Teatro Municipal de Caracas motivo de herencia cultural para el caraqueño, como patrimonio cultural tangible.
A sus 144 años de su apertura
Eduardo J. Bravo. G.
Teatro Municipal
Las ideas sobre las relaciones contemporáneas entre el proceso de patrimonio cultural y artístico en Venezuela, al indagar su evolución, tanto en el pasado como en el presente, son extensas. No obstante, se puede realizar un enunciado referente a un patrimonio cultural específico, ya sea tangible o intangible. Entendemos que patrimonio cultural es todo aquel conjunto de monumentos y objetos de arte que integran el tesoro artístico y cultural de una nación. Esto nos acerca a una visión relativa de lo patrimonial, a la razón de ser de la patria, sus fiestas, tradiciones heredadas desde tiempos inmemoriales, que conforman la unificación de un todo que identifica la cultura de un pueblo.
En este sentido, al referirnos a la cultura, estaríamos entendiendo que es el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social en un periodo determinado. El término "cultura" engloba además modos de vida, ceremonias, arte, invenciones, tecnología, sistemas de valores, derechos fundamentales del ser humano, tradiciones y creencias. A través de la cultura, el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, cuestiona sus relaciones, busca nuevos significados y crea obras que le trascienden.
Dado esto, se puede indicar que los seres humanos pueden rehacer el mundo con la lucha dentro de un desarrollo material y con el ejercicio de la imaginación social. La enseñanza es una política cultural y de poder para la producción, reproducción y legitimación del sentido que se da a la experiencia de la vida.
Entendiéndolo de este modo, se dice que el patrimonio y la cultura van ligados al ser humano, a ese ser social que vive de herencias culturales para poder transmitir sus formas y creencias; para mantener su patrimonio a través del tiempo. Donde una generación a otra va realizando ese proceso de transmisibilidad, de herencia patrimonial y cultural. Y eso lo hace dentro del sentido de pertenencia.
Ahora bien, intrínsecamente, en una concepción de conjuntos humanos, el patrimonio se resguarda, se cuida y este, a su vez, se va formando y rearmando en la historia, dependiendo de lo que ese patrimonio cultural pueda ser: la herencia de un pueblo, caserío, ciudad, estado o país. Ciertamente, siempre hay un referente, ya sea histórico, social, artístico o cultural, que identifica a esa sociedad conjuntamente con su patrimonio cultural. No obstante, son muchos los patrimonios culturales que identifican a ese conglomerado social, ya sea en aspectos de monumentos, obras arquitectónicas, obras artísticas, musicales, artes plásticas, artes escénicas, artesanía, e incluso los seres materiales e imaginarios constructores de mitos, fábulas y leyendas. En nuestro caso, y para identificar un patrimonio cultural tangible, estaríamos hablando de una obra arquitectónica, cultural y artística del siglo XIX: el Teatro Municipal de Caracas, Patrimonio Cultural de la ciudad de Caracas y, en sí, patrimonio de todo el país. Basado en esto, cabría una interrogante: ¿Es el Teatro Municipal de Caracas motivo de herencia cultural para el caraqueño, como patrimonio cultural tangible?
Esta pregunta nos pone a reflexionar, dada la importancia de este edificio cultural y artístico. En muchos casos la gente, es decir, el transeúnte, camina a su lado y alrededor. Y muchas veces, o casi siempre, se va a su casa sin tener conocimiento de la historia y la relevancia de este patrimonio cultural de la ciudad. Y así transcurren los días y los años, mientras este monumento va haciendo su historia.
Esta obra arquitectónica fue mandada a construir por el presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco, el primero de enero de 1881. Se exterioriza que se necesitaba urgentemente el sitio venerable para construir un teatro; y el acto de elección tuvo lugar en 1876. En este sentido, Raúl Villanueva expresa: “El ingeniero Esteban Ricard fue llamado por el caudillo para ocuparse de la construcción” (p. 7). Se señala que los trabajos de construcción de esta edificación arquitectónica fueron paralizados en varias oportunidades. Pero, entre tantas paralizaciones, por fin pudo concluirse su construcción para 1880, a cargo del ingeniero Jesús Muñoz Tebar, quien alteró los planos presentados por Ricard, según cuenta Carlos Salas (1980). Se destaca que este proyecto se remonta a 1844, impulsado por el Diputado Provincial de Caracas, o como se le decía entonces, el Consejo Municipal del Cantón, el cual siguió los planos ya establecidos para la época. El área escogida para la construcción era el terreno donde existía el antiguo Hospital de Caridad, adjunto a la Iglesia de San Pedro. José Churión (1991) dice lo siguiente:
El piso del teatro estaría sobre el nivel de la calle a una altura de vara y media (contando todo por la romana vieja), y al que se habría de llegar por una gradería. Ésta daría acceso al vestíbulo, de 18 varas de largo por siete de ancho, y a cuya izquierda iría un salón de refrescos. Al otro extremo estaría la taquilla. Un tabique separaría el patio de las demás localidades, y por dos escaleras se subiría a los palcos del piso superior. Las escaleras estarían en los dos ángulos; los vomitorios, anchos y espaciosos, para el caso de algún siniestro. (p. 95).
En un primer momento fue nombrado Teatro Nacional; posteriormente, se le puso el nombre de Teatro Guzmán Blanco y, finalmente, fue nombrado Teatro Municipal. Su inauguración tuvo lugar el 4 de enero de 1881, estrenándose con la ópera El Trovador de Giuseppe Verdi. Cabe destacar que para el año 1884 se estrenó la luz eléctrica, con la gran novedad que supuso la representación de Fausto y el debut de la compañía que trajo Luisi.
El Teatro Municipal de Caracas, “Alfredo Sadel”, es de un estilo arquitectónico neoclásico. Por mucho tiempo su escenario fue concebido como el “Templo de las Musas”. El mismo teatro resguarda dentro de su estilo el mobiliario Luis XI, con lámparas imperiales, faroles. La gran lámpara de salón denominada “La Reina”. También encontramos luminarias de bronce y cristal.
Desde entonces y hasta el presente, con sus ya 144 años, el Teatro Municipal, con sus intervalos de cierre, ha sido el lugar de encuentro de los caraqueños para los eventos artísticos: musicales, óperas, operetas, zarzuelas, dancísticos, ballet y teatrales. Ha sido sede de festivales nacionales e internacionales. Dentro de su proceso histórico como icono indiscutible de la arquitectura guzmancista, ha sido amenazado en muchas ocasiones con ser destruido por algunos gobernantes inescrupulosos. No obstante, su valía y reconocimiento como Patrimonio Cultural han impedido tal destrucción.
Esto hace que el Teatro Municipal siga siendo un monumento histórico que nos presenta el recuerdo de un pasado demostrativo de la cultura que siempre ha albergado en su seno. El Teatro Municipal se halla en ese antiguo valle de Caracas, hoy parroquia Catedral, colindando con la parroquia Santa Teresa, frente a la plaza Caracas donde antiguamente se hallaba el Hotel Majestic, icono cultural de suma importancia en la capital, que fue destruido para dar paso a dicha plaza y a las Torres del Silencio.
Ahora, este monumento patrimonial no solo goza de tal categoría como patrimonio cultural por su gran obra arquitectónica, sino que en él se han representado y escenificado una gran cantidad de espectáculos, desde su inauguración hasta el momento actual, que gozan y han gozado de fama mundial. Desde la primera ópera, El Trovador, hasta La Traviata, La Favorita, El Baile de Máscaras, Ione y La Africana. Todas éstas en los primeros años de su inauguración. Luego, la ópera Nabucco (o Nabucodonosor) del maestro Verdi.
Cabe destacar que en este mismo recinto se presentó el destacado tenor venezolano Fernando Michelena, con motivo de celebrarse el centenario del nacimiento de Simón Bolívar. De igual manera, se representaron los melodramas líricos Lucrecia Borgia y Lucia di Lammermoor.
Una gran cantidad de compañías de ópera y zarzuela desfilaron por el naciente Teatro Municipal, comenzando a escribir la historia de sus representaciones y escenificaciones. Presentaciones de operetas, zarzuelas, espectáculos musicales y teatrales fueron dando renombre al majestuoso teatro. Compañías venidas de España, Francia, Italia e Inglaterra mostraron sus espectáculos en este teatro caraqueño.
Un ejemplo, y por
mencionar solo uno, ya que son muchos: Carlos Salas (1980) nos dice lo
siguiente:
La compañía del primer actor Valentín Garrido se estrenó con la zarzuela en tres actos, La tempestad, Libreto de Ramón Carrón, música de Ruperto Chapí. El repertorio de esa compañía era muy variado y llevó mucho público al teatro. Posteriormente una compañía de habla inglesa se estrenó con Romeo y Julieta, de William Shakespeare (p. 12).
La incansable actividad del Teatro Municipal durante sus primeros cuatro años dio como resultado el deterioro inmediato del monumento arquitectónico; razón por la cual se decidió clausurar dicho teatro para su reparación. Para entonces fue nombrada una junta administradora bajo la dirección del ing. Juan Hurtado Manrique. Posteriormente, ya culminadas las reparaciones, se hizo una apoteósica reinauguración para presentar a la laureada pianista venezolana Teresa Carreño. Dado que había llegado a Venezuela luego de una larga ausencia en el país, y tras ser recibida con flores, Teresa Carreño presentó en el Teatro Municipal: Himno a Bolívar, de la señora Carreño; Concierto en mi menor de Chopin; Si yo fuera pájaro, de Henselt; Trémolo, de Gottschalk; Saludo a Caracas, de la misma pianista; La Rapsodia Nº 6, de Liszt; y, para finalizar, el Vals Teresita, composición de la pianista.
Que este pequeño recorrido por grandes artistas mundiales y nacionales nos permita entender la distinción de su presencia en la vida artística, cultural y social caraqueña. Nos pone a pensar e indagar cómo fueron esas primeras décadas de vida del teatro en Caracas, el papel que desempeñó dentro del espectáculo artístico de la ciudad; entreteniendo y presentando un acervo cultural de suma preeminencia para los caraqueños. Ciertamente, célebres artistas se dieron cita en este lugar, como: Angelina Turconi Bruno, célebre soprano; Josefina Huguel; Antonio Vico, notable primer actor español; Anna Pavlova, genial intérprete de La muerte del cisne; Lucio Delgado, destacado barítono venezolano; Nidia Fartique, soprano venezolana; Hilda Jagember, también soprano venezolana; Jaime Casañas, el gran tenor español; Esperanza Clesenti, mezzo-soprano; Giuseppe Paganelli, tenor lírico, entre muchos otros.
Los 144 años de historia del Teatro Municipal han dejado un legado, una herencia cultural que lo convierte en un patrimonio cultural innegable, desde su primer punto como construcción arquitectónica de la era Guzmancista hasta su herencia artística cultural, donde se han dado cita de celebridades del acontecer artístico mundial. Allí donde años antes se hallaba la plaza de San Pedro, sigue haciendo vida en los actuales momento nuestro Teatro Municipal. Al frente se había ido su compañero arquitectónico el Hotel Majestic. Que como indica Carlos Salas. “el Majestic y el Municipal son como dos amigos que se dan la mano” (p. 61).
Su gran importancia cultural caraqueña la ha colocado entre las salas de ópera más antiguas de Sudamérica. El primer puesto lo ocupa el Teatro Solís de Montevideo (1856), seguido por el Teatro Municipal de Santiago (1857). En 1888, el teatro fue renombrado como Teatro Municipal. No obstante, a principios del siglo XX, en 1905, se inauguró su vecino, el Teatro Nacional, en la esquina de Cipreses. Desde entonces, ambos teatros han compartido espectáculos y eventos nacionales e internacionales, lo que les ha valido el renombre de ser dos de los teatros más antiguos de Caracas que aún siguen en pie, abriendo el telón para cada espectáculo que se presenta en la escena nacional e internacional.
El espacio de la antigua Plaza San Pedro, donde yacían las ruinas dejadas por el terremoto de 1812, no fue restaurado inicialmente debido a la Guerra de Independencia, posteriormente por los cambios administrativos derivados de la Gran Colombia y su disolución, y luego por el estallido de la Guerra Federal. No obstante, la administración guzmancista destinó la suma de noventa mil bolívares (Bs. 90.000) para su construcción. La Gaceta del Ministerio de Obras Públicas (MOP) de 1877 publicó una detallada descripción de la obra, remarcando que: “El color general del edificio es corinto puro, con basamento ático y ocupará un área de 2.120 metros cuadrados”.
Es importante destacar la notable coincidencia entre la forma de fabricación de este teatro y la escogida en la Gran Exposición de París. Esta semejanza tiene un propósito: introducir esta obra en las corrientes del arte moderno. Notablemente, la acústica realza su forma arquitectónica teatral; los planos conforman una caja armónica reflectante situada debajo de la orquesta para reforzar los sonidos. Así lo afirma la información de dicha publicación, donde también destaca:
Ricard estimó los gastos en 450 mil bolívares, pero las reformas que se introdujeron al proyecto inicial y la pérdida de materiales a causa de la prolongada suspensión de los trabajos, al final elevaron el costo a una suma cinco veces mayor. Se terminó la obra en 1881 y el costo final fue de dos millones 402 mil 178 bolívares. Estando, pues, preparando ya el ambiente teatral los pormenores del estudio de la maqueta, aprobación y decreto de la construcción del teatro no se hicieron esperar (. . .) (p. 2).
En definitiva, el teatro “Guzmán Blanco” fue inaugurado ostentosamente el 1 de enero de 1881 con la ópera de Verdi, El Trovador. La pomposa velada la presidió desde su palco el entonces primer mandatario de la República, general Antonio Guzmán Blanco. Sin embargo, el comienzo de la temporada se dio el 4 de enero de ese mismo año.
Pero no todo fue color de rosa en el Teatro Municipal; muchos fueron los fracasos y las restauraciones y cambios que tuvo que sufrir este teatro. No obstante, una de las más significativas se dio para llevar a cabo la construcción de las Torres Gemelas del Centro Simón Bolívar, en 1949. Con esto se modificó su estructura, cortándose la fachada. Otro recorte significativo fue la desaparición del peristilo semicircular. También sufrieron cambios el vestíbulo y las escaleras del palco presidencial. Esto trajo como consecuencia un cierre de diez años.
Ahora bien, desde su reapertura en 1959 hasta su nuevo cierre en 1988, fue escenario de grandes óperas, zarzuelas, y festivales de teatro nacionales e internacionales, dando cabida a los más célebres artistas nacionales y mundiales.
En 1967, fue nuevamente reformado, en esta ocasión para celebrar los 400 años de la ciudad de Caracas, siendo reinaugurado con la ópera Doña Bárbara con música de Caroline Lloyd. El 16 de febrero de 1979, el edificio fue declarado monumento nacional. Luego de la inauguración del Teatro Teresa Carreño, el teatro fue lentamente abandonado y finalmente cerrado en 1988. En 1993 se reiniciaron las obras para su recuperación, que concluyeron con su reinauguración el 25 de julio de 1998 con el nombre de Teatro Municipal de Caracas “Alfredo Sadel”.
En las ideas contemporáneas se ha podido complementar la importancia de este Teatro Municipal como patrimonio cultural de la ciudad de Caracas, dado que una gran cantidad de acontecimientos y trabajos lo hacen representativo como un hecho histórico, artístico y cultural. Se le coloca un sentido estético e histórico que, en primer momento, nos nutre como un proceso de educación patrimonial para las generaciones presentes y futuras de un monumento arquitectónico y artístico que ha dejado su legado como herencia cultural. No es que los estudiosos de lo patrimonial ignoraran las ideas y relaciones de esta edificación arquitectónica, que une arte e historia. Todo lo contrario, se tenía y tiene conocimiento de su valor. Puesto que, la historia del arte sitúa hechos, obras artísticas, culturales y monumentos arquitectónicos dentro de un espacio y un tiempo, nutriendo a su vez el entorno social donde ha nacido la obra.
El tema que define lo referido al patrimonio cultural toma como relevante esta edificación construida a finales del siglo XIX, que nos permite, en la actualidad, seguir disfrutando de sus espectáculos contemporáneos; y que, a pesar de las vicisitudes, se mantiene en pie como un roble, dándonos lo mejor de sí, como un ejemplo patrimonial que amalgama lo cultural dentro de nuestra forma de vida, como seres sociales siempre vinculados a nuestra herencia de creencias, costumbres y momentos artísticos y culturales.
En conclusión, la espléndida concepción que nos ofrece nuestro Teatro Municipal nos lleva a la reflexión sobre el aporte que este ha dado durante sus más de cien años de existencia. Puesto que en él continúan presentándose artistas del acontecer mundial, lo que le da relevancia y deja huellas que lo hacen inmortal, a diferencia de otras edificaciones que han desaparecido con el tiempo. Ahora bien, es de suma importancia tener en cuenta que se considera necesaria su condición de Patrimonio Cultural tangible, ya que ha influenciado al caraqueño a través de una edificación que cuenta su historia y nos genera un sentido de pertenencia. Una obra de arte arquitectónica, una candidata a la devoción. Esto nos lleva a pensar que es digno de seguir su historia y presentarla a propios y extraños, mostrando su gran importancia como herencia cultural. Su hecho cultural la ha nutrido y orientado. Pero la última función aún no se ha dado. Puesto que, en pleno centro de la capital, en el llamado valle de Caracas, sigue erguido este monumental edificio que para todos los caraqueños representa ante el mundo y ante la historia un legado que se niega a morir y mantiene su vínculo, directa e indirectamente, con el ser social que transita por esta gran urbe de concreto. Por tal motivo, se justifica la interrogante: ¿es el Teatro Municipal un motivo de herencia cultural para el caraqueño, como patrimonio cultural? Pues, mientras siga en pie, su estructura, tanto interna como externa, formará parte de una ciudad que cuenta con un pasado, pero que necesita escribir su presente y dejar un legado para el futuro. Mientras el tiempo no lo borre, este seguirá vivo como nunca.
Referencias
Salas, Carlos. 100 años del Teatro Municipal. Editorial Consejo Municipal del Distrito Federal. Caracas, Venezuela, 1980.
Churión, Juan José. El Teatro en Caracas. Editorial. Consejo Nacional de la Cultura. Caracas. Venezuela, 1991.
Memoria del Ministerio de
Obras Públicas (MOP). Publicación de 1877. Caracas. Venezuela.
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