En Venezuela se acostumbra a decirles a las agrupaciones de teatro
del interior, como “teatro de provincia”. No obstante, en este encuentro del Desmontaje
del Teatro Venezolano, se fue muy reiterativo diciendo que solo existe un
teatro y es “el venezolano”, desde cualquier rincón de Venezuela, dándole la
mayor importancia a cada una de las agrupaciones que se hicieron presentes en
Caracas, llenándonos de mucha emoción y ganas de seguir juntos en esta travesía
que le llamamos teatro. Sobre este
aspecto, al revisar los libros de la historia del teatro venezolano, nos
encontramos con algo que acuñó Alba Lía Barrios en el libro Dramaturgia
Venezolana del siglo XX, junto a sus otros dos colaboradores: Carmen
Mannarino y Enrique Izaguirre, indicando:
Quizás
sea el teatro en Caracas (1924), de Juan José Churión donde se encuentre la
versión más destacada del juicio negativo acerca del teatro venezolano que
circula a todo lo largo de esta primera mitad de siglo: visión negativa de larga
vida, cuya presencia puede retraerse sin dificultad, tanto en las crónicas
decimonónicas, como en ciertos enjuiciamientos cercanos al momento actual. Sin
llegar a la extremosa geopolítica de Churion, quien encuentra la razón de
nuestra “penuria dramática” en el mestizaje “hibrido y por tanto infecundo como
el mulo” (p. 34), la crítica de entonces y después se ha situado a menudo del
lado del discurso desilusionado “Existe teatro venezolano” (p.21).
Bien, eso es lo que en el siglo pasado se indicaba y de lo que la
brisa de ese pasado sigue razonando. Mas, en mi opinión, sigo indagando y
diciendo que nuestro teatro venezolano se halla en una constante búsqueda.
Ahora, nos falta encontrarnos nosotros mismos. Esto forma parte de ese espejo
que nos refleja de la manera de cómo estamos hechos como sociedad, donde
nuestro legado cultural se ve manifestado en cada rincón de nuestro país. Y eso
es un teatro venezolano, pues forma parte de nuestro legado.
Palpable se notó este ejemplo de tradiciones culturales y de un
teatro muy venezolano con la Compañía Asdrúbal Hernández del estado Apure que
tomó es escenario del Festival de Teatro Venezolano los días 18 y 19 de
noviembre, en el Teatro San Martin con la presentación de su obra A mí me lo
contaron. Las risas y encuentro con la tradición oral estuvieron muy
presentes, así como esos elementos que nos conectaron con la memoria colectiva.
Se notó como este elemento de la dramaturgia venezolana, como es el sainete
sigue vivo en el teatro. Como lo apuntara en una oportunidad Alba Lía Barrios:
Entre
1924 y 1926, después de una larga y oscura tradición en corrales, plazas de
mercado o en el mal iluminados teatrillos como El Conde y Madero, llega el
sainete venezolano a su punto culminante en cuanto a número de temporadas,
estrenos y éxitos de público. Se recuerda de manera especial la jornada de
agosto del 26, pues se hicieron más de cincuenta funciones consecutivas con
salas abarrotadas. En los años siguientes la producción nacional decae
vertiginosamente, nunca más el sainete volverá a prosperar de la misma manera,
a partir de entonces sus apariciones serán de forma aislada y esporádicas. (Alba
Lía Barrios, Sainetes venezolanos. 2009, p 7).
Allí, nos cuenta que desde ese momento el teatro del género
sainete no levantó más vuelo; sin embargo, en esta representación de la
Compañía, se pudo notar, que a pesar de los años sigue vivo y con dramaturgia
nueva, que del mismo modo, pone a vibrar, sonreír y hacer reflexionar al
público.
Este sainete moderno hace un vivo rescate de una tradición que en
un tiempo se le dijeron muchos epítetos, como lo explica Barrios “La crítica de
siglo XIX anticipó los tópicos recurrentes en los comienzos del siglo XX:
ramplonería y vulgaridad. Hoy la perspectiva otorgada por el tiempo nos permite
otra forma de mirar aquellas chapucerías y atrevimientos, con el buen gusto de
un género tildado de menor”. (Ob. Cit. p 9).
Es a esto a lo que deseo referirme, que el mismo tiempo le ha colado en
el puesto que se merece un género que mueve y conmueve, que afronta nuestras
realidades con su memoria colectiva que nos invitan al imaginario venezolano,
es nuestro, es un teatro vivo. Apunta Barrios:
Desigualdad
de condiciones entre el teatro importado y el criollo, dentro del cual el
sainete representó el flanco más débil, mientras, por ejemplo, las piezas del
labrado estilo neoclásico o de imitación de los maestros del Siglo de Oro
Español de reconocidos escritores como Domingo Navas Spínola y Heraclio Martin
de la Guardia fueron tratados con respeto. (Ob. Cit. p. 9).
Y es a lo que se debe apuntar con nuestro teatro venezolano, que
la historia no vuelva a repetirse, con eso de los de provincia y los de la
capital, pero también; “el teatro extranjero y el teatro de aquí”. Los nuevos
tiempos nos invitan a reflexionar. Pues bien, al momento de ver este sainete
nos damos cuenta que, desde su nacimiento en Venezuela a finales del siglo XIX
hasta ahora, nos sigue diciendo de qué estamos hecho y qué es lo que somos,
porque el teatro habla de miles maneras y no importa el género, él busca los
mecanismos para comunicarse.
La obra A mí me lo contaron es una comedia romántica que se
asienta en la tradición del sainete, un género popular que ha caracterizado al
teatro venezolano a lo largo de los años. Esta representación gira en torno a
un médico que actúa como un receptor de chismes y murmuraciones del pueblo,
haciendo eco de la cotidianidad de muchas comunidades en Apure. A través de un
relato escénico vibrante, los actores logran capturar la esencia de las
relaciones humanas en su forma más genuina. La teatralidad jocosa y el enredo
se convierten en el hilo conductor que mantiene al público riendo y
reflexionando sobre las dinámicas sociales de su entorno. Los mismos recuerdos
se colocan a flor de piel, porque es como en muchos casos: quisiéramos esconder
lo que de verdad queremos decir, en este aspecto como hombres y mujeres de
teatro. Pero allí está latente, resonando con una voz propia que se mueve por
las líneas del tiempo hasta llegar a este Festival de Teatro Venezolano. Y en eso
se hizo vivo, la Compañía Asdrúbal Hernández, donde con su vivaz montaje,
deslumbró con uno de sus aspectos más cautivadores de la obra, que fue su
capacidad para romper la cuarta pared. Los actores, en su papel de narradores,
establecen una conexión directa con el público, invitándolos a sumergirse en
las vivencias apureñas. Esta interacción no solo enriquece la experiencia
teatral, sino que también hace que cada presentación se sienta única. La
atmósfera creada por la compañía permite que los espectadores se identifiquen
con los personajes y las situaciones, transformando la función en una
experiencia memorable.
Ya el sainete venezolano es parte de un Patrimonio Cultural de la
Escena, con más de 130 años de existencia. Cuando los corrales caraqueños
abrieron sus puertas para dar paso, para entonces al llamado género menor, se
comenzaba con un desarrollo histórico de un teatro de sainete que también nos
pertenece. Donde su periodo más álgido se consolidó entre 1914 hasta 1930.
Desde esa publicación de 1873 de la obra A falta de pan buenas son tortas
de Nicanor Bollet Peraza, como lo afirma Alba Lía Barrios, hasta nuestros días
sigue siendo un género muy querido por los venezolanos. Es esa parte de la herencia teatral
venezolana. Tal vez en este momento no goce de esa popularidad de sus años de
oro, pero hoy esta agrupación apureña nos demuestra que sigue vivo, que muta y
se transforma para presentarnos algo nuevo, pero con el buen gusto del sainete.
La Compañía Asdrúbal Hernández no solo se propuso entretener; sino
que su trabajo tiene un fuerte componente cultural. Al presentar A mí me lo
contaron, se busca preservar las raíces culturales del estado Apure, un
lugar lleno de tradiciones que vale la pena transmitir de generación en
generación. Este enfoque en la preservación del patrimonio inmaterial es vital,
sobre todo en un mundo que cambia rápidamente y donde las costumbres locales
pueden perderse. Cada acto en el escenario se convierte en un homenaje a las
costumbres llaneras, recordando al público la riqueza de su herencia cultural.
A manera de conclusión, se puede indicar que es un teatro que
enamora, que conecta con el pasado, con lo nuestro y hasta con la forma. La
Compañía Asdrúbal Hernández, con su presentación de A mí me lo contaron,
demuestra que el teatro en el interior de Venezuela está vivo y vibrante. Su
habilidad para rescatar el sainete, combinando la comedia romántica con la
tradición oral, proporciona una experiencia artística enriquecedora. No es solo
un espectáculo, sino una manera de ver el tiempo que nos une con sus líneas,
desde el nacimiento de este género en el país, hasta lo que hoy se pueden
presentar para las nuevas generaciones. Son las raíces culturales de Apure,
llevando risas y reflexiones a todos los que tienen la oportunidad de
disfrutarlo. Así, el teatro se erige como un medio poderoso para contar
historias, conectar generaciones y celebrar la identidad venezolana en todas
sus formas.
Fuentes Bibliográficas.
Barrios, Alba Lía. Sainetes
Venezolanos. Editorial. Fundación Editorial El perro y la raza. Caracas.
Venezuela, 2009.
Barrios, Alba Lía, Carmen Mannarino, Enrique Izaguirre. Dramaturgia Venezolana del siglo XX.
Editorial. Ediciones Centro Venezolano del ITI-UNESCO. Caracas. Venezuela, 1997.
Caracas, 03 de noviembre de 2025

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