Cuerpo, cerebro, cultura.
Por Freddy Antonio Torres González
En el libro de Turner, Cuerpo, cerebro, cultura (1993), el autor intentó integrar
en su teoría socio- antropológica del ritual, los datos y las instancias de la
etología y la neurobiología, intentando poner a punto una aproximación
globalizante, "bio-antropológica" que trata de conciliar necesidades
culturales y necesidades biológicas, determinismo genético y aprendizaje
Turner también en su libro Antropología del performance, aclara que la
complejidad del fenómeno ritual más allá de los paradigmas y de los cliché socio-antropológicos
dice: los rituales no asumen solamente funciones sociales y culturales en tanto
dramas sociales, es decir, dramatizando los conflictos y poniendo así a las
comunidades en condiciones de superarlos dinámicamente, con la reintegración o
con el caos o el cisma, y gracias a esto, "transformarse"; los
rituales asumen también funciones biológicas y por lo tanto "transculturales"
respondiendo a necesidades genéticamente determinadas y, por ejemplo, tiene que
ver con los orígenes, la estructura de nuestro cerebro superior.
Los procesos creativos, los que generan nuevos conocimientos culturales podrían
resultar de una coadaptación, quizás en el proceso ritual mismo de información
genética y cultural.
En las teorías de la lateralización o del cerebro, bicameral, Turner hipotiza
otra función biológica del ritual, consiste en permitir pasar del habitual sub
utilización del hemisferio derecho del cerebro a una fuerte estimulación
simultánea de ambos , con el llamado fenómeno rebote, el primer hemisferio es
iluminado y luego apagado, para permitir que el segundo se ilumina y luego
apagado.
La actividad rítmica del rito, con el estímulo sonoro, visuales, luminosos,
pueden llevar al máximo estímulo simultáneo de ambos sistemas, haciendo que los
participantes del rito sientan lo que los autores llaman "efecto positivo
inefable" : (experiencia escénica: Freud); o éxtasis yoguica, o unión
mística, (Cristiana); Satori (iluminación Zen); Luz interna (Cuáqueros); la
conciencia trascendental (Tomas Merton) y el Samadi Yoga (Turner, 1993).
La función creativa y subversiva del ritual enfatizada para los para- chamanes
del teatro como Grotowski, y Barba y también de la danza como Baush y otros ,
conciben y practican la estética para provocar efectos iniciaticos permanentes
Schechner, 1999) en desventaja de su naturaleza de "medio para conocer el
saber cultural y de los modelos individuales de comportamiento".
Animalidad y prácticas performativas.
Las prácticas performativas no podrán nacer de la combinatoria de retazos de
viejos modelos sino del planteamiento de nuevos paradigmas epistemológicos.
Es una corriente nueva de ciencias del espectáculo propuesto por JM Pradier. Se ocupa primordialmente del "árbol del ritual" ideado por el director antropólogo, Schechner, es una visión evolucionista que simplifica la representación del entramado entre los distintos factores en juego tendiendo a desvalorizar todo en cuanto en el hombre y en sus rituales y performance hay de genéticamente determinado y de animalidad ligada a reacciones arcaicas y a necesidades biológicas primarias.
En las ritualizaciones humanas no hay solo comportamientos aprendidos sino
también comportamiento genéticamente determinado movido por necesidades
biológicas.
Pradier se esfuerza por demostrar la teoría biológica de la relación teatral
actor-espectador:
a) existe una espectacularidad humana, en el mundo animal sustancialmente
hecha de las relaciones de organismos vivientes en presencia de otros
organismos como en las "danzas de cotejo".
b) La espectacularidad humana participa también de esta espectacularidad, de
sus bases biológicas y de sus determinaciones genéticos.
c) por lo tanto los actores como los Espectadores envisten en la relación
teatral, necesidades biológicas antes que culturales (sociales, estéticas,
espirituales) elaborando determinismos biológicos.
En síntesis:
En el teatro, antes que los seres humanos pensantes dotados de neocorteza,
somos también animales, o mejor organismos vivientes y, como tales, nos
comportamos.
Cuando como espectadores se nos pone en presencia de otros organismos
vivientes, se desata en nosotros reacciones físicas y cognitivas típicas,
ausentes en otras situaciones: la Kinesterio o empatía muscular es una de
éstas, en la medida en que es producida solamente por movimientos biológicos y
reconocibles por los espectadores.
La importancia, para el actor, de la recuperación de la animalidad existe una
amplia literatura del siglo XX desde Meyerhold, Grotowski, Suzuki a Barba.
Finalmente para Pradier, el comportamiento performativo es una elaboración
altamente especializada de facultades y necesidades determinadas que se basa en
aprendizajes culturales (actores-espectadores).

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