| Estreno de Macbeth, Teatro Baralt. Al centro, Marlene Nava. Foto Juan Mantilla. |
Maracaibo, siempre… no hubo evento, noticia o acontecimiento de pleno interés cívico que le resultare ajeno. Mucho menos si involucraba los términos semejantes, Arte y Cultura. Por ello estuvo siempre junto con nosotros, la gente de teatro ora en la Sociedad Dramática de Enrique León, o en las piezas de The Maracaibo’s Players, o en los espectáculos de Clemente Izaguirre en la Plaza Baralt, o con Yazmina Jiménez, Ilya Izaguirre y Fernando Acosta en el Grupo Mampara, o con la heredad teatral de la maestra Inés Laredo con Juanita Inciarte, Adelfa Giovanni y Marucha Antúnez en el Teatro Comunitario Luciteño “Tablón”. También Marlene Nava figuró como protagonista en los procesos de restauración y puesta en pleno funcionamiento del Teatro Baralt. Fue ella quien instigó a Siglic Gutiérrez para que cimentara una documentación seria sobre la Historia del Teatro en el Zulia. Por oficio era una militante activa del quehacer teatral en el Zulia. No era extraño conseguir de visita en su Casa Günther a Henri Semprún y las Señoras de Maracaibo. Con el actor José Luis Montero fraguaba la escritura de lo que sería su primer monólogo estrenado. Jesús Lombardi nos integró a ambos como parte de su equipo asesor en su gestión como director general del Teatro Baralt, dados nuestros profundos vínculos con la acción teatral y cultural zuliana. Esa era la inmensa Mujer de Teatro que se nos fue, como la lluvia entre las alas, el pasado martes 16 de diciembre aciago. Por estos motivos, amén de muchos otros que serán memoria recurrente, jamás olvido, he tenido a bien solicitar a mis sendos editores, Julio Reyes, de Noticia Al Día y Pablo García Gámez, del blog Miradas al Escenario para que nos hagan el inconmensurable favor de publicarnos ésta, La Última Crítica de Marlene Beatriz Nava Oquendo. Tan brillante y sabia.
Macbeth: fait accompli*
Marlene Nava
¿Macbeth?, pregunté con sorpresa.
Y mientras José Luis relataba con entusiasmo el proyecto de montar la obra
shakespereana, mi memoria se ubicó en los años cincuenta. El salón de clases
miraba hacia las colinas del norte. Esa tarde transcurría lenta mientas sister
Claudia, la profesora de literatura inglesa, se afanaba por atiborrarnos de
pasiones oscuras y sentimientos deleznables de un drama lejano. Conceptos estos
poco digeribles para un puñado de adolescentes latinas que apenas chapuceaban
el idioma. No era divertida la perspectiva de pasar a un proscenio en
Connecticut para ver esta tragedia representada en un escenario.
Particularmente porque hasta ese día nuestras incursiones teatrales se habían
limitado a dos o tres revistas musicales de esas que inundan Broadway en cada
temporada; un show de vaudeville en el que nos habíamos colado y El Sueño de
una noche de verano, una historia de amor también de Shakespeare, ribeteada
de hadas y de atmósferas primaverales. Mucho más apropiado para jóvenes recién
salidas de la pubertad.
Sin embargo, Macbeth se quedó sembrado en mi alma, con sus conflictos pasionales y sus abismos espirituales, desde las voces de sister Claudia. Quizás ya para entonces me enamoraba la preciosa musicalidad de la lengua versada al modo del medioevo. O tal vez porque en afanosa jaculatoria nos dejó la convicción de que esta –Macbeth- era la obra cumbre de la literatura inglesa, universal y profundamente humana.
¿Macbeth?, volví a preguntar. ¿Aquí?
Para entonces, ya pensaba que era un atrevimiento.
Desde aquella cátedra, había sabido que esta notable pieza ha venido ocupando los estrados de las más importantes salas del mundo desde comienzos del 1600, cuando se representó por primera vez ante el rey de Escocia, Jacobo I. Muchos de estos teatros se encuentran en las mecas del teatro mundial, el West End de Londres, y en la zona de Broadway, en Nueva York. También nos contó que de este drama se han realizado producciones épicas, que se ha adaptado al cine y a la ópera. Y que lo han protagonizado los grandes actores de todos los tiempos.
¿Macbeth? Yo no salía de mi asombro.
Pero llegó ese martes 4 de noviembre.
Maracaibo, expectante, cubrió una audiencia satisfactoria.
Y esa noche, desde la penumbra, despertaba el escenario, desperezándose a la
voz de una bruja solapada y melosa que lanzaba seductoras premoniciones… serás
rey.
Dos figuras se movieron en las sombras, emergiendo de un contrapunteo de voces.
El presagio de la bruja da inicio al drama. Y escarba en el alma de Macbeth
hasta alcanzar oscuros y recónditos rincones atizando la codicia y las ansias
de poder.
Y entonces comprendí; Macbeth en Maracaibo no era un atrevimiento. Era
un reto. Uno más de esta nueva visión de crecimiento y expansión más allá de
las fronteras tangibles e intangibles. Uno más de este nuevo modelo de gestión.
En razón de este hecho, el montaje estuvo signado por la economía. Economía de
recursos, de espacios, de tiempos, de elenco, de personal y hasta de
herramientas técnicas.
La primera señal de esta intención fue la escenografía, de severa concepción
minimalista. El uso del mínimo requerido evidenció los rasgos de esa
corriente centrada en la simplicidad, la funcionalidad y la reducción de
elementos superfluos. Y en ese intento de quedarse con lo esencial se extremó
esta concepción e hizo del escenario un nada oscuro y desapercibido. Tuvo un
inconveniente importante esta anulación del ambiente: dificultó las salidas y
los cambios de atuendos, un vestuario bien concebido y logrado por Romer
Urdaneta. Paralelamente, los cambios de escena se suscitaban desde los
parlamentos. Y la atmosfera tenebrosa tuvo mayor relación con el trabajo de
iluminación, muy bien llevado por José Luis Cabrita, y el encuentro entre los
sombríos vestuarios (a excepción de los brillantes atuendos reales que
contrastaban con aquellos) y la penumbra reinante.
El mecanismo del ahorro también se aplicó al elenco. Una sola bruja
lanzaba las predicciones sobre el futuro de Macbeth, en estupenda
interpretación de Doris Chávez, de mágico cuño en las inflexiones de voz y el
lenguaje corporal. Que, en su caso, además, tuvo la responsabilidad de
dos papeles de alta gama -Interpretó también a Lady Macbeth-. Y no era fácil
esa transformación de dos caracteres tan disímiles, la bruja insidiosa,
maléfica, áspera, que despierta infernales pensamientos de envidia, codicia y
muerte. Y la sensual, femenina, argucia de Lady Macbeth. Fue un trabajo
complejo que, a ratos, sobrepasó su enorme talento.
Particularmente
al final, cuando –Eva al fin- desafía la virilidad de Macbeth y lo induce al
crimen.
De hecho, la actuación de los dos protagonistas da estructura y fuerza al
montaje. José Luis Montero se torna el corazón del drama. El bien y el mal se
aposentan en sus gestos, en sus palabras, en su tono, en su sangre y fluyen en
alternancia rompiendo sus esquemas para asumirse Macbeth. Y con él, se trasmuta
en una sola esencia. Aquel de talla grande parado allí era el hombre fuerte
vencido por sus propios demonios. Las inflexiones de su voz daban cuenta de sus
dudas. El alma de José Luis atrapa el momento cumbre del conflicto en el que se
quiebran los límites morales y hay una rendición total a la ambición de poder;
dejando una vez más huella de su estirpe de actor. ¡Chapeaux!
Destaca en primer plano la música, que actuó como cicerone de la obra, profeta
del clima por venir de mesurado a pasional, de lúgubre a transparente. El
piano, en manos de Ana Medina, fue la batuta propiciadora de todos los
movimientos, de toda la atmósfera, de todos los desencuentros, de todos los
maleficios, de todos los crímenes y de todo el dolor. Aplausos.
Sorprende la ausencia de un personaje al que Shakespeare parecía tener en alta
estima y al que usó como catalizador de las tensiones causadas por la tragedia.
Se trata del portero, gentil y lleno de humor. Nos hizo sentir el director de
este montaje, Alfredo Peñuela, que su interés se centró en poner de relieve la
tragedia, en el drama sin paliativos. Podría ser una razón.
Por el contrario, se presenta como un sinsentido la escena de la joven cargando
un bebé, como elemento anunciador de la muerte de los hijos. Suceso reseñado
posteriormente.
También Ana Medina tuvo a su cargo un elemento de gran acierto y mejor logro: el uso de coros, al estilo de las representaciones griegas. Y aparentemente con la misma finalidad en la tragedia griega, el coro estaba formado por un grupo de intérpretes que cantaban y danzaban para comentar la acción. Integraban como una especie de personaje colectivo, que representaba la comunidad. El vecindario, pues. Que aclaraba, opinaba, daba más detalles o fijaba posiciones. Aquí lo vimos, muy bien logrado, muy acoplado, muy sobrio, MUY…
El montaje original de Macbeth presenta tres lugares clave. El páramo, o campo de batalla, el castillo de Macbeth y el salón del banquete. La dirección comprimió todos los acontecimientos en un bloque, cuya narrativa –sin embargo- mantuvo la coherencia y el sentido original de crear un clima de culpas, muerte, ambición.
Es Lady Macbeth quien define el desenlace al desafiar la virilidad de su esposo. Porque se produce la ruptura total. Macbeth adquiere la voz de mando que solo solía aplicar en los campos del batalles, rechaza los llamados éticos, deja atrás el miedo a los castigos tanto físicos como morales y se vuelve frío, distante. Así, en tono alto, tiránico, imperativo, surge de él -acentuando cada palabra- su última grase: “Fingid un rostro afable, debe el falso rostro ocultar lo que sabe el falso corazón”.
Llega al fin la venganza, Macbeth es asesinado. El hijo del rey Duncan, Malcolm, asume el poder. Y todas las voces (lores, soldados y siervos) lo aclaman: “¡Salve Rey de Escocia¡ (All Hail, King of Scotland)”.
Y entonces Macbeth en Maracaibo dejó de parecerme una osadía. Y comprobé que ciertamente había sido un reto.
En Maracaibo, siempre.
Marlene Nava Oquendo
*Fait accompli es una expresión francesa que se traduce como "hecho consumado" y se refiere a algo que ya se ha realizado de manera irreversible y que, por lo tanto, no puede ser cambiado ni cuestionado por quienes se ven afectados por ello. Se utiliza para describir una situación que, una vez completada, tiene consecuencias que subsisten, sin importar si hubo autorización previa o si los involucrados están o no de acuerdo. Wikipedia.
Para algunos detalles de la obra se pidió apoyo a Gemini, IA.

Excelente crítica para recordada periodista y crítica cultural la Sra. Marlene Nava. Quien Fue llevando los acontecimientos y acciones de la historia en todas las peripecia que va teniendo la trama de Macbeth.Marlene se fue con su buena suma de años ante la dolencias de su cuerpo . Nos dejó su crítica. Gracias a la publicación de su colega y crítico cultural Alexis Blanco que hace realidad ese maravilloso escrito para Miradas al Escenario y otros medios.
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