Un
punto de vista
Sobre la crítica
teatral en Venezuela
y sus ejemplos actuales
por Carlos Rojas
Especial para
Miradas al Escenario
Hubo un tiempo en
Venezuela en que la crítica teatral tenía peso, criterio y era discernida por
el movimiento teatral. Se escribía con ideas claras, con base en mucha lectura
y presencia constante en las funciones, sin que importara incomodar al poder o
a los creadores por igual. Se hablaba con claridad, se analizaba la puesta en
escena, se discutían las dramaturgias y se problematizaban la ética y estética
del teatro nacional.
El Círculo de Críticos
de Teatro de Venezuela, Critven, nació en los años 80, como un espacio donde el
análisis estético se celebraba y donde decir "soy crítico" implicaba
una responsabilidad con el movimiento escénico, no una mera afirmación
autocomplaciente. Critven representaba el ejercicio de la crítica como un
compromiso intelectual y ético para aquel momento.
Ya extinto Critven
desde hacía años, en el 2013, con la intención de darle continuidad fue creada
la Asociación
Venezolana de Crítica Teatral, Avencrit, con el impulso
principal de Carlos Herrera (+),
Bruno Mateo (+) y
Edgar Moreno-Uribe (+),
secundados por otros como Luis Alberto Rosas, Joaquín Lugo y Walter De Andrade.
En sus inicios, la asociación se constituyó como una oportunidad para proyectar voces, formar nuevos críticos, divulgar, debatir y acopiar la memoria escénica venezolana. Sin embargo, tal perspectiva se disolvió con rapidez.
El alejamiento de
Moreno-Uribe, así como el fallecimiento de Herrera y Mateo, dejaron a la
organización sin una orientación constructiva, revelando lo que hoy es evidente:
Avencrit se convirtió en un simulacro que sobrevive sólo en las ocho iniciales
de la sigla y que resucita anualmente con la rebatiña de menciones, premios, placas
y diplomas que entrega anualmente, mientras la crítica real ha desaparecido
como actividad regular de quienes, se asumen como sus miembros.
Hoy, Avencrit opera
como un núcleo de opinión excluyente en el este de Caracas: ignora
conscientemente una gran parte de la actividad teatral que se hace en la
capital -aunque es mejor decir en el país-, mientras se concentra en la escena
que se hace hacia el este de la ciudad. Su actividad central ya no es el
análisis riguroso ni la producción de pensamiento escénico; su única función
identificable es la de reconocer a quienes están dentro de su círculo social y armar
una ceremonia anual con relativa proyección en las redes sociales; no existen
de su parte y de manera consecuente aportes ni reflexiones sobre el acontecer
teatral. Tampoco son tomados en cuenta para sus premios -casi la única razón de
existir de este núcleo- el teatro comunitario, estudiantil, político, de calle
y político.
Con suficiente
capacidad para producir opiniones de contribuyan a la sana polémica, es doblemente
lamentable que sólo se limiten actualmente a simular el ejercicio de la
crítica. Por un lado, pretenden legitimarse
como una voz escénica a tomar en cuenta, ignorando la posibilidad de que nuevas
miradas y opiniones sean escuchadas, a pesar de un taller de "iniciación a
la crítica teatral", impartido por uno de sus miembros el año pasado; por el otro,
con el certamen anual de premios otorgados, no sabemos con base en cuáles
criterios, politizan incorrectamente a un gremio ya bastante dividido,
convirtiendo el ejercicio de la crítica en un mecanismo de exclusión ideológica,
más interesado en consolidar amistades y la cercanía con afines políticos que,
en evaluar, cuestionar o analizar la actividad teatral. En el pasado, cuando
hacían crítica de manera regular fue notable la ausencia casi total en sus
escritos de personas o agrupaciones proclives al gobierno chavista. Ni hablar
del listado anual de los nominados a sus premios.
Premios
Avencrit 2024/ Fuente: Externa.
Los premios que en
tiempos de Critven fueron un compromiso con la honestidad intelectual y amor
por el teatro, se han convertido en un mecanismo de autoprotección y validación
entre iguales. Por cierto, también tendríamos que criticarle a Critven el haber
centrado la atención principalmente en la capital, pero en su descargo parcial,
debemos recordar que eran tiempos preinternet, cuando la información teatral
padecía de unos aislamientos regionales casi infranqueables; las condiciones
actuales son otras.
La esporádica
existencia de Avencrit no es pasajera: llevan años que sólo sabemos de ellos
por la ceremonia premiadora. Los
miembros de la asociación que se asumen y dan declaraciones como tales
perdieron el riesgo, la voz, la seriedad política y la capacidad de incomodar
al poder y, a quienes ejercen como activadores culturales, independientemente
de su posición ideológica. Redujeron la práctica crítica a un formalismo
mediático de nombres nominados; olvidando que criticar no es organizar un
auditorio anual de aplausos, sino cuestionar, dialogar y problematizar.
Los nominados se
prestan a la ceremonia, sea por simple candidez o cortesía, por el orgullo de
ganar un premio venga de quienes venga o por creer que la asociación ejerce
regular y efectivamente la crítica. Nuestra modesta recomendación a los futuros
nominados para aceptar la distinción es que indaguen cuáles, dónde y cuál es la
cantidad de críticas escritas por los convocantes el último año.
Entenderán que no es que se les tomó en cuenta para un premio, sino más bien que con el uso de sus nombres y esfuerzos creativos se está legitimando un evento sin sentido constructivo para el teatro venezolano. Más que ser honrados, están honrando inmerecidamente a un núcleo que pretende ganar indulgencias con escapulario ajeno.
En Venezuela, la
crítica teatral no necesita estar repartiendo diplomas ni inventar rituales de premiación.
Requiere argumentos sólidos, polémicas en positivo, riesgo y memoria, la
capacidad de incomodar al poder cultural y a los trabajadores teatrales sin
temor, y la disposición a abrir el diálogo más allá de las fronteras que
imponen la polarización política, la geografía y las diferencias sociales o
culturales. Mi intención en estos párrafos no es descalificar a nadie, sino
señalar la inactividad de Avencrit en relación con los objetivos trazados en su
fundación. Invito a sus miembros a contribuir positivamente al debate y la
reflexión sobre lo que se hace actualmente en la escena venezolana.
Imagen
cortesía del blog Miradas al Escenario
Frente a este
panorama, la importancia del espacio virtual Miradas al Escenario es clara, esfuerzo colectivo surgido hace
pocos meses, demuestra que la crítica puede democratizarse, descentralizarse y
abrirse a todo el país. Este blog expone voces diversas, fomenta la reflexión
colectiva, pedagógica y práctica, y se ha convertido en un espacio donde la
crítica deja de ser un privilegio practicado por unos pocos y pasa a ser una herramienta
formativa y un espacio que promueve el debate nacional.
Esta novedosa
democratización bloguera de la opinión dramática, no sólo abre espacios a
quienes habían sido ignorados -expresiones indígenas, artistas escénicos
regionales, grupos emergentes y teatralidades subestimadas-, sino que también
recupera la memoria de la crítica venezolana, frenando el que se repitan
errores y se desperdicien aciertos de experiencias anteriores.
Según lo que creo, Miradas al Escenario tiene que recorrer aún un importante camino de superación. Intuyo mucha timidez en algunas de sus notas por criticar o señalar lo que pueden ser faltas en los espectáculos.
Me niego a creer que
el teatro venezolano, en medio de una crisis tan tremenda, sea una muestra de
tantas perfecciones escénicas. En algunas reseñas, es evidente la intención de
publicitar, más que de criticar o analizar.
También, desentonan
con el espacio algunos escritos un tanto pesados, que parecen escritos para la
academia. Aún con estas indefiniciones que se irán resolviendo con el tiempo,
en todo caso y sin duda alguna, hoy día este blog es la mejor opción para
obtener información de amplitud sobre el quehacer teatral venezolano, siendo
una ventana muy seria para la crítica del sector. ¡Por alguna razón, ya supera
las 10 mil visitas!
El teatro
independiente y alternativo (el que más me interesa) que, en Venezuela se hace
con recursos mínimos, en territorios olvidados y con urgencia estética y social,
no necesita permisos ni sectas para ser leído, divulgado y analizado. Necesita
interlocutores honestos, lectores críticos y textos incómodos. La buena crítica
no debe ser un alarde egocentrista ni un capricho para homenajear a los afines,
sino un acto político, un acto de memoria y un acto de amor al teatro.
La conclusión es
clara: no debemos convalidar que la
crítica continúe aparentando ser tal,
tergiversada su denominación por rituales anuales, afectos personales o geografías limitadas. La escena, la memoria y el pensamiento crítico exigen espacios abiertos, inclusivos y sinceros. No trato de censurar con estas palabras, sino de poner
las cosas en su justo lugar.
Carlos Herrera (1957-2016). Foto Cortesía del Archivo
Personal de CEH.
Como lo dijo Herrera, refiriéndose a la crítica teatral en Venezuela:
"Son tiempos de sumar y de seguir
creciendo en, por y para el teatro nacional. Ojalá todo sea más que un sueño y
no mero artificio de intención".
CR (@mipuntocritico)
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