Un punto de vista
De lo
literario a la escena
por Carlos Rojas*
Especial para Miradas al Escenario
| Ilustración cortesía de Lauren Strada © 2025 |
Hay una ficción recurrente entre narradores y lectores entusiastas: creer que un cuento puede trasladarse al teatro o al cine como quien pasa de una página a la otra. Como si las palabras conservaran el mismo peso, la misma respiración, el mismo tiempo. Bien se sabe que la literatura se sostiene en la sugestión; el teatro, en la representación y el cine en lo que se muestra. Y ese contraste con la realidad, cuando se adapta es muy diferente.
En el escenario no existen revelaciones tardías. El teatro no permite que el conflicto sea un lujo del final: debe emerger desde el primer minuto en el cuerpo del actor, tensionando el aire, obligando al espectador a participar de la incomodidad. Lo que en el cuento vive como insinuación, en escena necesita encarnarse: volverse riesgo, gesto, fricción y en el cine debe verse en imágenes.
Pasar de lo literario a lo escénico exige cortar, reescribir y significar. No basta “poner en escena”: hay que aceptar que el escenario disipa todo lo que no se vuelve presencia. Un cuento puede esconder; la escena no perdona.
Chejov lo explicó de un
plumazo con su célebre línea: “Un hombre, en Montecarlo, gana un millón y al
volver a casa se suicida”. La paradoja es perfecta para la narrativa. El lector
puede descubrir el sentido en el último segundo. En el teatro, ese mecanismo implosiona: la tensión no puede revelarse;
debe respirarse. Ese suicidio no es sorpresa; es atmósfera. Es teatralidad. Es
imagen.
| Ilustración cortesía de Lauren Strada © 2025 |
Piglia lo formuló sin anestesia: todo cuento narra dos historias, la visible y la secreta. Poe llevó esa técnica al límite. En teatro la historia secreta no puede ser un murmullo soterrado: debe convertirse en conflicto. No en explicación, sino en energía que empuja la acción; en el cine pasa lo mismo.
La narrativa vive de la elipsis mental; el teatro, de la fisicidad y el cine, de la potencia de la fotografía. La prosa puede prestarse a la interioridad; la escena necesita cuerpos, silencios respirados, objetos que insinúan más de lo que dicen. Lo que en Borges es maquinaria conceptual, en escena es experiencia; lo que en Kafka vibra como absurdo íntimo, en teatro debe volverse clima encarnado; lo que en Hemingway es témpano, aquí se manifiesta en tensiones visibles.
El guión cinematográfico habita en otro territorio. Es ingeniería visual: si no se ve o se oye, puede funcionar de igual modo. Donde el cuento puede pensar y el teatro puede tensar, el guión debe traducir todo en imagen y ritmo. El subtexto no lo escribe el guionista: lo construyen la cámara, la luz, la actuación, el montaje, la música. Es un oficio de precisión audiovisual.
| Ilustración cortesía de Lauren Strada © 2025 |
Por eso conviene establecer las diferencias sin ambigüedades:
1. Narrativa literaria
Trabaja con dos capas: la historia visible y su sombra. Su territorio es íntimo, sugestivo, silencioso. La revelación puede ocurrir en la última palabra.
2. Dramaturgia
No narra: acontece. La historia secreta pierde su condición de misterio para convertirse en motor dramático. El lenguaje no es adorno: es acción, ritmo, conflicto. La elipsis no es vacía, sino ausencia física que el espectador completa.
3. Guion cinematográfico
Es un formato técnico. La historia se expresa en imágenes, y cada línea debe traducirse en un acto filmable. Su tiempo es el del montaje; su fuerza, lo visible.
| Ilustración cortesía de Lauren Strada © 2025 |
Adaptar un cuento al teatro, implica tres fases decisivas:
1. Encarnar la historia
oculta, darle materia, convertir el subtexto en tensión viva.
2. Transformar la voz
narrativa en acción, porque en teatro el narrador estorba.
3. Construir un arco emocional sin la muleta de la prosa, confiando en la respiración del actor y en la escucha del público.
Recuerda: El teatro no se adapta: reescribe. No traslada: reordena. No cita: confronta. Su tarea es arrancarle al cuento su maquinaria secreta y devolverla en forma de organismo vivo en la escena.
La literatura puede
esconder.
El teatro exige presencia.
El cine puede sugerir.
| Ilustración cortesía de Lauren Strada © 2025 |
Tres oficios respondiendo la misma pregunta:
¿Cómo mostrar lo que no se ve?
El cuento lo oculta.
El teatro lo vuelve cuerpo.
El guión lo proyecta.
En conclusión, cuando esas tres
capas convergen - entonces lo invisible se encarna y lo interno se vuelve
acción- la historia por fin cruza la frontera: deja de ser una idea, se
sostiene en escena y respira con la intensidad con la que nació.
Ahora sí: puedes comenzar a escribir, querido lector.
CR (@mipuntocritico)
*Carlos Rojas / Crítico e
Investigador Teatral radicado en Bogotá.
Excelente!
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