Poder Subterráneo
por Eduardo J. Bravo G.
El matiz político inherente en las piezas El
día que me quieras de José Ignacio Cabrujas, Sagrado y obsceno de Román
Chalbaud y Anselmo y Gata de Javier Moreno.
Luego de
realizar la lectura de las obras El día que me quieras de José Ignacio
Cabrujas (1937-1995), Sagrado y obsceno (1931), de Román Chalbaud y Anselmo
y Gata (2004) de Javier Moreno, se puede indagar profundamente en el matiz
político innato de cada una de las obras mencionadas. Comenzando con la obra
El día que me quieras, estrenada el 26 de enero de 1979 en el Teatro Alberto
de Paz y Mateos, del Nuevo Grupo, con un gran éxito de la crítica nacional,
teniendo aproximadamente más de 200 funciones, lo cual la mantuvo en cartelera
durante un año.
Esta obra
es un extraordinaria bra en torno al viaje de Carlos Gardel a Caracas en 1935,
para una actuación especial ante el dictador Juan Vicente Gómez. Se nota una
extraña relación con la familia Ancízar, a la que conoce accidentalmente y que
provoca, además, una insólita decisión del comunista y enamorado Pío Miranda.
La obra presenta su contexto histórico, que se detalla prácticamente en el
último año de la vida de Juan Vicente Gómez. En ella se presentan siete
personajes. En primer lugar, las mujeres de la familia Ancízar: las hermanas
María Luisa, Elvira y Matilde Ancízar. Después tenemos a los hombres que forman
el cuarteto central de la trama: Plácido Ancízar, hermano de las anteriores; el
novio de María Luisa, Pío Miranda; el cantante de tango Carlos Gardel y su
representante, Le Pera. También hay personajes referenciales, que se muestran
en extraescenas, como un hecho de metonimia, formando un punto importante
dentro de la trama.
Esta obra,
estructurada en dos actos interdependientes, se articula en torno a las
canciones que la conforman. Sin ellas, la obra perdería cohesión y sentido,
pues el título mismo las presenta como elemento fundamental. Las canciones, que
movilizan la trama con un ritmo interno y externo que entrelaza lo amoroso y lo
ideológico, son el hilo conductor de la narrativa. En el primer acto, que
abarca una sola jornada, desde el mediodía hasta la medianoche, se presenta la
canción "Rubias de Nueva York". Esta elección temporal es
significativa, ya que el autor juega con la simultaneidad en un mismo espacio.
El acto se desarrolla en la casa de la familia Ancízar, cerca del mediodía,
momento crucial en el que Pío Miranda visita a su novia, María Luisa. Sin
embargo, la conversación gira en torno a la llegada de Gardel a Caracas, su
presentación en el Teatro Principal y su estadía en el Hotel Majestic, un
acontecimiento que genera gran expectación entre las hermanas Ancízar y las
mujeres de la ciudad. Este acto presenta los planes de futuro de Pío y María
Luisa, incluyendo su posible viaje a Ucrania para trabajar en un koljós de
remolacha, y aborda temas relacionados con la Revolución Soviética y la
posibilidad de una vida matrimonial lejos de Venezuela. La obra desarrolla
estos temas con un enfoque íntimo y reflexivo. En otro contexto histórico de la
existencia humana, junto con el deseo de Pío Miranda de pertenecer al Partido
Comunista Soviético, éste comienza a vivir un contraste. La llegada de Gardel
genera una gran expectación en la ciudad, debido a la perfección del cantante,
a su experiencia vital, a su paso por los mejores escenarios y a su influencia
con gente importante del mundo. Esto es algo que Pío Miranda solo tiene en sus
pensamientos. Todo esto forma parte, en este primer acto, de una referencia, de
un estratagema, con los personajes presentados de forma metonímica: Gardel, Le
Pera, y los líderes de la Revolución Soviética. Se puede denotar en el
siguiente texto de Elvira, cuan llega a almorzar a la casa:
ELVIRA: ¿Vieron las banderas? (Silencio) Dios mío, uno podría morirse viendo
las banderas. Él no. Él va a pasar de largo del puerto al Ferrocarril, del
Ferrocarril al Capitolio, del Capitolio al Panteón y del Panteón al escenario. No hay una flor en toda la ciudad. Te enfermas y
buscas una flor y preguntas dónde hay una flor antes de caer muerta, y te dicen
que no hay. Esta noche el Principal huele a magnolia. Y él viene de negro. ¿Se
enteraron? ¿No es increíble que salte por encima de este asunto panameño y que
en lugar de blanco nos entregue un invierno? Chaleco marfil, por supuesto. Como
sabe. Como es. Ni una gota de sudor en todo el cuerpo. Ni siquiera cuando
acarició las palomas en la plaza de las palomas. Aquella frente limpia y todo
el mundo comentando: no suda, no suda...
Matilde: ¿No sudó?
Elvira: ¡No
sudó!
Prontamente, en el segundo acto, se presentan la cancione “Shimmy Tut-Ankh-Amón”. Ya es medianoche. Carlos Gardel va a presentarse de una manera muy cordial a la casa humilde de los Ancízar. Todo esto lo deja entrever el autor como una velada que ha generado la simpatía de las mujeres ante Carlos Gardel. Es en este segundo acto donde Pío Miranda deja en el ambiente su frustración, sus miedos, angustias y el hecho de no saber con certeza nada del mundo, solo los referentes que le han presentado los libros con sus lecturas. Esto llega a un punto culminante, entre tragos de champán y el entusiasmo de Gardel en la casa, donde el mismo Plácido va a generar esa angustia en el mismo Pío, al hacer que se realice un juego de preguntas, donde, por supuesto, Pío Miranda ya develará su desconocimiento del mundo en el hecho de presenciarlo. Las quimeras que Pío vive en su fantasía y que, de una u otra manera, hace vivir a los demás, comenzando con su novia, la inocencia de Matilde que cree todo lo que ha dicho Pío, y la forma complaciente de Plácido con todo lo que Pío le ha contado del mundo. Pero no así con lo que Elvira ya sabe del hombre que tiene todos los días su visita a las doce del mediodía, para burlar el hambre. Cada punto y juego de palabras va a dejar ver esa Venezuela que vive en el atraso, el sufrimiento de su gente y lo avanzado que ha ido el mundo. El mismo Gardel es un referente del mundo, de lo nuevo, de lo avanzado y de lo que invoca el atraso en estos países de Sudamérica.
Ese mundo
nuevo lo notamos en un diálogo muy importante de Elvira ante todos. Cuando
apunta a su hecho de que ella está colgada del brazo de la historia,
refiriéndose a Gardel, que su memoria tendría que estar atenta para recordar
todo lo que ha vivido, que cómo haría para recordar todo lo vivido, y con mucho
entusiasmo lo dibuja: “A ver... entraste por esa puerta... y yo estaba en la
cocina... Salí... Matilde te entregó la espiga que simboliza la
fertilidad de nuestro suelo... Y
tú besaste la espiga y la devolviste a la tierra donde estará hasta el día de
mi muerte... porque ese día, con tu permiso, quiero llevármela en el cajón del
horizonte... para oler un poquito de esperanza... a olor tuyo...
(Huele a Gardel)”... (p. 56).
Donde
Matilde le pregunta: ¿Y a qué huele? Elvira se maravilla y, como si estuviera
montada en una nube, viviendo la fantasía: “a universo… a Rey Mago… colgada del
brazo de la historia”, (p. 56).
Cada
palabra es un encuentro con ese mundo nuevo, que lo ven reflejado en Carlos
Gardel y Le Pera. Es esa manera que Venezuela debería buscar ante el mundo y no
encontrarse en una “equivocación de la
historia”. Donde el sentir de los personajes, que se presentan en la
familia Ancízar, incluyendo al mismo Pío, presenta esa marginalidad y miedo del
país, de una Venezuela atrasada donde llega un ser que ha recorrido el mundo,
como si el mismo Gardel, para el autor, representara esa esperanza que está a
punto de llegar. Recordemos, en este punto, que el dictador muere ese mismo
año, un 17 de diciembre.
Ahora
bien, el desenlace se presenta de manera abrumadora y abrupta cuando el mismo
Pío Miranda deja colar sus frustraciones ante todos los demás, dentro de una
forma de burla y vergüenza que él comienza a sentir, como si sintiera la
dominación del conocimiento de Gardel y que todo lo que él ha dicho ha sido
mentira y no le ha quedado otra cosa que desnudar su verdad, frustrando el gran
amor que María Luisa ha sentido por él. Lo existencial de Pío Miranda se deja
colar, pero también es lo existencial del propio país que está a punto de
derrumbarse, la llegada de un ocaso, para presentar ante todos el despertar del
alba. Pues las palabras que revela Pío Miranda, donde indica que ya no se
casará con María Luisa, que no tendrán ningún viaje a Ucrania, que el koljós de
remolacha cabe en la calle de Gato Negro, a unas cuantas cuadras de la Pastora.
Que el cultivo de remolacha será en ese espacio.
La pieza
teatral está enmarcada en un tiempo que, paradójicamente, se sitúa un día de
1935 en Caracas, donde se presenta Carlos Gardel; el mismo día que, tras la
muerte de Lenin, se busca un sucesor. Ritos y mitos, ídolos y líderes se
mezclan y confunden en una suerte de danza al ritmo del tango. El día que me
quieras es una alegoría de héroes y cobardes, de líderes y súbditos; una
alegoría que nos envuelve en la duda sobre el absolutismo. El autor estrenó El
día que me quieras hacia el final de una década cuyo paisaje moral estuvo
dominado por una desilusión política.
Los
setenta fueron los años que concluyeron con todos los segundos alientos, todas
las intenciones de corrección del movimiento comunista internacional, todas sus
distensiones tácticas y estratégicas, todas sus exploraciones en las que el
confidente era sustituido por el paredón de fusilamientos, todos sus gestos,
todos sus propósitos y todos sus cultos. De igual forma, Venezuela seguía en
avanzada luego del triunfo de la democracia en 1958. Ya se habían aplacado
todas las guerrillas de izquierda en el país; se estrenaba un nuevo presidente
electo a través del voto popular para 1959. Ciertamente, se tiene conocimiento
de que la obra no ataca el régimen existente en el momento, si bien mezcla la
caída de una ilusión de izquierda que iba en declive en el mundo occidental,
combinando esa singularidad entre la muerte de Lenin y la presentación de
Carlos Gardel, tal como veremos en el siguiente texto de Pío Miranda:
María Luisa: Lloraba.
Pío: Lloraba. Los grandes ojos de Bujarín repletos de lágrimas. Vladimir
Ilich los había dejado aquel 21 de enero de 1924. Y Iosif bajó la cabeza, Iosif
Visarianovich, mejor conocido por Stalin, acero, así se templó el acero, bajó
la cabeza por última vez hasta el sol de hoy y dijo: Camaradas, ¿cómo se llena
un vacío? (p. 2).
María Luisa: ¿Dijo?
Pío: Camaradas, ¿cómo se llena un vacío? (p. 2).
En efecto,
son claras las intenciones del autor: crear esta paradoja con fundamentos
políticos, que impregna la obra desde el inicio del primer acto y la primera
escena. La llegada de Gardel crea una gran expectativa en un público ávido de
un espectáculo de envergadura, mientras que el personaje Pío Miranda tiene sus
pensamientos en los acontecimientos que se van desarrollando en la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas, pensamientos que transmite a su adorada
novia María Luisa, quien lo venera con fervor y está segura de que existe una
tierra y un sistema distintos al que ella vive, así lo reseña el diálogo que
mantienen Pío Miranda y María Luisa al iniciarse la primera escena:
María Luisa: ¿Y Stalin?
Pío: Stalin los reúne a todos en el salón de
conferencias, a mano izquierda, entrando por la puerta principal como quien va
hacia el comedor del terrible. Stalin aguarda y entra Bujarín y entra Zinoviev
y entra Kamenev y Trotsky y los viejos bolcheviques, tensos, impenetrables,
definitivos. Rakovski...
María Luisa: ¿Quién es Rakovski, Pío?
Pío: Rakovski es el comisario de Armenia, el gran oso de
los kuláks. Rakovski tose. Stalin lo mira. Rakovski no tose. Stalin se levanta,
sobrio, medular, profundo. Y hay ese momento de angustia. Y Stalin dice:
Camaradas: Vladimir Ilich, acaba de morir.
María Luisa: Ay.
Pío: ¿Qué...?, dice Kamenev... ¿Qué...? Un qué abrumado, un qué terrible...
¿Qué...? Y la cabeza se mueve...
María Luisa: ¿La cabeza de quién...?
Pío: La cabeza de Kamenev (Y la cabeza de Pío reproduce la perplejidad de Kamenev) ¿Qué...?
¿Qué...?
María Luisa: Ay.
Pío: Y Bujarín se levanta y camina hacia el llamado
ventanal de la zarina en tiempos de opresión. Zinoviev lo mira. Stalin lo mira
y Trotsky pregunta: ¿Qué hace el camarada Bujarín en el llamado ventanal de la
zarina? (p, 1).
Vemos cómo
el personaje de Pío presenta desde el primer momento su posición política y su
apego al sistema comunista. Con mucho orgullo, describe a María Luisa todo lo
referente a la vida koljosiana de la URSS. De algún modo, Pío Miranda, un
charlatán, ve perderse su inocente patraña koljosiana y soviética en la calle
Gato Negro, ni siquiera a manos de Juan Vicente Gómez, el tirano ineludible e
íntegro, sino por obra y gracia de la mera visita de Carlos Gardel. Esta se
pierde entre la ilusión de una familia arruinada como los Ancizar, que
representa para el autor la sociedad del gobierno gomecista. Lo que quizá valió
para la minoría que vivía bajo una férrea y errática dictadura, no entraba en
el campo de la izquierda venezolana, que no alcanzaba a explicar a las masas el
decidido, fervoroso y tumultuoso entusiasmo por una política distinta.
Tal vez, a
esa vida contenida y sin potencial, como la de los insectos atrapados en un
trozo de ámbar, vive Pío Miranda, visionando un sistema que llegará en
cualquier momento y cambiará las cosas y todo el sistema establecido. Así lo
muestra el próximo diálogo con Plácido Ancízar:
Pío: ¿Cómo sabes que será en 1947?
Plácido: No sé. Siempre he pensado que será en 1947.
Pío: Tal vez, antes...
Plácido: ¿Quién sabe si antes?
Pío: Pondremos la bandera en el Capitolio...
Plácido: (Entusiasmado) ¿Con la hoz y
el martillo, verdad Pío?
Pío: Con la hoz y el martillo.
Plácido: ¿Y vendrá Stalin, verdad?
Pío: Vendrá el camarada Stalin, de visita...
Plácido: ¿Cómo Gardel...?
Pío: (Iluminado) Nunca
habrás visto tanta gente en Caracas, como el día de la visita de Stalin. Esa
mañana, nos encontraremos frente al Congreso, y si puedo, si me es dado, te
entregaré el cordel de la bandera roja para que tú mismo la subas. (p. 18).
Justamente,
en este diálogo, podemos ver cómo Pío Miranda desea con ansiedad el día en que
se coloque la bandera que cambiará el sistema. Muy paradójicamente, si
analizamos la historia de Venezuela y vemos que el autor escribió esta obra
aproximadamente en 1973, pero la ubica en el contexto de la dictadura de J. V.
Gómez, aquí el autor se adelanta a los acontecimientos.
Cuando
Plácido le pregunta: “¿Cómo sabes que será en 1947?”, Pío le responde: “¿Quién
sabe si antes?”. Ya para la fecha de 1945 había sucedido en Venezuela una
revolución conocida por todos como “la Revolución del 18 de octubre de 1945”,
la cual dio paso a la llegada de los adecos al poder, quienes para ese entonces
eran de una corriente mayoritariamente comunistas, que después con el pasar del
tiempo, sus procesos ideológicos fueron cambiando su sistema, hasta convertirse
en una democracia social. De esta forma,
observamos cómo se pasea el autor por los cambios ideológicos y por esa
frustración de la izquierda que comenzaba a decaer paulatinamente.
Ahora
bien, la llegada de Gardel aromatiza para siempre la casa y las vidas de los
Ancízar con la sola certidumbre de su existencia y también el cambio paulatino
de Pío Miranda, quien se descubre ante Elvira, desnudando su verdad en el
intenso monólogo que descubre toda su vida, donde le confiesa que no existe
nada y que no hay nada.
Elvira: ¿Quieres dejar a María Luisa?
Pío: No lo sé.
Elvira: ¿Y la carta de Romain Rolland?
Pío: No va a contestar.
Elvira: (Pausa) ¿Cómo sabes?
Pío: (Pausa) No la envié nunca.
(Pausa)
Elvira: Judas.
Pío: Ni siquiera sé dónde vive Romain Rolland. Y aunque lo
supiera... ¿qué puede importarle? (p,
20).
Desde esta
primera entrada en los diálogos con Elvira, Pío Miranda se desnuda ante ella,
revelando quién es, pero lo hace con un sentimiento interno que revela su
existencia humana dentro de la miseria que puede vivir un ser. El hecho de
inventar para subsistir en su tiempo, aunque pueda notarse como un acto
subversivo con una posible posición política, echa mano del engaño para
presentar su ideología, la cual enmarca su forma de ser y existir, aun cuando
ese engaño trastoque los cimientos del amor. Es allí donde el estallido
sentimental lo libera de la controversia entre la mentira y el amor, pero con
un amor que se amarra a la ideología del hecho histórico que se vive en la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Pero en ese primer acto, Pío
Miranda va a presentarle a Elvira su gran engaño, su forma de vida y
frustraciones. El monólogo intenso de Pío Miranda desvela todo su proceso y lo
descubre, ya ante Elvira, pero también ante el espectador, quien ahora espera
cómo se resolverá el conflicto. La misma Elvira, al escuchar semejante
desfachatez, le indica:
Elvira: “Vivimos tan mal, Pío Miranda, con los helechos y los canarios, y el
“Ecce Homo” detrás de la puerta… vivimos tan mal…”
Allí
notamos la tristeza profunda que habita en Pío, agobiado por la existencia
misma y la angustia. Ve que debe inventarse un mundo para existir, dado que
sabe que el mundo real es demasiado grande para él. No obstante, la fantasía lo
hace tener ese mundo en sus manos y hacer posibles sus sueños de traspasar las
fronteras, pero aún así no atraviesa ni siquiera las fronteras de sus miedos
hasta que se presenta junto a Elvira y luego, en el momento final, ante todos.
Esa
certeza cancela el proyecto koljosiano de Pío Miranda, que no ha sido más que
una cobarde postergación, una patética engañifa que cobra la forma de un
proyecto de vida solo desplegable en el ámbito desprendido y noble, y remoto de
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Mientras que Gardel, el
triunfador cosmopolita y jovial, es la donosa realización del que siempre hubo
en él; los Ancízar, el simpático espectador que es Plácido y el retórico Pío
Miranda no han tenido ni siquiera un destino que arrastrar: sueñan que viven,
sonámbulos, bajo una dictadura sorda y muda. Al cabo, Gardel parte tras dejar
sus señas postales, y los Ancízar son de nuevo aventados a esta “equivocación
de la historia”. Pero Miranda se ha salvado al traicionar, de toda forma
filantrópica y futura, al acatar el mandato de ser, a su vez y por primera vez,
el que siempre hubo en él: una herida viviente, aquí y ahora, que lo culmina
con su última intervención, donde se deja descubrir por Gardel y por todos los
presentes en el brindis en la casa de los Ancízar, desplegando toda su
voracidad de inquietud y ocultamiento, de esa equivocación de la historia que
vive en su mundo, y deja colar su verdadera realidad y su verdadera política,
al desnudarse ante su novia, diciéndole que no existe nada, tal como lo deja
ver su último monólogo:
Pío: Está bien, señores... se acabó... vayan a vislumbrar a sus madres... ¡se acabó!
Tengo diez años aquí... con el almuerzo al mediodía... Todo esto empieza...
porque... digamos... veo un perro, así, con los huesos marcados... un costillar
de perro... y me digo: coño... el perro con los huesos... como si la respuesta
fuera mía... Excúsenme... no es verdad... no es mía... No es mi culpa... no me cabe el país... No tengo por qué responder... (Desesperado)
Soy un príncipe... un boyardo sangrante... Excúsenme... no sé... maldito sea...
no sé... no fui yo... me lavo las manos.... (A María Luisa) No hay nada en Ucrania. No sé dónde queda Ucrania. No
hay Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. No hay Kamenev ni Zinoviev...
no sé pronunciarlos. No hay Trotsky... ¡No hay Alliluyeva! ¡No hay Stalin! ¡No hay ventanal de la zarina, ni
Bujarín doliente! ¡No hay Lenin! ¡No hay nada...! (pp, 43, 44).
María Luisa: Pío…
Pío: Preguntale a Elvira, ella sabe, ella es la única que sabe.
En conclusión, José Ignacio Cabrujas nos
muestra, en su mejor obra, El día que me quieras, el disfrute de una comedia
satírica que nos lleva de paseo por la apacible Caracas antigua, con todos sus
signos y costumbres, con su estructura, sus valores, su tiempo y espacio; todo
esto a punto de eclipsarse cuando se hace auténtica la presencia de Carlos
Gardel, el cantante que conjugaba todas las formas deseadas. Esta fusión de
placidez ancestral y revolución sensual, en el tejido que urdió el autor de
esta obra, agregando a ello una extraña sazón: hacer que los personajes hablen
hoy, con un lenguaje de 1935, Cabrujas lo llevó al mejor término. Y desde esta
latitud, caminando… sin olvidar la libertad de su idea, su letra, su acción y,
sobre todo, su política dentro de la obra. A fin de cuentas, de lo simbólico de
la preexistencia personal, negada para mayor desvalorización estética en casi
toda la dramaturgia de izquierda de la América Latina pujante, y el deseo de
espectáculo, y la existencia del icono visual y del teatro para recrear, con lo
cual escaldó Bertolt Brecht a los teatros del mundo.
Un Pio
Miranda que desnuda su verdad y, retirándose de la casa, la abandona como
dejando en el abandono su sueño cuando indica que: “(...) Yo debo
explicarle a un perro el porqué de su costillar… Yo… estoy mal… yo… me voy… y nunca más volveré
a esta casa… No me esperes… ¡No hay nada! ¡No pasa nada! Mentí…” (…)
Mientras María Luisa se sienta y desliza sobre el mueble la bandera con la hoz
y el martillo, que representa el sueño de su vida koljosiana, que de ahora en
adelante vivirá en la calle Gato Negro.
Sin
embargo, se hace énfasis cuando los personajes, especialmente las mujeres,
piden con vehemencia a Gardel que interprete “El día que me quieras”, la cual
canta y luego se marcha, dejando un vacío profundo en la escena con todo lo que
ha desvelado Pío Miranda. En ella se utilizan otras canciones, como “Amores de
estudiantes”, “Cuesta abajo” y “Sus ojos se cerraron”.
La obra
nos lleva a u descanso de reflexión, donde luego nos presenta un final abierto.
Se nota como Maria Luisa despliega la bandera del Partido Comunista sobre el
sofá. Pero también queda allí la maleta con sus cosas, sus libros. La ilusión
se ha culminado en una sola jornada que arranca en el mediodía hasta la
medianoche. No se sabe si Pio Miranda volverá a la casa de los Ancizar, si
habrá matrimonio, dejando el viaje en el limbo al igual que a la revolución.
Queda la bandera como un símbolo que representa una cosa, que no saben en ese
momento que es, dado que la ideología se ha quedado en los libros y pensaientos
de los teóricos leidos por Pio Miranda. Es notorio que todo el hecho referido
sobre el materialismo hitorico descansa en cada palabra de Pio Miranda, donde la fantasia de sus
pensamientos, pretende hacerlos realidad, pero que solo quedan en el deseo. Es
remover su mundo interior, para intentar conseguir un mundo mejor en un futuro.
“El día que me quieras” se deja colar por los sentimientos de una verdad que se
confunde entre amor, ideología y el imaginario de una sociedad pujante.
Por otro
lado, podemos ver un progreso en la fundamentación del matiz político en la
obra Sagrado y obsceno de Román Chalbaud (1931). En ella se realiza una
fusión de creación activa, significativa para esta dramaturgia y un importante
avance en el teatro nacional. Sagrado y obsceno es el primer sainete satírico
venezolano, donde aparece con mucha majestuosidad el humor negro que marcará
las futuras producciones de este autor. Tiene una estructura enmarcada en un
contexto social y político donde se desarrollan los personajes, que viven en el
imaginario del dramaturgo. Chalbaud nos presenta su punto de vista político en
esta obra, pues la enmarca rápidamente dentro del contexto sociopolítico, al
mostrar cómo va desapareciendo la autoridad salvadora, presentándola como la
enemiga. En ese mismo fondo de la obra parece ponerse en movimiento un mundo
que busca cambios ideológicos, demostrando la carencia de un eje o centro fijo,
que surge de la crisis de identidad. Esta obra, representada en el espacio-tiempo
de una Caracas del auge petrolero y la pacificación de los guerrilleros de las
décadas de 1960 y 1970, busca intensamente reflejar los sufrimientos sociales y
la culminación de un sueño que se pierde entre las montañas junto con sus armas
de lucha ideológica. Desde el primer momento en que el autor presenta al
personaje de Pedro, como un exguerrillero del proceso ideológico marxista, la
obra adquiere un tinte marcadamente político sobre la Venezuela de las décadas
de 1960 y 1970. Esa pacificación de los grupos guerrilleros trajo consigo la
consolidación de una democracia más robusta, en crecimiento para la época; sin
embargo, ya comenzaban a verse los grandes males de una democracia que se
presentaba como el desarrollo más eminente de una sociedad en vías de
desarrollo.
El autor
ubica a esa Venezuela pujante en una pensión donde pueden existir todos los
males que aquejan a una sociedad, pues la variedad de personajes así lo
asemeja. Por ejemplo: Edita, una solterona que cose, reza y enseña catecismo, a
la vez que gobierna la pensión. Allí podemos ver cómo este personaje va
desdibujando esa especie de gobierno que rige una democracia que avanza con
tropiezos, y que el autor coloca en manos de una mujer, a la manera del
personaje de la novela Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, pero en tiempos y
espacios distintos. Mientras que Ángela, una adolescente protegida por Edita,
quien la está preparando para su primera comunión y realiza los quehaceres de
la casa, vive su ilusión como cualquier adolescente que sueña con algo más allá
de la vida cotidiana.
El
dramaturgo coloca a este personaje de una manera muy inocente, que se deja
manipular y moldear al antojo de quien lleva su custodia; sin embargo, es
arrastrada por el amor. Ese amor imposible choca con lo establecido en la
sociedad. Ella se enamora del exguerrillero idealista, y, a modo de Romeo y
Julieta, crea una barrera de conflicto que impide que se unan en su amor
eterno. Pero, al final del último acto, “a la manera venezolana”, es robada y
llevada a su morada, a una nueva vida. Ángela es sumamente creyente de la
religión católica, mientras que su amado es un marxista-comunista que no cree
en la existencia de un Dios ordenador de todos los sistemas. Pedro, el joven
comunista que se enamora de Ángela y que viene a buscar unos paquetes que dejó
escondidos el enamorado de Glafira en su cuarto, conoce a Ángela y, desde el
primer momento, queda deslumbrado, creando una fuerte confusión de sentimientos
encontrados entre su ideología y su nuevo amor.
Entre
ellos hace vida en la pensión Juan Sebastián, un loco cuerdo que encuentra la
realidad demasiado fea y solo quiere escuchar la música de su tocayo Bach. Tal
vez esa realidad avizora los desmanes de una sociedad en descomposición, con la
llegada de los hechos de la realidad latente de un mundo más dividido por los
conflictos ideológicos y religiosos. Otro ejemplo muy potente dentro de esta
pieza es el personaje del joven Ignacio, idealista que pierde su empleo al
retirarse del partido del gobierno. De esa forma, se muestra cómo los seres
solo tienen valor cuando están dentro de las filas políticas, pero cuando se
dan cuenta de que aquello no se corresponde con sus ideales, se van y luego son
desechados como piltrafas humanas que no tienen nada que ofrecer al sistema.
Ignacio se coloca en ese paraje ideológico, desde un punto de vista político,
analizando cómo el poder político manipula y maneja a su antojo las necesidades
del hombre. Allí, dentro de esa pensión, cohabita un personaje muy emblemático que
marca la consistencia de una realidad palpable y cruda de las sociedades en
vías de desarrollo: Glafira, una prostituta con buenos sentimientos. Ella es la
principal sostenedora de la pensión con sus pagos quincenales, que realiza sin
falta. Es una manera de ver desde adentro el alma de los seres que allí
coexisten. En una oportunidad, ella le indica a Edita que es el único sostén de
la pensión y que su alma es quizás la más pura de todos, tal como lo podemos
ver en el siguiente texto:
Glafira: ¿A que no lo dices? ¿Ves no te atreves? ¿A que no dices puta?
Puta,
puta. Yo si puedo decirlo.
Edivia: Dios nos proteja.
Ofidia: La virgen se apiade de nosotros.
Glafira: Si tú quieres di “cortesana”, que te puede parecer más elegante y es
más cursi… ¡cursi! ¡Te va muy
Bien!
Editara: ¡Vas a pagar todo esto! ¡Lo vas a pagar!
Glafira: ¿Cómo te pago a ti mis
quincenas? ¡Puntualmente!
Edita: La decencia no se compra.
Glafira: Pero se vende. Tú vendes tu decencia… si es que la tienes ¿Qué te
crees? ¿ Qué eres una señora porque
eres amiga del cura, del general y del dueño de la fábrica? Cuando recibes el
dinero que yo me gano con mis piernas y con mis senos estas cometiendo un acto
de prostitución. Eres tan prostituta como yo. (p, 265).
Vemos cómo
este personaje desenmascara al gobierno reinante de la pensión y a la misma
sociedad que se esconde detrás de supuestos principios, pero que por dentro
están tan marchitos como todos. Esta es una neta postura política del autor,
que critica la democracia y a la Iglesia, poniendo en conflicto a la dueña de
la pensión y a la prostituta que le cancela quincenalmente su pago. Glafira le
recrimina que el hecho de que tenga influencias en el alto gobierno, eso no le
da licencia para humillarla por ser prostituta. Es esa humillación perenne de
este mundo, donde el poderoso siempre intenta humillar al oprimido. Ahora bien,
esta obra está completamente llena de procesos ideológicos y ataques a un
sistema, y de la postura del otro. Desde el primer acto se pueden notar
fácilmente estas actitudes, como lo sugiere el siguiente texto de Glafira,
cuando entra cantando:
Glafira: (Cantando) Conozco a Cuba
primero… y al extranjero después. (p, 199).
Con este
texto el autor señala, la simpatía del personaje con el sistema reinante en
Cuba, seguidamente notamos en el personaje de Gregorio que grita a cuatro
voces:
Gregorio: ¡Que gritaba! ¿Cuba sí,
yanquis no? (p, 207).
La obra
está diseminada, en todo su contexto, entre apologías a un régimen comunista y
ataques al sistema democrático imperante en la actualidad. Esto es lo político
que ve el autor y que, a través de sus personajes, va dibujando para dar su
visión del hecho histórico del momento. La trama teje una especie de conflicto,
acompañado de otros personajes que ayudan a crear la atmósfera del clímax. Por
ejemplo, el Chamito, un niño que hace los mandados en la pensión, lleva a los
personajes a soñar en su inconsciente, llevándolos del imaginario real a la
posibilidad de hacer realidad sus sueños; camina lleno de ilusión e inocencia,
como la inocencia de un país que no se deja morir. Por otra parte, se encuentra
el mandamás de la cuadra, al que todos deben pleitesía. Este personaje
representa la descomposición de una sociedad acomodaticia: el Papa Upa,
cabecilla de un grupo de rateros y mayor oponente del noviazgo de Ángela y
Pedro, pero que al final es vencido por la unión de todos para derrotar a la
maldad. Otros personajes son El Furruco, Araguato y Trampolín, compinches de
fechorías del Papa Upa, que lo apoyan en cada una de las marrullerías que este
diseña. Allí notamos, pues, los personajes oponentes y ayudantes que sirven
para el desarrollo de la trama. De igual forma, Edita tiene sus aliadas, las
amigas beatas Eivia y Ofedia, que coadyuvan a la permanencia de la iglesia en
el pueblo y sus preeminencias entre los desposeídos. Por otro lado, se
encuentra el Padre Lorenzo, que hace las veces de celestina de la trama; es el
personaje que se satiriza en toda la obra. Algo parecido a este personaje es la
similitud con fray Lorenzo de Romeo y Julieta de Shakespeare, que se muestra
como el salvador de la doncella enamorada, así lo afirma el siguiente texto:
Padre: Si estuviéramos en Verona y ese tiempo de hoy fuera otro siglo, fray
Lorenzo te casaba y luego te daba un sobrecito con polvos mágicos. Y tú
perecerías muerta. Pero no… el sobrecito de polvos mágico va a ser una mentira.
(p, 271).
Finalmente, el autor resuelve la escena como
un juicio a la Romeo y Julieta, pero en una versión muy moderna, donde al final
el joven Pedro decide robarse a su enamorada Ángela, sin importarle lo que
digan los demás. Ángela, por su parte, decide dejarlo todo atrás: el rosario y
su recuerdo de la primera comunión, como muestra de su amor hacia el comunista.
Sin embargo, su huida es interrumpida por Papá Upa y su banda, quienes
inicialmente se lo impiden, pero luego son salvados por la prostituta Chamito,
Ignacio (el joven idealista), Juan Sebastián y otros compañeros de Papá Upa que
deciden darle un golpe de Estado. Ángela se enfrenta a Edicta y decide
construir un nuevo mundo con su amado comunista, mientras Edicta y sus
cómplices son apresadas por la policía, quienes allanaron la pensión. La
policía fue notificada por la misma Edicta, y el hallazgo de un paquete
compromete a Glafira y a su exnovio, que está preso. Al encontrar un grabador,
la policía decide llevarse a todos. Ellos intentan escapar, pero al final son
llevados a la cárcel, salvándose solo Chamito y Juan Sebastián, quienes se
ocultan en el baño. Esta es la salvación que el autor propone: la inocencia de
ese pueblo inocente que cree en su propia verdad y en su propio camino. En
definitiva, el mismo matiz político sirve para unir en un solo amor la
ideología y la religión, que el hombre suele dividir; algo parecido a la
canción de Ricardo Arjona (cantante guatemalteco), aunque fuera de contexto,
sirve para comparar, en dos palabras, todo este texto: “Lo que las ideologías
dividen al hombre, el amor con sus hilos los une en su nombre”. Y esa unión
hace que, más allá de una visión política y religiosa, el hombre y el amor se
encuentren en un solo cuerpo.
Ahora, luego de notar el matiz político de El día que me quieras y Sagrado y obseno. Nos toca dibujar con las palbras lo referido que nos lleva la obra Anselmo y Gata de Javier Moreno, farsa neoronal basada en un cuento de los hermanos Grimm, estrenada en la sala Horasio Peterson del Ateneo de Caracas el 11 de marzo de 2004. En ella se pueden encontrar ese matiz político, con un sadismo que hurga en la miseria humana desde muchas perspectivas. Si bien es cierto que esta obra parte del cuento de los hermanos Grimm, “Hansel y Gretel”, no deja de sorprendernos con sus fundamentos netamente políticos, que el autor fue transmitiendo a lo largo de la obra. Anselmo y Gata es el título de la obra merecedora del Premio Nacional de Teatro en 2004. Es bien sabido que el terrorífico cuento de “Hansel y Gretel” puede ser aún más grotesco, más falto de ética, más realista. La versión teatral de Javier Moreno parte del cuento original, que nos narra la historia de Hansel y Gretel, hijos de un pobre leñador. A causa del hambre, la mujer del leñador (la madrastra de los niños) lo convence de llevar a los niños al bosque y abandonarlos allí. Hansel y Gretel escuchan el plan de su madrastra y recogen guijarros blancos para dejarse un rastro que les indique el camino de vuelta a casa.
Perdidos en el bosque, encuentran una casa hecha de pan, con ventanas de azúcar, la cual empiezan a comer. La habitante de la casa, una vieja mujer, los invita a entrar y prepara un banquete para ellos. Cogiendo joyas de la casa de la bruja, ellos partieron a su casa para reunirse con su padre, cuya mujer había muerto por entonces. "Así fue que toda necesidad llegó a su fin, y vivieron juntos en perfecta felicidad". La bruja de la casa de caramelo se calcinó, y quedó allí muchísimos años más; ahora la casa es habitada por dos niños que comen poco a poco la casa.
Por el
contrario, en la obra Anselmo y Gata, el autor nos muestra una acción
desgarrada por la misma miseria humana, trasladándonos a una realidad
venezolana. Javier Moreno cimienta la leyenda de dos jóvenes venezolanos,
indagando en el público la aceptación de su conveniente historia como país. El
efecto es una comedia de elevación, representada por actores que dan sabor y
vida a sus héroes criollos, logrando conquistar las risas y la aceptación de un
público exigente. Sin los aludidos gestos de una comedia ligera, sino buscando
la participación activa del público. Esta obra maneja con mucha ligereza los
entresijos, con un matiz político que va tejiendo, entre líneas, una postura
política de la Venezuela del momento. Reconocer el lenguaje con el que se quiere
hacer partícipe a un colectivo, es clarificar sus argumentos y lo que va dando
en cada parlamento al espectador, quien, entre risas, piensa y analiza una
situación distinta a la realidad que vive. Anselmo y Gata son dos personajes
bien llevados para divertir, pero divertir con la dureza y franqueza de una
realidad existente de un pueblo que no ve su reflejo en el espejo.
Este
argumento criolliza a los ya desarrollados hermanos Anselmo y Gata, quienes
también han sido abandonados por su padre y que posteriormente encuentran la
casita de chocolate. Con la simplicidad propia de unos ingenuos y el interés de
un facineroso en pleno crecimiento, llegan, sin medir las consecuencias de sus
acciones, a un territorio donde todo es astucia, en este caso, ventas y
negocios: una casa de "mala vida", con su infaltable bruja que quiere
aprovecharse de ellos. Allí encuentran a una hechicera que regenta el lugar con
la serenidad y experiencia de una mujer con mucha vida y conciencia. Sus
parlamentos son de antología poética-social (al estilo de una Garza o de Doña
Bárbara). Con ella trabaja un sirviente que ayuda en la casita de chocolate y,
de alguna manera, entrena a las novatas en la profesión más antigua del mundo.
Una comedia, una farsa, un cuento y un país. Anselmo y Gata constituye una obra de grandes interpretaciones, con un fondo real político trabajado de manera divertida. La carga de miseria que se ve a lo largo de toda la obra es la misma que podemos percibir en nuestra realidad venezolana: un país que se pudre en medio de la riqueza, pero que, en el fondo, la pobreza lo carcome por todos los puntos cardinales, tal como lo asevera el siguiente parlamento:
Don Lorenzo: Pero tú puedes
ser tan desnaturalizada.
Egidia: A mí no me toca. Yo no tengo nada natural con tus muchachos cagones.
Don Lorenzo: Pero son míos. Lo mío es tuyo. Son buenos muchachos.
Egidia: No lo vuelvo a discutir. Ya están grandes… O me voy yo,
también sirve.
Don Lorenzo: No sirve un… un cuerno, ¿entiendes? Son mis hijos,
coño.
Egidia: Estamos progresando. Ya dijiste por lo menos una grosería. En cualquier
lugar van a estar mejor que aquí. Lejos de la miseria
Don Lorenzo: Esta es honrada pobreza. La miseria llega cuando se pierden las perspectivas. (p. 10).
Este diálogo entre Egidia y don Lorenzo, al principio de la obra, nos da una idea de la posición social de la familia a la que pertenecen Anselmo y Gata. La discusión de la madrastra revela que no fueron criados en un hogar normal; más bien, discuten para ver quién se queda con los jóvenes o quién los echa del lugar de miseria en que viven. De igual forma, algunos parlamentos posteriores nos indican cómo se debe honrar la pobreza, ya que la miseria llega cuando se pierden las perspectivas. Por el contrario, ella le recuerda: "¿Qué perspectiva? ¿Que si no se acuerda del desayuno de esta mañana? Que ha sido una postura de gallina para tres". Le indica que él se pone en perspectiva y que es solo una "ñema". Si observamos detalladamente, el diálogo nos muestra la miseria que impera en la familia, ya que compartir una porción de huevo para tres se pierde de perspectiva en un país que, lleno de riquezas por todas partes, no es capaz de proporcionar el sustento adecuado para levantar a una familia y no dejarla hundirse en la pobreza extrema. El autor expresa en estos diálogos su posición política y la situación de la sociedad venezolana más desposeída en cuanto a la consecución del sustento diario. Más adelante, el dramaturgo reafirma su denuncia de la miseria y de cómo estos jóvenes viven en pleno abandono, aunque se encuentran en compañía de su padre y su madrastra, tal como lo indica el próximo parlamento:
Egidia: No, si se pone con esas profundidades, hasta yo me dejo la barba y me
rasco el ombligo. Usted falta a esa responsabilidad. Son un par de montunos, y
lo que es peor, de factos tienen más que un poquitín. Dale ala a esos pichones
que se te van a pasmar.
Don Lorenzo: Alas como las que te dieron a ti de niña.
Egidia: Yo no tengo alas, yo tengo hambre y necesidad. Es un irresponsable que tiene esos hijos en la inopia. Ya están estiraditos y Anselmo me mira. (p. 11).
Anselmo y
Gata es una obra muy cargada de una denuncia social sobre la pobreza y el
maltrato a la adolescencia, tanto por sus padres como por su madrastra y
algunos foráneos. Como sucede cuando Anselmo y Gata llegan a la casa de
chocolate, después de haberse perdido en la selva, allí son engañados,
manipulados e intercambiados por dinero. Se les induce al sexo a través de
lecciones bien detalladas, como muestra el diálogo de la Hechicera:
Hechicera: Una primera lección. Esto, que se parece a la vida misma, se divide en
vienes y servicios, o valores de intercambio. Todo en la vida es dinero. No
importa cuán flacos, descuidados y silvestres, no importa cuán inexpertos,
imprecisos, torpes, nunca pierdan conciencia del propio valor. (p. 18).
En otras palabras, el autor nos indica con
este texto su posición política referente al sistema capitalista y cómo lo
maneja y manipula. Cuando la hechicera dice que todo se divide en bienes y
servicios, o valores de intercambio, afianza esa posición. Afianzándola aún más
cuando dice que todo en la vida es dinero. El dramaturgo utiliza la obra para
expresar su postura respecto al sistema imperante en el momento y lo critica en
su profundidad formal. Son las entrelíneas, que con mucha astucia coloca, las
que dejan ver su perspectiva política. Más que un burdel para simbolizar un
país prostituido y saqueado de mil y una formas, es la miseria operante del
hombre en su entorno familiar, que es el sostén de la sociedad como país. Allí
se desarrolla buena parte de la obra, y si miramos a fondo los diálogos,
podemos notar que en esa casa de citas, “La casa de chocolate”, se mezclan: el
secuestro, la prostitución, la violación de los derechos humanos, el tráfico de
personas, la complicidad, la corrupción, la traición, la pobreza, el abandono y
hasta un golpe de Estado, que se realiza de manera muy metafórica casi al final
de la obra, con la vuelta al poder de la hechicera y su nueva aliada, Gata.
Viéndolo bien, el autor quizás quiso entrever una Venezuela que aún no se
encuentra consigo misma y que, de igual manera que antes, las cosas no cambian,
sino que siguen como siempre; o simplemente se refiere al refrán popular que
dice: “Son los mismos, solo que se cambiaron el cuero”. Es la pobreza extrema
que tropieza en todos los rincones del país, y es la forma como el autor la
plasmó en sus personajes, que se cruzan para vivir juntos la desdicha de sus
almas y la realidad que los corroe cada día y a cada instante.
En
conclusión, se puede decir que estas tres obras están fundamentadas en ese
matiz político. Si bien es cierto que las distancia, el espacio y el tiempo,
también lo es que presentan similitudes en cuanto a los sistemas operantes del
momento. Sin embargo, se observa que esos males sociales continúan, y que las
políticas que las obras denuncian requieren un verdadero cambio,
independientemente de la ideología. Es decir, que se mire más allá de la forma
superficial y no se quede en los documentos inertes de los archivos del
sistema. El día que me quieras, con su ilusión de un sistema en deterioro
personalizado por Pío Miranda, refleja su creencia y fantasía de una Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas. Tomando el té de samovar de la tarde en la
calle Gato Negro, deja entrever la miseria humana de la mentira y la ilusión de
un mundo mejor y justo. Pedro y Ángela, buscando el amor eterno, se ven
envueltos entre la pasividad de la religión y las balas de los guerrilleros que
se esconden en las montañas, cargados de esperanza, a la espera de un futuro
coherente y apegado a sus sueños, esperando esa quimera que algún día se hará
realidad: la toma del Capitolio. Por otro lado, Anselmo y Gata intentan salir
de una cruel miseria y un destino desolador que los ahoga en un país que
vulnera su existencia como seres humanos, sin pensar que la elección de una
casa de chocolate los llevaría a la cruel realidad de un sistema que profundiza
la miseria y traiciona la verdad de la libertad, sustentándose en la avaricia y
el poder subterráneo.
Fuentes consultadas:
Teatro I, Román Chalbaul. Monte Ávila Editores. Caracas, Venezuela. 1° edición, 1991.
Teatro I,
J. I. CABRUJAS. Editorial. Monte Ávila Editores. Caracas Venezuela. 2° edición,
1994.
www.analitica.com/bitblio/msocorro/chalbaud.asp
- 40k. es.wikipedia.org/wiki/José_Ignacio_Cabrujas - 28k
Javier
Moreno, (2004) Tres Piezas Duras de Javier Moreno. Editorial TAOSA.
Caracas, Venezuela.
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