BACA: “El teatro es un espacio de resistencia”
Bartolomé Cavallo, también conocido como BACA, es un creador multifacético con una importante trayectoria en el arte aragüeño.
Por Oscar Acosta
Nacido en 1957 en las Colonias Agrícolas de Durute, estado Yaracuy, de BACA es poco lo que sabemos, aparte de su trayectoria artística y docente. Su padre, Ángelo Cavallo, fue un inmigrante italiano que llegó a Venezuela en 1948, y su madre, Adela Hernández, una mujer de origen humilde nacida en Nirgua.
Este
dramaturgo inicialmente pensó en estudiar química en el Pedagógico de Maracay,
pero, por error, un día cruzó la puerta de una casa vieja donde hacían “cosas
extrañas”: la Escuela de Arte Dramático del estado Aragua. Decidió ser
teatrista en ese lugar, limpiando
los baños y el tanque; regando las matas; recogiendo la utilería y el vestuario
empleado en las clases. A los dos meses, el
director de este centro, el dramaturgo Ramón Lameda, lo terminó de atrapar para
la escena confiándole las llaves de la institución. Desde entonces, se dedicó intensamente al
teatro, participando en numerosos montajes, actuando y dirigiendo. Al egresar
del curso regular de la Escuela, el mismo Lameda lo integró al grupo La Misere,
en el cual permaneció por 20 años.
Ha
abordado casi todos los géneros literarios. Como ejemplo de su producción
tenemos en Teatro: Animalisios, El Arado
de Ceres, El Armario, El Coronel no tiene quien le escriba (versión de la
novela de García Márquez para dos actores), Familia
Paria. Actualmente desarrolla un proyecto para escribir 20 obras en 20 años
(2014-2034) En poesía: Gente de Tierra
Firme (Premio Internacional de Poesía Escritores de Argentina 2019, Inflamado de Espera, Una palabra tuya bastará para joderme. Cuento: ha escrito más de un centenar de
cuentos, algunos de ellos premiados. En Novela: La
Madama, Los fantasmas de la Casa.
Reconoce
la influencia de figuras como Antonin Artaud y los poetas malditos franceses,
lo que se refleja en un estilo teatral agresivo y experimental. Ejerce como
docente, habiéndose graduado en Educación (UNERG), obteniendo además varias
maestrías y diplomados. Conozcamos más de
este dramaturgo o, mejor, “todero” del teatro que no cesa en sus labores.
Mi
proceso creativo comienza con cuentos que luego transformo en obras teatrales.
Es un camino que ha ido evolucionando con el tiempo, como un esqueleto al que
le voy añadiendo carne. Nunca creo que una obra está terminada; siempre la
reviso y la modifico. Mis temas suelen ser fuertes, con un lenguaje candente y
personajes que se desdoblan en diferentes roles. Me interesa el teatro íntimo, en
el que los intérpretes interactúan con el público; me gusta trabajar con el movimiento
corporal, utilizando golpes, carreras y bailes...
¿Cuál
es la obra de su producción que considera más lograda y por qué?
Una de
mis obras más logradas es Animalisios,
un drama sobre cuatro hermanos que no conocen a sus padres y juegan a
representarlos. Esta pieza, pensada para la explosión actoral, está llena de
códigos de hambre, marginalidad y destemplanzas. Los temas que elijo suelen
estar relacionados con las vivencias de la gente más excluida, inspirados en mi
propia experiencia y las realidades que
observo alrededor.
¿Cuál
ha sido el mayor desafío en tu trayectoria? ¿Qué recomendación le daría a quien
desea dedicarse al arte?
El
mayor desafío ha sido mantenerme en el teatro durante cincuenta años,
especialmente cuando tuve que equilibrar mi vida familiar con la pasión por el
arte. Mi recomendación para quienes quieren dedicarse al arte es que se
mantengan firmes, haciendo cualquier cosa relacionada con el escenario, desde
barrer hasta actuar o dirigir. Es importante encontrar una manera de ganarse la
vida sin abandonar el arte; claro que si pueden vivir de él, mejor.
¿Cuál
es la valoración que hace del teatro actual al compararlo con el que practicó en
sus inicios?
Antes,
el teatro era más comprometido. Ensayábamos hasta bien entrada la noche y nos
entregábamos por completo a los proyectos. Hoy día, noto menos ese compromiso, a
la vez que hay más oportunidades y recursos. Sin embargo, como siempre, el
teatro sigue siendo un espacio de resistencia, con un gran potencial para
seguir creciendo.
En
la esfera artística, ¿cuál es su objetivo actual?
Mi
objetivo actual es seguir escribiendo y contribuir al teatro venezolano. Quiero
ser una referencia dramatúrgica en el estado Aragua y compartir mis obras con
quien quiera leerlas o montarlas. No busco recompensas económicas, pero deseo que
se reconozca mi trabajo y se me dé el crédito que merezco.
Cómo
escritor, ¿cuál ha sido su experiencia fuera del drama?
También
he incursionado en la poesía y el cuento. Durante la pandemia, terminé un
poemario premiado por la Asociación Argentina de Escritores y Narradores. También
gané un concurso de cuentos en La Victoria y fui finalista del concurso
Santiago Anzola para estudiantes universitarios. La narrativa es otra forma de
expresión que permite explorar temas similares a los que abordo en el teatro,
pero con un enfoque más personal.
En tiempos recientes, se ha dedicado a
ejercer la crítica teatral. ¿Qué función o utilidad que le otorga en el
ejercicio de la labor dramática?
El
crítico teatral debe partir de que su labor no sirve para nada; el público no
se retira del teatro si lee que un espectáculo es malo; tampoco ocurre que los
directores modifican sus propuestas porque el crítico escribe que partes o todo
tiene defectos. En este sentido, la crítica es más un ejercicio de autoayuda; se
trata de mirar con otros ojos, que no son propiamente los del director. Yo
particularmente no he visto una nueva función teatral redireccionada con base
en una crítica.
En
este sentido, observo que los directores se camuflan con el argumento de que el
crítico escribe por rabia, antipatía o ego. Pero tenemos que distinguir entre
crítica y relaciones públicas; la segunda está dada por la complacencia, por
exaltar el montaje, por mediar entre el montaje y la taquilla; mientras que la
crítica debe estar sustentada en el análisis, en la decodificación del sistema
simbólico, de los signos lingüísticos, visuales y sonoros; de la actuación, de
la coreografía actoral y en fin, del mensaje semiótico del montaje. ¿Lo que se
propuso el director es lo que salió ante el público? No se nos olvide que, en
última instancia, es el público quien determina si le gusta o no un
espectáculo. Bueno mencionar que la película Zyzzyx Road está considerada como la de menor recaudación en la
historia del cine, con apenas 30 dólares el día de su estreno; solo la vieron
seis personas a cinco dólares cada una; el fracaso no fue precisamente por los
comentarios de la crítica.
A esto
hay que agregar que también hay varias posturas en este quehacer: la del
crítico que tiene en mente su puesta en escena particular y quien todo lo ve
mal. El crítico que hace su propio espectáculo, plantea lo que él haría y no lo
que el director hizo. Es frecuente aquí que el crítico plantee, por ejemplo,
que tal escena debió hacerse al fondo del escenario y no en el proscenio como
efectivamente se dio; que el traje de la actriz debió ser menos ceñido o que la
música tendría que ser más moderna. Por otro lado, está el crítico que todo lo
ve mal sin justificar un ápice, no da oportunidad para el diálogo; si es que lo
hubiera, porque, según él, los
directores no están en el plano moral para replicarle un comentario. Leen y
deben callar.
Hay
que mencionar también a un personaje extrañísimo: el que no vio la obra, pero
la crítica.
También
tenemos un tercer grupo de críticos que se rebanan el cerebro para dar
lecciones de historia, de morfología del lenguaje, de los ejes sintagmáticos,
de signos parateatrales y olvidan por completo la obra en cuestión. Son eruditos
teatrales, aunque no hayan actuado nunca, ni hayan montado un pequeño trabajo
escolar. Son los que provienen, generalmente, de otras áreas como el
periodismo, la literatura o profesores del pedagógico –sin desmedro de estas
profesiones-; son los que escriben de época antigua, de mitología griega, de
movimientos históricos como realismo, el naturalismo o el expresionismo. Son
los “profesores” de los montajes, pero no hablan de los elementos constitutivos
de la obra: la temática, las actuaciones, las imágenes, el dispositivo escénico,
la resolución, entre otros.
Dices que la crítica no sirve para nada.
Entonces, ¿por qué la ejerces?
Cuando
planteo que la crítica no sirve para nada es porque los grupos se niegan a
analizar lo que el crítico plantea, no para cambiar la puesta en escena, sino
para discernir en lo interno del montaje lo señalado, si acaso es posible, aunque
sea, una pequeña discusión. En mi experiencia solo he recibido insultos de los
grupos y, sobre todo, del público, a pesar de que muchos de los que responden
no vieron el espectáculo que se comenta.
Yo
hago crítica teatral sin recibir ninguna recompensa salarial, tampoco por
reconocimiento ni vanidad; lo hago para cronicar los acontecimientos
teatrales en el estado Aragua. En mi experiencia, he notado que funciona más
como un registro histórico, como un documento que pudiera en el futuro llevar
un récord de los montajes y de los grupos. No olvidemos que en Aragua casi no
existe la figura de grupo; por lo general es un director que llama a sus amigos
o cercanos y deciden montar una obra de teatro, que casi siempre tiene una sola
representación y luego se olvida. A pesar de esta condición –la poca difusión–,
la crítica teatral puede servir en el futuro para un estudio mucho más profundo
o para el análisis metodológico del movimiento teatral en el estado.
Doy un
ejemplo de la limitada contribución en mi región de un crítico en lo inmediato:
los montajes que se hacen los Jueves Culturales en el Teatro de la Ópera, a través
de la gobernación y esta institución, los últimos jueves de cada mes. Los montajes
son subsidiados permitiéndoles el uso gratuito del espacio, pero casi todos se
realizan ese solo día. Consiguen algo de dinero vendiendo las entradas, pero
hasta allí. Esto significa que por más didáctica que pudiera ser la crítica de
un espectáculo, de casi nada sirve porque ya no habrá la posibilidad de rectificación,
si es que es tomada en cuenta por la agrupación. Por lo general no hay tiempo
para que tenga utilidad práctica estética en el corto plazo.
¿Qué
mensaje le daría a las nuevas generaciones de artistas?
Les
diría que no abandonen el arte, que luchen por sus sueños y que no tengan miedo
de experimentar explorando nuevas formas de expresión. El arte es un camino
difícil, pero también muy gratificante. Siempre debemos tener fe en el poder
transformador del teatro y la literatura.
Nota: Una versión reducida de esta entrevista salió publicada en el semanario cultural Todasadentro, n.º 1131, 1 de marzo,2025.


No hay comentarios:
Publicar un comentario