Reseña Literaria
Zumbío
El teatro poético de Pablo
Macías
por Carlos Rojas
Especial para Miradas al Escenario
Portada del libro Zumbío de Pablo Macías Partida © (2025)
El mes de noviembre me ha traído para leer Zumbío, del dramaturgo español Pablo Macías Partida, pertenece a esa rara estirpe de textos que vibran desde la primera línea. Una voz infantil nos arrastra hacia un territorio donde el silencio pesa más que cualquier palabra.
La historia es sencilla y devastadora: una niña presencia cómo hombres armados irrumpen en su casa y se llevan a sus padres. Nada más. Pero, en esa aparente simplicidad se abre un universo de vacíos, voces y miedos persistentes. A través de un lenguaje poético y fragmentario, el autor convierte una escena de violencia cotidiana en una profunda reflexión sobre la pérdida y la memoria.
En Zumbío no hay nombres ni fechas. El hogar podría estar en España, en Venezuela o en cualquier rincón donde la violencia haya tocado la puerta de lo íntimo. La niña no tiene rostro, y por eso los contiene todos: los de quienes vieron la brutalidad sin comprenderla, los de quienes crecieron con un zumbido constante en el pecho.
Macías Partida consigue algo infrecuente: transformar el trauma en belleza. Su teatro no busca el llanto fácil ni el panfleto político; indaga en lo humano. Su escritura es una partitura emocional que se lee como un lamento o como una herida que nunca cierra del todo.
Desde la escritura, Zumbío se imagina en penumbra: una voz, una luz, un cuerpo que tiembla. No necesita más. La dramaturgia se sostiene en la palabra contenida y en la respiración del silencio. La violencia no se muestra: se insinúa. El dolor no se exhibe: se filtra. Y esa contención hace que el lector respire con la garganta apretada.
El "zumbío" -ese rumor interior que da título a la obra- se vuelve metáfora del recuerdo que no cesa, del miedo que vibra en el cuerpo cuando todo parece en calma. Es, en última instancia, el pulso de la conciencia.
Como venezolano que vivo en Colombia, reconozco en este texto el latido de nuestra América herida: hogares fracturados, ausencias convertidas en costumbre, infancias que aprenden a callar para sobrevivir. Zumbío no sólo denuncia: repara, nombra y resiste.
Como cierre diré, Pablo Macías Partida nos recuerda
que el teatro no es sólo un lugar para mirar, sino un espacio para escuchar lo
que la historia ha querido ocultar, silenciar y callar. Y ese zumbido, que
persiste después de cerrar el libro, no es sólo ruido: es vida que se niega a
desaparecer.
CR(@miPuntoCritico)
Carlos Rojas / Crítico Teatral (Venezuela).
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