19.9.25

¿Todos los caminos conducen a Roma?, José Luis Angarita Á.

 ¿Todos los caminos conducen a Roma?

 

José Luis Angarita Á.

Pensar, reflexionar y hasta filosofar acerca del oficio en el que vivimos, nos acerca a algunas certidumbres personales que a veces nos gusta compartir.

Tal vez se trate de la mala costumbre que nos dejó la academia o simplemente sea el deseo de entregar, de alguna forma, lo que creemos saber, para que no se termine sino para que se multiplique, en caso que me lean hasta el final.

Muchas veces he visto por allí en fuentes diversas, opiniones de personas que creen en la inspiración como una suerte de hallazgo, espontáneo y feliz, de una idea que puede convertirse en algo bueno. Dicho en una sola palabra se trata de una serendipia (serendipity, en inglés), que se refiere, palabras más palabras menos, a algo que no estamos esperando y que de repente sucede.

Ese milagro de la creatividad que de ahora en adelante llamaremos inspiración, es rechazado por muchas personas que aducen que esta no existe y que, por el contrario, se trata de trabajar en la construcción coherente y constante de algo que necesitamos hacer, por ejemplo una obra de teatro, dado el contexto de este blog.

Yo pienso en la inspiración como una pequeña ocurrencia, una idea vaga, un chispazo, que posteriormente, con dedicación y trabajo, puede convertirse en algo bueno. Pienso en los periodistas que deben procesar información todos los días. Conocer de un hecho, investigarlo y escribirlo sin esperar a que baje la inspiración. Se me ocurre también, un publicista que debe resolver la realización de mensajes (comerciales para redes, tv o radio, textos de un aviso, conceptos de campaña) en su día a día, sin posibilidad de esperar la “inspiración”.

Por supuesto, en esta reflexión he pensado en ingenieros, abogados, médicos, profesores, escritores, etcétera, que todos los días deben resolver problemas específicos de su área de competencia. Ninguno de estos, ni ninguno de otros profesionales, pueden estar sentados a la espera de la inspiración. Deben dedicarse a resolver de una vez los problemas que van apareciendo en las actividades que desarrollan.

Es posible que los dramaturgos puedan esperar a que les llegue la inspiración esa que definimos en párrafos anteriores, pero... ¿y si no llega cuando la esperamos? ¿No sería mejor sentarnos a escribir aquella vaga idea que se nos ocurrió y en la que nunca trabajamos con seriedad y constancia?

En lo personal yo soy mas de un tipo de profesional que trabaja sin “inspiración”. Prefiero abordar un texto como si estuviera trabajando para alguien: cumplo un horario de 4 ó 6 horas por día; durante ese tiempo escribo, tomo café, escribo, hago una llamada, escribo, investigo alguna palabra sobre la que tengo dudas, camino un poquito para estirar las piernas, escribo o reescribo páginas completas; difícilmente el día me rinde más de cinco cuartillas. Al día siguiente reviso lo que hice la jornada anterior y comienzo otra vez con la misma “rutina” de trabajo hasta terminar.

Pero esto no quiere decir que esa forma de trabajar sea la única ni la mas efectiva. Puede ocurrir que cada cual haya desarrollado una forma de trabajar, un “modus operandi” en el buen sentido, que le permite obtener buenos resultados trabajando una vez llegada la inspiración. Hay quienes me comentan que a veces les llega la inspiración y resuelven su obra de una vez. Es posible que eso ocurra de vez en cuando, lo reconozco.

Sin embargo, me quedo con las opiniones de aquellos que piensan (o pensaron como este caso) que el camino es otro. Cito a Picasso: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”. No menos famoso y también muy citado, Albert Einstein decía que “El genio es 1% de inspiración y un 99% de transpiración”. Por su lado, Jorge Luis Borges, el escritor argentino afirmaba que “La inspiración es una forma de pereza”.

Yo sigo preguntándome si de verdad existe la inspiración, aunque mi opinión sea que se trata de la constancia y dedicación a lo que hacemos cuando creamos, aunque todo eso implique disciplina, pero sobre todo suponga una fe ciega en lo que hacemos.

Desde siempre he escuchado decir que “Todos los caminos conducen a Roma”, entonces me pregunto... ¿será importante el camino por el que viajemos si queremos ir allá? 

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