Teatro para crecer
Alejandro Borges
Las mentiras y recuerdos que se deslizan en conversaciones familiares, construyen una narrativa transgeneracional que expresa de manera violenta o tierna la vida. Sobre esta narrativa levantamos nuestros amores y odios, nuestra prisión o nuestra libertad, pero también nuestras opciones de ruptura y crecimiento.
En Mentiras y Recuerdos obra de Pablo García Gámez, uno de los dramaturgos fundamentales del teatro latinoamericano actual, asistimos a una de esas conversaciones en familia. La historia de tres mujeres: Fina, la abuela, Alma, hija de Fina y Mora hija de Alma. Fina, abuela-matriarca, cuenta al público sus recuerdos ¨Al principio fue un nosotros, papá, mamá, hermanos. Mis padres discutiendo, regañándonos, pegándonos a todos, pero en especial a las hembras¨,
Alma contará, después de la muerte de Fina, su historia desde el amor-odio que siente por el abandono de la madre, Alma confiesa ¨La quería, pero la detestaba con la misma intensidad¨. Mora, compartirá con el público las experiencias vividas con su abuela, la búsqueda de un tesoro de morocotas, pues Fina aseguraba, que su familia era rica y prestigiosa, ¨Somos ricos y de las mejores familias¨. Los hombres en el texto dramatúrgico son voces en off, memorias humillantes y maltratadoras para Fina y Alma.
En el montaje de Oliver el público es comunidad que participa de la profundidad existencial, transgeneracional y espiritual de estas mujeres, por eso las actrices interactúan con el público-comunidad; toman su mano, susurran en sus oídos, buscan su mirada. Fina, la abuela, interpretada por Osmary Villalobos y Mora, la nieta, interpretada por Andrea Sandy buscan un tesoro de morocotas entre el público-comunidad que en ocasiones juega y colabora con la búsqueda, Iris ese personaje que solo existe como ficción es una muñeca de trapo sentada junto a la comunidad que asiste a ver la obra. Alma, interpretada por Neyla Sandy, recuerda un momento feliz de su adolescencia cuando ganó el reinado del liceo y el público-comunidad la aplaude y corea en su coronación. Para Oliver es fundamental la relación con la comunidad-público, el teatro como herramienta para el encuentro humano.
Los mínimos recursos escenográficos, una cámara negra de sesenta metros cuadrados y un dispositivo escénico circular para 40 espectadores, permiten a la comunidad-público concentrarse en las emociones de los personajes. La iluminación de Isidro Morillo y Marcos Morales contribuye a crear la atmósfera temporal de los recuerdos. El montaje de 'Mentiras y Recuerdos' de TeatroEscuela es una invitación a examinar nuestras propias narrativas familiares y a reconocer nuestras posibilidades para reescribirlas.


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