencia patrimonial, pero sin
vinculación con la construcción del poder popular, terminan vaciándose de
contenido, separándose de las bases locales que las promueven, sirviendo al
poder hegemónico para finalmente desaparecer. Urge debatir el “para qué, cómo y
dónde” del quehacer cultural. La cultura debe ser un camino de transformación,
no folclore vacío ni simple diversión evasiva.
Venezuela enfrenta una situación de peligrosa injerencia y agresión que pone en peligro la soberanía nacional. ¿Cómo define usted ante esa problemática la labor del trabajador cultural?
Aun cuando la web, los medios informativos y el celular nos pregonan con un pajero loco una enorme cantidad de información que supuestamente nos conecta con la realidad, hay muchísimos jóvenes y de adultos que no tienen idea de lo que ha venido sucediendo en Palestina, por ejemplo. Tampoco saben que a Venezuela le faltan sólo tres minerales de la tabla periódica de Mendeléyev y que esa es la razón fundamental del interés de Europa y Estados Unidos por meterle mano al país. Les importa un pito el sistema político, les interesa son las riquezas del subsuelo. Hablarle de esto a la gente, y a los jóvenes en especial, es imprescindible, pero también sumamente complicado, tanto como invitarlos a una charla del cuidado con el sexo, la prevención de enfermedades venéreas y el embarazo precoz. El trabajador cultural debe esforzarse y romperse el coco para crear las condiciones de debate para que la gente hable y piense más allá de las pestañas postizas, del gimnasio, de las uñas plásticas y del pelito pintado las chicas, así como la curda de fin de semana y el sacarse las cejas los jóvenes. Hasta las maneras de identificarse y ser genuinos se convierten en modelos que ves en las revistas de moda… No digo lo anterior con intención discriminatoria sino porque estamos inmersos en una sociedad narcisista y ególatra, que idiotiza al máximo, fomentando el individualismo y el hedonismo frívolo, donde el yoismo, lo que se nos vende como placentero y la apariencia visual privan sobre todo lo demás; prevalece la cultura de lo inmediato, lo instantáneo, sin que importe el resto de la humanidad… El sistema ha decretado que esas banalidades y no el individuo mismo, decidan que autores y que música deben gustar; lo mismo vale en el caso del amor y el romanticismo, de las relaciones de amistad. Eso significa el fin de la poesía, el lenguaje metafórico y el arte en general. El genocidio de Palestina, la agresión a Venezuela, la banalización de la existencia, tienen la misma causa: el consumismo mercantil que nos impone el capitalismo, sea por la inducción de valores contrarios al humanismo o el lanzamiento de misiles genocidas. Contra eso debemos enfrentarnos en la acción cultural. Así la defensa de la soberanía ante la agresión externa, tiene varios frentes que debemos cubrir.
¿A través de cuáles medios se propone la lucha en esos frentes?
Es urgente propiciar la solidaridad. El teatro es un arma para enfrentar a la matrix. Hay que reivindicar la canción, la poesía, el mural, la palabra que concientiza, el volante, la franela estampada y los encuentros de naturaleza cultural. Tal vez podamos, multiplicando y enredando por millones las pequeñas experiencias, contrarrestar la hemorragia tóxico informativa y el endiosamiento tecnológico de Silicon Valley y su maquinaria militar-digital esclavizadora. La defensa de la soberanía comienza en las conciencias y la sensibilidad que se fortalece colectivamente. En eso estoy, en eso estamos.
Nota: Una versión reducida de esta entrevista fue publicada en el
semanario cultural Todasadentro, n.º 1148, 11 de julio de 2025.
Fotos: José Sarría
Caballero me quito el sombrero esa experiencia es la punta de lanza con que el movimiento teatral ha de ganar espacio abriendo en medio de las comunas una veta formidable para los poderes creadores de los pueblos. Debemos desear que sea todo un éxito la experiencia que a todas luces fortalece tanto a la comuna como al arte escénico. Fuerza y luz 💥
ResponderEliminarExcelente. Mis respetos. Saludos. Antonieta López
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