celebra con El médico a palos
Por: Jesús Eduardo Espinoza
Estrenada en 1666, El médico a palos es una de
las comedias más célebres de Molière donde la sátira se centra en la medicina y
la credulidad humana. Su humor sigue vigente porque ridiculiza las apariencias
y los engaños sociales.
La versión de Lolimar Suárez demuestra cómo los
clásicos pueden ser reinterpretados para dialogar con nuevas generaciones,
manteniendo la esencia, pero adaptando el ritmo y la estructura dramática.
Los jóvenes actores mostraron el pasado miércoles 10
de diciembre en el auditorio de la UNIR lo aprendido en tres años y medio de
formación académica, lo que refleja la importancia de la pedagogía teatral en
Venezuela.
La entrega de certificados al final de la función
convierte la obra en un rito de paso, donde el escenario se vuelve también
espacio de graduación y celebración.
Figuras clave
Arnaldo Pirela, director y maestro, es reconocido en
la escena zuliana por su labor formativa y su capacidad de montar obras con
rigor y sensibilidad.
La presencia de Nelly Oliver, dramaturga y directora
académica de la Secretaria de Cultura de la Gobernación del Estado Zulia,
subraya el respaldo institucional y artístico que legitima el trabajo de los
estudiantes.
El hecho de que la sala estuviera llena con
familiares, profesores y público invitado muestra cómo el teatro se convierte
en un acto comunitario de apoyo y orgullo colectivo. Este tipo de montajes no
solo forman actores, sino que también fortalecen la identidad cultural y la
memoria teatral de la región.
La representación de El médico a palos, en
versión de la dramaturga Lolimar Suárez Ayala y bajo la dirección del maestro
Arnaldo Pirela, se convirtió en un verdadero examen de madurez para los jóvenes
actores de la Escuela de Teatro Inés Laredo. Más allá de la fidelidad al texto
y la estructura dramática en lo externo - interno, destacó la solidez del
trabajo actoral.
Cada intérprete asumió la construcción de su personaje
con un colorido expresivo y una gestualidad precisa que no solo delineó las
características individuales de la farsa molieresca, sino que también sostuvo
el ritmo de la comedia en su totalidad. Los movimientos escénicos, lejos de ser
meros desplazamientos, se convirtieron en recursos que potenciaron la sátira y
mantuvieron la atención del público.
El entusiasmo y la concentración de los espectadores
no fueron casualidad: respondieron a la energía escénica desplegada por los
actores, quienes lograron transformar el humor clásico en una experiencia viva
y cercana. La farsa de Molière, reinterpretada desde la mirada contemporánea de
Suárez, encontró en estos jóvenes un canal fresco y convincente, capaz de
dialogar con la tradición y al mismo tiempo proyectar futuro.
En definitiva, el montaje no solo fue un acto
académico de cierre, sino una demostración de profesionalismo y entrega
actoral, donde cada gesto, cada ritmo y cada palabra, luces, vestuario y música
revelaron la disciplina y pasión que
sostienen el arte teatral.
Este enfoque pone el acento en los actores como
protagonistas del logro, mostrando que la obra fue tanto un espectáculo como
una prueba de crecimiento artístico.
El montaje de El médico a palos es una muestra
del talento actoral que se forma en la Escuela de Teatro Inés Laredo. La
interpretación de Johende como Bartolo resulta particularmente significativa:
el tránsito del leñador campesino al improvisado médico es asumido con una
doble dimensión escénica, logrando que el mismo personaje se perciba distinto
en cada situación. Su gestualidad y movimientos aportan dinamismo y comicidad,
sosteniendo el ritmo de la farsa y despertando la atención del público.
Por su parte, la maestría de Luis Alberto Ramos se hace
evidente en el rol del padre de la muchacha enferma. Su experiencia en la escena
permite dotar al personaje de una presencia sólida y verosímil, que equilibra
el humor con la gravedad del conflicto. La interacción con los criados y
servidores del hacendado enriquece la trama, aportando matices que dan mayor
densidad al desarrollo dramático.
La aparición final del boticario, convertido en
médico, cierra la obra con un giro que refuerza la sátira molieresca y permite
a los jóvenes actores demostrar su capacidad para sostener la tensión cómica
hasta el desenlace.
En conjunto, las actuaciones evidencian no solo el
aprendizaje técnico, sino también la capacidad de construcción de personajes
complejos, capaces de mantener la atención y el entusiasmo del público en cada
escena.
Este montaje de El médico a palos alcanza su
plenitud gracias a la dirección de Arnaldo Pirela, maestro de amplia
trayectoria teatral y actual director de la Escuela de Teatro Inés Laredo. Su
mirada escénica, rigurosa y sensible, permite que los actores despleguen con
seguridad lo aprendido en su formación, sosteniendo el ritmo de la comedia y la
riqueza de la farsa molieresca.
A esta labor se sumó la versión de Lolimar Suárez,
dramaturga, ganadoras de dos sendos premios de
dramaturgia nacionales y directora teatral reconocida, quien con su
pluma sabe mantener la esencia del clásico de Molière sin traicionar su
espíritu, pero otorgándole una partitura literaria renovada. Su adaptación
ofrece imágenes escénicas precisas y bien articuladas, que los actores llevan a
escena con frescura y profesionalismo.
La conjunción de ambos, la experiencia de Pirela en la
puesta y la visión literaria de Suárez, da como resultado un espectáculo de
altura, donde la tradición universal se enlaza con la energía de una nueva
generación de intérpretes venezolanos. El entusiasmo y la concentración del
público son la mejor prueba de que el teatro, cuando se hace con rigor y pasión
es un espacio de encuentro, memoria y celebración.
El elenco
Johender Godoy: Bartolo, el
leñador convertido en médico improvisado.
Luis Alberto Ramos: El padre de la joven enferma.
Johana Martínez : Muy probablemente en el rol de la hija enferma o en
un papel femenino central, dado su mención especial.
Ángel Peña : Parte del grupo de criados o servidores del
hacendado, personajes que sostienen la comicidad y enriquecen la trama.
Yohainy Carbonell, como la criada, destacó por su gestualidad y frescura.
Jetzsbeth Rodríguez, en el papel de la esposa de Bartolo, supo transmitir
la ambición y el carácter satírico que exige el rol.
Keilubin Álvarez dio vida a otro de los criados, sumando comicidad y
presencia escénica
Isaac Nava, alumno invitado, asumió con solvencia el personaje
del boticario, cerrando la obra con un giro que reforzó la sátira y el
desenlace.
Cada uno de ellos
mostró excelentes interpretaciones, evidenciando tanto la capacidad de
apropiarse de personajes complejos y sostener el ritmo de la comedia
Profesores y formadores actuales
Arnaldo Pirela.
Director de la Escuela
de Teatro Inés Laredo. Responsable de la cátedra de Actuación II y de la puesta
en escena de montajes académico; maestro con amplia trayectoria en la escena
zuliana.
Alexis Blanco. Actor y maestro invitado que dictó conferencias y
clases magistrales sobre el oficio del actor. Enfatiza la disciplina, la
creatividad y el conocimiento de la dramaturgia venezolana.
Pedro Dávila (fallecido) A quien se le hizo un
homenaje por su apoyo a la Escuela de
Teatro Inés Laredo. Fue Coordinador
de Cultura del UNIR, por muchos años y egresado de la misma escuela; facilitó
espacios y talleres para fortalecer la formación técnica de los estudiantes.
Equipo docente complementario
Venus Ledezma, expresión corporal; Enzo Pradelli, educación de voz; Jesús Espinoza, análisis del texto dramático; Lolimar Suárez, historia del teatro; Stefany Bohorquez, juegos dramáticos; Blanca Basabe, producción; Leonardo Isea, actuación; Carlos Guevara, títeres; Arnaldo Pirela, actuación II; Deyanira Montil, secretaria de la Escuela de Teatro.
Este centro de enseñanza
en 2025 celebra 46 años de trayectoria, consolidándose como institución pionera
en la formación teatral en el occidente de Venezuela y nada mejor festejar entre
risas y farsa.
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