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31.8.25

Barcelona: El Remedio, por Graciela S. Mitchell

El Remedio

 


Graciela S. Mitchell

El Remedio es un sainete salido de la pluma del dramaturgo anzoatiguense Jesús Benjamín Farías.  La obra introduce al espectador en la casa y la vida de una familia margariteña mostrando costumbres sociales de muchos orientales. El centro del conflicto es la fe de Florentina (Ximena González) en los remedios recetados por la faculta del pueblo poniéndola por encima de los médicos y la insistencia de sus hermanos Florencia (Milagros Díaz) y José Herminio (Francisco Nayati) por hacerla entender, con palabras y tretas, que la ciencia médica es el mejor camino para mejorar la salud.

Esta propuesta escénica de la agrupación Tabla Abierta de Barcelona, Anzoátegui, emplea elementos escenográficos y de utilería sencillos: una mesa, una mecedora, sillas, algunos utensilios y un cuadro de la Virgen, indispensable en cualquier sala margariteña; éstos apoyados con música de la región, hacen que los espectadores se ubiquen con facilidad en el contexto sociocultural sugerido por el autor.

La caracterización de los actores fue ayudada por un vestuario acorde con la región y una propuesta de maquillaje, en algunos personajes algo exagerada, pero que evidenciaba características propias de los sainetes venezolanos.  El dialecto empleado, la complicidad entre los personajes y el ritmo escénico confluyen para darle valor a la puesta en escena.

Bajo la dirección del mismo Jesús Benjamín Farías, la representación de los personajes, así como las ocurrencias propias del texto, permiten al público identificarse, de una u otra manera, con las situaciones que ocurren en escena. Es que en esta obra se encuentran personajes para todos, como en el caso de Agapito (Franco Miura), y Petra Dominga (Laura Gómez), las visitas constantes a la casa, que sin ser familia siempre están presentes.  Mary Blanca (Natalia Vetencourt) y Vallita (Valeria Fajardo), proyectan la picardía y la inocencia de los niños, recordándonos la alegría de los juegos de “stop” para pasar el rato.  Los achaques y actitudes de Florentina hicieron afirmar a la chica del lado de mi asiento: “Igualita a mi abuela”.

Sin duda El Remedio es una oportunidad para disfrutar el retrato de la región oriental en la escena, a través de arraigadas costumbres sociales. Es una pastilla para la risa y el disfrute, como lo evidencia el público que llenó el Teatro Juan Antonio Cajigal, durante esta representación en el Festival Venezolano de Teatro 2025. 

30.8.25

Rengifo en Femenino, sin petróleo ni federación. Por Bartolomé Cavallo.

 Rengifo en Femenino, sin petróleo ni federación



Asistí el viernes 29 de agosto de 2025 al Conservatorio de Música de Maracay para ver la obra Rengifo en Femenino, una versión de César Rengifo con el elenco del Teatro Estable de Maracay, en el marco del Festival Nacional de teatro de Venezuela.

Como no me llegó la ficha desconozco el nombre de las actrices y la dirección. Solo tengo como referencia a César Rengifo en sus diferentes etapas: la indígena, la federativa y la petrolera. En tal sentido, no tengo con precisión los extractos que se tomaron para armar un espectáculo de una hora de duración, solo que se reconocen los textos más emblemáticos por sus particularidades.

Rengifo (14 de mayo de 1915 - 02 de noviembre de 1980) pintor y dramaturgo, supo exponer muy bien básicamente tres etapas, que las integrantes del TEM tomaron como pretexto para esta obra. Con un leit motiv que sirve para empezar y pasar de una obra a la otra, nos encontramos con un espectáculo –ya fue montado hace varios años- inacabado, lineal y simple en dispositivo y en actuación. El espacio tampoco ayuda para la voz pero casi todas estuvieron sin tesitura teatral, sobre todo quien hizo de Brusca; externa, gritona y sin propiedades para el drama. Hay que estar pendiente del público que uno mismo trae.


Recuerdo que en uno de esos festivales nacionales, se escogieron diez textos por concurso y cada dramaturgo ganador decía qué grupo prefería que le montara su obra. Julio Jáuregui fue uno de esos diez seleccionados y optó por que el grupo La Misere, de Maracay, donde yo participaba como actor, le escenificara su trabajo para llevarlo a Caracas. Ese festival se montaba con todos los aditamentos técnicos, en teatros bien equipados y con un aporte a la producción. No estoy comparando, solo colocando elementos para poder evaluar lo que se está haciendo ahora en Aragua. Rengifo en Femenino se está mostrando o está optando para ser representada en Caracas en noviembre. Porque si es así, lo que va a ver la gente de la capital dudará de lo que se está haciendo teatralmente en Maracay.

Ahora bien, para qué sirve un festival de teatro; es la posibilidad de auscultar cómo está, en este caso, la organización, la dramaturgia, los directores, la actuación, la parte técnica, entre otras características, que nos darían el pulso de nuestro movimiento teatral. Se me ocurre que deberíamos comenzar con el análisis a los directores y después veremos.

Bartolomé Cavallo. Alumno de Ramón Lameda.

En comunión con el arte, por Patricia Jiménez

 En comunión con el arte

 

Patricia Jiménez

Cualquiera sea la creencia o, incluso, el agnosticismo y hasta el ateísmo de una persona, su acercamiento a un espacio ceremonial o de culto suele ser siempre respetuoso. Lo mismo si entramos a una iglesia que a una ermita, una basílica, mezquita, capilla, catedral, templo ortodoxo, sinagoga, mandir, pagoda, santuario, terreiro, humfo, casa de santo… o si asistimos a un ritual al aire libre, ¿cómo nos indica el sentido común que debemos comportarnos? Seguramente en silencio, sin perturbar la paz y la conexión de los demás con su fe, absteniéndonos de tomar fotos o responder teléfonos, evitando llamar la atención por el menor gesto fuera de lugar, cubriéndonos alguna parte del cuerpo, o retirándonos el sombrero, la gorra, el calzado u otra prenda de significado importante para la tradición cultural que nos recibe. Observamos, nos mimetizamos con la colectividad en lo posible, agradecemos haber podido penetrar esa dimensión y actuamos con delicadeza. No importa si pertenecemos a aquel grupo social o si andamos de turistas, de curiosos, de buscadores de un banquito o una sombra donde descansar. Una vez allí, modulamos nuestras maneras propias para no ser disonantes. Pareciera, entonces, que ese sentido de la educación es bastante instintivo.

Foto toma https://www.espinof.com/en-rodaje/te-molesta-el-uso-de-telefonos-moviles-cuando-ves-una-pelicula-apple-prepara-un-modo-cine








Se me ocurre que deberíamos trasladar las salas de teatro, los cines, las tertulias, los conciertos y presentaciones artísticas a centros religiosos, a ver si el público se muestra más considerado para con los artistas que ofician el espectáculo y con el resto de la audiencia. La estoy pasando mal cuando asisto a estos eventos culturales en los que no quisiera que nada me desconcentrase, ni el celular que siento vibrar cerca, mucho menos el susurro (a veces ni tanto) de quien lo contesta, ni la luz de la pantalla de alguien un par de filas delante de mí, ni el comentario de uno que tengo sentado detrás, la risa estridente de otros incapaces de constreñirse igualito que harían con la tos o el estornudo, el chirrido de un paquete que se abre, el crujido de una boca masticando. Es una mezcla de egoísmo y vanidad, porque hay de todo.

He reconocido, entre esos inadecuados espectadores, a gente con reconocimientos y títulos que van al teatro para figurar, para ser saludados y vistos, alardear de sus muchos o pocos conocimientos sobre la obra que se exhibe. Graban, fotografían, ríen estruendosamente, explican un texto en voz alta, gesticulan… se hacen notar. Qué pena, ¿eh? Es triste que necesiten tal cosa, pobres de espiritualidad y de espíritu.

Crecí en un pueblo donde los domingos se juntaban teatreros, trovadores, repentistas, declamadores, poetas… Los niños y los mayores nos sentábamos a escuchar, nadie rodaba la silla; el silencio era sacro. El que llegaba tarde se quedaba de pie al fondo, y aprovechaba para acomodarse en el pedacito de los aplausos. Los perros se echaban en el piso, tranquilos. Si se preparaba jugo, casi siempre de tamarindo, había que hacerlo antes, para que no fuera a sonar la licuadora. Después de todas las actuaciones, a la hora de hablar, se pedía permiso y se armaba una conversa, y nos íbamos luego entonando un corito. De ahí debe haberme quedado esta añoranza, pero también esta certeza de que es sí es posible disfrutar a plenitud.

Foto autorizada bajo  referencia a licencia: Creative Commons Genérica de Atribución/Compartir-Igual 3.0.

Esa actitud de humildad y de amor, pues de eso se trata, no podemos dejarla a la voluntad de la sociedad. Es responsabilidad de las instituciones y del propio gremio cultural incentivar esa reflexión sobre el respeto al quehacer artístico. Así como se regulan otros comportamientos sociales, se deben diseñar soluciones para persuadir al público de ser más empático. ¿Por qué no brindar una sesión para fotos al terminar la función? ¿Es factible destinar puestos especiales cerca de la salida para quienes estén sujetos a posibles avisos de emergencia y deban contestar una eventual llamada? ¿Puede colocarse algún personal de sala que controle cualquier violación a las indicaciones dadas? Quien desee tomar notas, ¿qué tal si juega a garabatearlas en un cuaderno, a oscuras? ¡Es divertido!  Al principio, quizás algunos no lo perciban como lo más confortable, pero sin dudas es un derecho de todos el comulgar en paz, como el Arte manda.

Caracas, 30 de agosto de 2025

Crítica y Guía de Estudio de Eva Cristina Vásquez sobre Rouge Cabaret, texto de Lolimar Suárez Ayala


La teatrera y académica puertorriqueña Eva Cristina Vásquez escribe para la revista literaria digital EntreTmas (NY) una interpretación de Rouge Cabaret de la dramaturga venezolana Lolimar Suárez Ayala, a la vez que desarrolla una Guía de Estudio para alumnos e interesados.  A continuacion los enlaces:

CRÍTICA Y TEXTO DE ROUGE CABARET





GUÍA DE ESTUDIO:



ENLACE A LA PORTADA DE ENTRETMAS


29.8.25

Puerto La Cruz: Cuando las hojas hablan, por Graciela S. Mitchell

 Cuando las hojas hablan

Graciela S. Mitchell

Entrar a una sala de teatro siempre es un encuentro con un mundo desconocido, que te envuelve y se transforma cuando los hacedores de teatro convierten el espacio en un universo de sueños. Ver telas que caen desde la nada, macetas rodeadas con hojas, un almohadón, una gran bola de estambre, juguetes, una pantalla de proyección, una luz tenue y el espectador comienza a sentir la calidez de una sala de estar. La música que acompaña el juego de la Gata Marilia es el pasaje sin retorno a disfrutar de una hermosa historia que invita al cuidado del planeta.

Cuando las hojas hablan es escrita por Régulo Poyer y dirigida por Sol Ramírez.  Cuenta la historia del Perro Feliciano (Juan Ramírez) y la Gata Marilia (Valentina Pino) que al escuchar los susurros de la vegetación del jardín develan el secreto de la huelga mundial de todas las plantas, y es así, que unidos con la Paloma China (Sol Ramírez) y la Gallina Sofía (Gina Chacón) emprenden la misión de rescatar al mundo invitando a tomar medidas personales para generar el cambio.

Los Guachirongos, representados por Leilaní Ramírez y Luis Bello, son dos personajes mágicos, que entrelazan la realidad con la ficcionario, sacados de las tradiciones andinas y larenses, se convierten en un vínculo del espectador con la trama de la obra; sus vestuarios muestran aspectos tradicionales de los atuendos venezolanos y se convierten en una metáfora en lo que vamos dejando atrás al alejarnos de los más puro de la siembra. Para la humanización de los distintos personajes, se incluyeron elementos que junto con las actuaciones permitieron una caracterización creíble dentro de la fantasía propia del teatro.

Este divertido trabajo infantil que toca la conciencia de los adultos, pertenece a la agrupación Producciones Alrevés, de Puerto La Cruz; fue presentada en el marco del Festival de Teatro Venezolano, con una gran receptividad del público presente.  Demostró con risas y aplausos la satisfacción de disfrutar un excelente trabajo artístico.

Maracaibo: El Festival Nacional de Teatro 2025 reflexiona sobre el arte escénico, por Alexis Blanco

 El Festival Nacional de Teatro 2025 reflexiona sobre el arte escénico

 Noticia Al Día participa activamente en las actividades de una fiesta que concita artífices y ciudadanos a través del hechizo y la magia de la poesía teatral. Un centenar de actores y actrices dan vida a una experiencia sobre la que se produjo una jornada de reflexión colectiva, la cual es reseñada, en exclusiva, por nuestro cronista y colaborador cultural, Alexis Blanco.


Por Alexis Blanco

TOPARQUÍA BENDITA…No recuerdo si fue Manuel Suzzarini, o Aníbal Molina Blanchard, o Tito Córdova, tres de mis profesores de periodismo más eruditos en ética e historia, quienes nos instigaron a indagar profundamente dentro del pensamiento “Robinsoniano”, para explorar sus (para su época) muy atrevidas y revolucionarias ideas acerca del poder constituido en el seno del pueblo y para el pueblo.

De alguna manera, muy sutil y ajena, el dramaturgo Isaac Chocrón aludió la palabruja cuando escribió Simón, una obra de teatro que debería ser de obligatoria lectura en nuestras escuelas y liceos. Con los poetas, Blas Perozo Naveda, Ramón Elías Pérez, Tito Núñez y Antonio Pérez Esclarín, también hubo conversaciones donde la vida y obra de Simón Rodríguez, alias “Samuel Robinson”, generaba también inquietudes muy visionarias. En realidad, la palabra “Toparquía” no alborotó demasiado los pasillos de, digamos, el Instituto Pedagógico de Barquisimeto o los de las sendas escuelas de Educación de LUZ, la ULA o la UCV. Un tema tan utópico siempre será visto con reticencia por los “seres de ciencia”.

Imágenes de la Jornada sobre Teatro, jueves 28, en el MMAG.

La carta del 2 de febrero de 1847, remitida a su amigo, Anselmo Pineda, puede ser vista como una experienciada reflexión de Simón Rodríguez sobre el poder y la periferia. Es el texto donde, tal vez por única vez en sus textos conservados, él inventa el “concepto americano, republicano y federalista de “Toparquía”: poder del lugar. Territorio con voluntad. No “señorío local” (como señala la acepción del término en el diccionario), sino célula social y colectiva de voluntad política integrada en un tejido general o nacional del poder”, según nos cita el historiador Juan Antonio Calzadilla Arreaza.

Pero he aquí que las utopías ceden impetuosas al paso de la Humanidad in crescendo y así fue como encaramos esa categoría, Toparquía, el jueves pasado, en el Museo Municipal de Artes Gráficas, donde se nos convocó para un trascendente evento de interés nacional: La Primera Jornada de Reflexión y Cartografía Teatral. Un evento organizado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura y la Compañía Nacional de Teatro, como chispa inicial del Festival Nacional de Teatro Venezolano 2025, un evento cultural de gran envergadura que “celebra y renueva las artes escénicas en todo el país”, según refería Keyla González, directora del Gabinete Cultural Zulia, donde el evento comenzará hoy viernes, en el Teatro Baralt, en homenaje al maestro Romer Urdaneta, mientras que la versión nacional consagra un homenaje al finado maestro Asdrúbal Meléndez.

Romer Urdaneta, artista homenajeado en Maracaibo. (Foto AB)

Fue muy lindo y nutricio volver a vernos las caras, “reunidos en reunión y debatiendo”, para responder un conjunto de cinco largos cuestionarios donde se inquiere información atinente a todas las áreas y facetas vinculadas con el quehacer escénico criollo. Nadie necesitó ser un erudito en materia de Inteligencia Artificial para advertir ese cierto tono neutral que caracteriza a los contenidos solicitados al Chat GPT y sus sirenas afines. La IA es, por supuesto, una herramienta válida para concitar vuelos.

Y fue con Inteligencia Artificial que accesamos al concepto de TOPARQUÍA TEATRAL. Dice, cómplice invisible, Géminis, el chat de Google: “La toparquía tiene dos acepciones principales: por un lado, es el señorío o jurisdicción de un toparca, siendo que la RAE la define como “Dominio o señorío muy reducido”. Por otro lado, en la filosofía de Simón Rodríguez, es un concepto de autogobierno local y democracia directa donde las comunidades organizadas se autogestionan y toman sus propias decisiones, formando una red de voluntades que fortalece a la nación.”

Isidro Morillo, en el Baralt.

Alguien extrañó al inolvidable filologista experto en teatro, Godsuno Chela Flores, quien habría sonreído al escucharme leyendo: “La palabra proviene del griego topos (lugar) y arkhe (principio, poder), más el sufijo -ia (cualidad).”

También nos elevamos (en la mesa de debate que nos correspondió estábamos, casi como que jugando a la arqueología del ser, gente como el propio homenajeado, Romer Urdaneta, Nicanor Cifuentes Gómez, Freddy Marín, Adelfa Giovanny, Arnaldo Pirela Paredes (a quien vaticiné que sería elegido como el Delegado del Zulia ante esa suerte de congreso nacional que se efectuará en Caracas, en noviembre próximo), el joven Jonathan Camacaro, Álvaro Silva, Blanca Basabe, Mary Franco y otras compañeros y compañeras cuyos nombres escapan a una memoria fragmentada ahora. Yazmina Jiménez, Juana Inciarte, Álvaro Barros, Ilya Izaguirre, Stefany Bohórquez, Juliett de la Cruz, Leonardo Isea, Roxana Portillo, José Davalillo, Rafael Contreras, Reinaldo Sánchez, entre otros no menos clave.

Todos con una vasta experiencia confrontando ese rigor del oficio. El que, en su Hamlet, William Shakespeare perfila: “Ser o no ser, ésa es la cuestión. ¿Qué es más digno para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o tomar armas contra océanos de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas?”.Así enfocado, el espíritu de Simón Rodríguez deja a su magistral alumno en pleno Delirio sobre el Chimborazo para asumir con lúcido brío esta nueva Cátedra:“Poder del Pueblo: La toparquía significa el "poder de la gente de cada lugar" para resolver sus problemas concretos usando sus propios recursos. Democracia directa: Es una forma de democracia directa donde pequeñas comunidades o conglomerados toman decisiones sobre asuntos de su interés. 

Descentralización y autogobierno: Se centra en la organización territorial y la transferencia de poder a las comunidades locales, promoviendo su autogobierno. Comunas:La toparquía se concreta en el siglo XXI a través de las comunas, consideradas como células fundamentales de una sociedad que busca la participación ciudadana.  Confederación de voluntades: La reunión de varias toparquías a través de una confederación formaría un gobierno "perfecto" y constituiría una nación fortalecida…”. La Inteligencia Artificial podría ser el arma de los que tienen razón.

El imprescindible maestro brasileño, Augusto Boal, nos encaminaba: “Puede ser que el teatro no sea revolucionario en sí mismo, pero no tengan dudas: ¡Es un ensayo de la revolución!”. ¡Todos a una…!
Porque estoy convencido que es un error esa imagen de los artistas del teatro “yendo a las comunidades, a la comuna”. ¿A hacer qué? Cada conglomerado humano sabe y reconoce mejor que nadie lo que significan y representan sus propios mitos y secretos. El teatro es eso.

Recordaba yo al enorme Juan de Dios Martínez Suárez y su teoría del sancocho comunitario. Según nuestro “negrito de nación”, nada mejor que hacer en grupo una gran sopa, cocinarla justos, prepararla y comérsela juntos, bebiendo grato y conversando de problemas comunes y como resolverlos. Cada comunidad posee su propia teatralidad per se. Es menester dejarla fluir, ser, enriquecer…También recuerdo a aquel grupo teatral español llamado Noviembre, que se inventó una película para decirnos: “Quiero hacer teatro porque quiero hacer algo por mí y por los demás. Quiero hacer teatro porque creo que sirve para comunicarse entre los seres humanos, porque creo que puede ser un camino hacia el entendimiento y hacia la comprensión. Por eso…”.

También porque pienso que estamos viviendo una revolución. Una revolución muy asediada, vilipendiada, menospreciada, vuelta nada. En una nación increíblemente rica y hermosa a la que el imperialismo neoliberal quiere echarle garra a cualquier costo. Una doble guerra, económico-política e ideológica, donde solo el arte, en general, y el teatro, en particular pueden continuar siendo bastión y búnker de resistencia a ultranza. También porque además de pensar, milito y actúo como un artista de nuestro tiempo y en una patria que cada día más me exige ser constante. Sigo:

La hermosa Keyla González determinó aspectos fundamentales de toda esta gran fiesta que se gesta y realiza como una integral performance en torno a la PAZ: "El Festival Nacional de Teatro Venezolano no sólo es una oportunidad para que el público zuliano disfrute del talento de nuestros artistas y para que los creadores compartan sus propuestas, sino que nos arrojará datos sobre las condiciones actuales del quehacer escénico: qué tenemos, qué se está haciendo, dónde y con qué", añadiendo otras claves: "Estamos muy contentos con la respuesta, ya que se han inscrito más de 200 personas, representando a 97 agrupaciones de teatro, incluyendo grupos escolares, profesionales y emergentes".

La fiesta está en función. En escenarios importantes como el mencionado Teatro Baralt; el Instituto Municipal de Cultura de San Francisco "Juan de Dios Martínez"; el Centro Cultural y Recreativo Palmarejo; el Centro de Arte de Maracaibo "Lía Bermúdez" y el magnífico Parque Monumental Ana María Campos. "Tendremos obras de calidad como: Un Hombre se Prepara, Claroscuro, Teatro a la Carta, El Retador del Lago, Evasión en el Espejo, ¿Y Dónde Están los Libros?, La Flor de las Ilusiones y 5to Piso”, detalló Keyla González.

Desde otros reinos, la bienamada cómplice actriz dramaturga, María Elena Villasmil Suárez, me hace recordar a nuestra maestra, la francesa Ariane Mnouchkine, en un homenaje agregado para Romer Urdaneta: "En las grandes ciudades como París o Buenos Aires es increíble que la gente vaya al teatro, porque las personas salen del trabajo cansadas y en vez de ir a ver tonterías a la televisión, vienen a vernos y pagan. Creo que el teatro es una especie de milagro. En ese momento compartido con nosotros, los actores se ponen la máscara y los espectadores se la sacan. Compartir la comida es un signo de amistad, de ternura, tenemos ganas de que estén bien alimentados, de que no tengan hambre durante el espectáculo.

De que tengan tiempo de calmarse y de olvidarse de las situaciones conflictivas del día o de su trabajo. Creo que el teatro es, durante algunas horas, una utopía. 600 personas que respiran juntas, que no se matan, que no se pelean todo el tiempo, que se miran, que se hablan. El teatro es un reflejo de lo que el mundo podría ser". Luego leeremos todos ese poema de Ariane:

¡Auxilio!
Teatro, socórreme.
Duermo. Despiértame.
Estoy perdido en la oscuridad, guíame, al menos, hacia una luz.
Soy perezosa, avergüénzame.
Estoy cansado, estoy fatigado, levántame.
Soy indiferente, golpéame.
Sigo siendo indiferente, golpéame en el rostro.
Tengo miedo, dame coraje.
Soy ignorante, edúcame.
Soy monstruosa, humanízame.
Soy pretencioso, hazme morir de risa.
Soy cínica, desármame.
Soy tonto, transfórmame.
Soy mala, castígame.
Soy dominante y cruel, combáteme.
Soy pedante, búrlate de mí.
Soy vulgar, elévame.
Soy muda, desamordázame.
Ya no sueño, trátame de cobarde o de imbécil.
He olvidado, arroja sobre mí la memoria.
Me siento vieja y rancia, haz surgir la niñez.
Soy pesado, dame la música.
Soy triste, busca la alegría.
Soy sorda, haz aullar el dolor como una tempestad.
Me siento agitado, haz surgir la sabiduría.
Soy débil, enciende la amistad.
Soy ciega, convoca a todas las luces.
Estoy sometida por la fealdad, haz entrar la belleza conquistadora.
Fui arrastrado por el odio, haz surgir todas las fuerzas del amor.
Sí. La nueva era del Teatro Venezolano podría comenzar (“La tierra giró para acercarnos”, nos sopla Montejo) bajo el signo de esta palabra bendita: TOPARQUÍA.

Al fondo, Romer Urdaneta, en escena con Luis Carrero y Alexis Blanco
en Severa Vigilancia, de Jean Genet, en la sala baja del Bellas Artes, año 1976.

¡Salud!


(Alexis Blanco. Comuna de La Pastora.
Maracaibo, 28 de agosto de 2025)

Tomado de Noticia Al Día. 29 de agosto, 2025

“… y palabra” que sí, por Patricia Jiménez

 “… y palabra” que sí

Por Patricia Jiménez

Es un reto para la dramaturgia recrear biografías y acontecimientos célebres sin caer en los moldes maqueteados por el estudio obligatorio, y a veces reproductivo, de la historia, al tiempo de asegurar que la ficción no distorsione la verdad. Qué no se habrá dicho ya de Rómulo Gallegos, de su trayectoria y de sus obras, especialmente en Venezuela. Cómo convertir entonces referencias conocidas en vivencias nuevas, en fascinación y asombro. Dónde colocar el conflicto para tensar la trama y no servirle al público un relato tras otro con pocas consecuencias. Es difícil; lleva oficio y atrevimiento.

El domingo 24 de agosto de 2025 se presentó en el CELARG, por segundo día consecutivo, la pieza Rómulo Gallegos: selva, llano y palabra. Fue un acierto redondo, en el que se conjugaron la pluma de Yoyiana Ahumada, la dirección de Marisol Martínez, la actuación de un elenco de rigurosa calidad interpretativa y un equipo de producción a la altura de una puesta en escena que prestigia al teatro latinoamericano.

Quienes tuvimos la suerte de entrar a la sala, tras una fila serpenteante que desde las cuatro de la tarde fue alargándose en el lobby, nos encontramos con un escritor en el espacio íntimo de su creación, de sus tormentos, de su mundo familiar, sus ansiedades y preocupaciones. Sí, allí estaba Rómulo Gallegos frente a su máquina de escribir, junto a su esposa Teotiste, sin paredes, en una casa atravesada por los paisajes y la gente de su tierra. ¿Cuánto logrará equilibrar sus pasiones este hombre interpelado por la realidad de su pueblo, las voces ensordecedoras de su imaginación y su ternura febril?

La obra no intenta abarcar en extenso la vida del personaje, ni lo necesita para adentrarnos en su humanidad. No hay estridencias ni alardes, todo se ofrece en la medida sensorial justa: imágenes, proyecciones, danzas, luces, sonidos, volúmenes, desplazamientos… un zapateo diáfano de identidad venezolana indiscutible. Dos horas de mesurada e intrépida belleza. Eso nos llevamos.

Antes y después de la función, el público se acercaba a la mesita donde la editorial Sarrapia, en proyecto conjunto con la Fundación Rajatabla, exponía a la venta sus más recientes impresiones, ilustradas por el maestro Leonel Durán, de Doña Bárbara y Canaima. Algún asistente dijo a la salida: “Ahora, cuando lea otra vez estas novelas, voy a sentir más hondo a Venezuela”. Si el teatro ha conseguido esto, es porque ha sido Arte.

Una cita adicional ha sido programada para el sábado 30 de agosto en la misma sala, con entrada libre, en esa esquina donde Rómulo Gallegos sigue viviendo. Si vas, te lo encuentras. Yo misma lo vi, era él … y palabra, que sí.

Notas:

Sobre las tablas estuvieron los actores: Jesús Das Merces, Margareth Aliendres, José Gregorio Martínez, Jessica Arminio, Nathalie Tablante, Luis Palmero, a excepción de los dos primeros, en más de un rol, y los bailarines Carmarys Carrasco y Michell Muccerino.

Los diseños visuales y de sonido son originales y producidos por el estudio de grabación Manoa Audio con Washé. Se crearon composiciones propias para la obra, por Punto Azul.

El auspicio de Ridery y del Banco del Tesoro han permitido la difusión en varios escenarios nacionales de esta obra desde 2024, y del proyecto multidisciplinario en que se inserta.

Una recomendación al público, además de llegar temprano: Hay una escena en que el bailarín danza en el extremo derecho del escenario y quien se siente hacia ese lado podría perderse su ejecución porque una pata de cortina lo tapa. En lo posible, ubicarse más al centro o hacia la izquierda, aunque lo ideal sería que esto se resolviera por la dirección de escenografía.

Una sugerencia a la dirección general: Permitir al público aplaudir suficientemente la obra y a los actores. La interpretación de la canción por el trío Punto Azul como “ñapa” rompe el clima de emoción y sublimidad que prima entre los espectadores al finalizar la función, de un nivel artístico superior.

La foto-collage (segunda imagen en el texto) fue tomada de: https://letralia.com/agenda-pasados/2025/08/20/romulo-gallegos-selva-llano-y-palabra-teatro-celarg/



26.8.25

Tejedores de Sueños lleva al escenario los Crímenes Ejemplares, por Luis Gerardo Leal

Tejedores de Sueños lleva al escenario los Crímenes Ejemplares

 

Luis Gerardo Leal

El teatro en Lagunillas vuelve a brillar gracias al colectivo Tejedores de Sueños, que estrenó una adaptación escénica de Crímenes Ejemplares, el célebre libro del escritor hispano-mexicano Max Aub, convertido ahora en una pieza breve, mordaz y profundamente reflexiva.

La dramaturgia estuvo a cargo del periodista y creador escénico Luis Gerardo Leal, quien supo destilar el cinismo de Aub en una propuesta que, más allá de lo anecdótico, funciona como un espejo incómodo de la condición humana. La dirección recayó en Jhonathan Camacaro, responsable de dar forma y ritmo a un montaje que equilibra el misterio, la ironía y la fuerza expresiva de un elenco joven.

La obra parte de una premisa sencilla y al mismo tiempo inquietante: un juez interroga a cinco mujeres, todas sospechosas de un crimen. Cada una confiesa desde su propia perspectiva, sin miedo, sin remordimientos, como si el acto de matar pudiera justificarse con razones absurdas, excusas triviales o caprichos personales. Y ahí, en esa aparente ligereza, está la profundidad de la propuesta: mostrar cómo la injusticia es muchas veces maquillada con discursos que intentan darle legitimidad.

El trabajo de las actrices resulta clave: se apropiaron de personajes desbordados de ironía y humor negro, logrando que el público transitara entre la risa y la incomodidad. No hubo lugar para la indiferencia, detrás de cada confesión se oculta una verdad más dura: todos, en algún momento, buscamos excusas para lo injustificable.

El diseño escénico apostó por la sobriedad, generando una atmósfera cargada de misterio y tensión, donde la luz y los cuerpos fueron tan importantes como la palabra.  

Crímenes ejemplares se presenta como una alegoría sobre la justicia: limitada, frágil, enfrentada a un monstruo más grande y poderoso, la injusticia. Una obra corta, pero con la contundencia de un disparo certero; como la literatura de Aub, la puesta en escena no busca adornar, sino desnudar.

Las actuaciones de Michell Nava, Francchesca Camacaro, María Elena Sánchez, Kristal Santos, Emily Acosta y Noé Pirela, impregnaron de energía, misticismo y complicidad derrochando histrionismo y carácter.

Además, la presentación incluyó magistrales muestras musicales a cargo de las artistas locales Carol García, Yorgenis Navarro, Ritzabeth Matínez y Michelle Castejón, quienes con sus cantos complementaron el aura sensorial creada con la obra teatral.

Esta doble función, desarrolladas el 22 y 23 de agosto de 2025 en la sala de la Fundación Alas de Luz, demuestra por una parte el potencial artístico de Lagunillas y por otro, la necesidad de público por cada vez más teatro con calidad, autenticidad y profundidad temática.

Publicado por El Zaguán Paraute .Lagunillas, agosto de 2025.

Enlacehttps://elzaguanvive.blogspot.com/2025/08/tejedores-de-suenos-lleva-al-escenario.html?m=0

Teatro Viajero Artechisua (Escena 1), por William Leal

 Teatro Viajero Artechisua (Escena 1)

(William Leal describe la experiencia de llevar teatro a una comunidad en Belém do Pará, Brasil demostrando una iniciativa de 2015 para difundir el teatro más allá de las fronteras).  

“Sejam bem- vindos ao nosso bairro...” El grupo de personas espera en las sillas colocadas en una de las calles del barrio el inicio de la obra teatral Esclavos.  Al final los espectadores dialogan, pese a la barrera lingüística, con la actriz y el actor de Artechisua: Detsys Rodríguez y William Leal. Una noche de agosto de 2015 el barrio Terra Firme de la ciudad de Belém do Pará, Brasil, recibió a Artechisua Teatro Viajero.

Terra Firme ha hecho de la práctica artística (la comunidad ha creado grupos de cine, danza, literatura y teatro) una forma de organización y resistencia para encauzar sus problemas ante la indiferencia de las autoridades locales.

La obra Esclavos, dramaturgia y dirección de William Leal, muestra en 30 minutos como la esclavitud del siglo 19 pervive hoy bajo nuevos ropajes. En Brasil el último país del continente americano en abolir, al menos legalmente, la esclavitud (ocurrió en 1888) este es un tema sensible, controvertido y aún con heridas por sanar.  Terra Firme es un barrio propenso a inundaciones (Belém ciudad amazónica se halla rodeada por grandes ríos) que convierten en pantanos y riachuelos sus calles de tierra cuando llega la lluvia. En Terra Firme descendientes de esclavos, antiguos habitantes de calle, estudiantes y trabajadores se organizan en torno al teatro.

La casa de Eli Chaves, líder comunitario, payaso y actor, funciona como sede del grupo Teatro Ribalta allí los integrantes de la agrupación, habitantes de la comunidad, reciben formación teatral de parte de Eli y teatristas de otras comunidades. Artechisua arribó a Terra Firme de la mano de Casa Preta colectivo artístico cultural, del vecino barrio de Canudos, que resalta la cultura afrobrasilera y nos brindó tanto hospedaje como alimentación en Belém. (un futuro artículo nos adentrará en Casa Preta).

La calle adyacente a la casa de Eli se transformó en escenario para recibir al grupo de teatro venezolano Artechisua Teatro Viajero, el entusiasmo originado por la visita de un colectivo artístico foráneo al barrio Terra Firme produjo una segunda presentación tres días después. Con el teatro nos adentramos al Brasil profundo aquel que no es promocionado como destino turístico y que al contrario muchas veces es demonizado en medios, redes sociales o grandes portales digitales. Sin duda el teatro es una fuerza visibilizadora que facilita el acercamiento de los pueblos como lo demostró el encuentro de Artechisua Teatro Viajero de Venezuela con Teatro Ribalta y la comunidad del barrio Terra Firme en Belém do Pará, Brasil. Artechisua Teatro Viajero prosigue su ruta teatral por las comunidades de Nuestro Sur...

 (Fotos cortesía de la comunidad del barrio Terra Firme)

William Leal

San Cristóbal, agosto de 2025


25.8.25

¿Para quién escribo?, por José Luis Angarita Á.

¿Para quién escribo? 

José Luis Angarita Á. 

Cada vez que doy por terminado un texto, bien sea cuento, teatro, artículo e incluso algún poema perpetrado a la sombra, me surge la pregunta: ¿Para quién escribo?

No puedo precisar con exactitud el destinatario o destinatarios de mis ideas. El caso es que he descubierto que ese público que todos deseamos tocar con nuestras palabras e invenciones, puede ser cualquiera que se encuentre con nuestras obras, a la deriva o al garete, como diría Agustín Lara a María Bonita.

Lo más parecido que he podido encontrar a una respuesta es que, he escrito para mis maestros, mis profesores, demás familiares y amigos, pero sobre todo para mí mismo. Pienso que en la mayoría de los casos escribimos para nosotros, jueces implacables o tolerantes, según sea el caso, pero para nosotros.

Cada escritor debe ser la medida, el guarismo, de sí mismo. Compararse no es posible. Cuando está en formación, sin duda escribe para sus maestros, buscando la aprobación o aceptación necesarias para obtener confianza y fuerza y después lanzarse a la senda solitaria de la escritura.

No descarto que se escriba conscientemente para los otros, para un público generoso que queremos enamorar con frases e imágenes; público al que queremos hacer sentir y vivir lo que sienten nuestros personajes; pero estoy convencido de que siempre, aunque no lo sepamos (es decir, inconscientemente), nuestros textos son para nosotros.

Al escribir y revisar lo anterior me doy cuenta que hoy soy menos egoísta y escribo con la intención de convidar a la reflexión sobre el tema. Pero me surge otra pregunta parecida: ¿Para qué escribimos?…

Recuerdo que Hemingway dijo alguna vez, palabras más palabras menos, que se escribe para hablar con uno mismo. Eso remite a la misma conclusión a la que llegué unos párrafos atrás. Si escribo para hablar conmigo, yo soy mi público, es decir que escribo para mí.

De este diálogo interno perpetuo; desde esta introspección que disfraza nuestros monstruos de personajes e historias “ajenas” que dejamos salir de vez en cuando, es la fuente de nuestra creación.

En realidad… ¿importa para quién escribimos?

En publicidad, el público es muy importante, todo el esfuerzo va dirigido a éste; en el arte, actividad libre y subjetiva por fortuna, pienso que no tanto.

23.8.25

Claroscuro: El texto y el cuerpo como coautores

 


Como parte del Festival de Teatro Venezolano, 


este viernes 29 se presenta en Maracaibo 


el trabajo de Isidro Morillo.

 

Pablo García Gámez

Al centro de la escena, una imagen de grandes dimensiones: es la mitad de un tapiz wayuu.  El piso está cubierto de hojas y pétalos.  A la derecha del espectador, los músicos.  Es Claroscuro, con textos de Eduardo Marín, producida por Teatro Esencial e interpretada por Isidro Morillo.

Para aproximarse a este trabajo es necesaria una premisa propuesta en la Teoría del Performance del teatrero y académico Richard Schechner: “El suceso [la obra] en su totalidad puede parecer nuevo u original, pero sus partes se revelan como conductas restablecidas” (60), conductas que se repiten y se incorporan a la propuesta.  Claroscuro es eso: un conjunto de conductas absorbidas por el cuerpo del actor luego de pasar por un proceso de observación.

Observación.  Si la transmisión de conductas y conocimientos puede ser a través del archivo -documentos, grabaciones de audio o imagen, fotos, etc.- o del llamado repertorio -el aprendizaje por observación a otra persona o grupo- no cabe duda que este trabajo es resultado -al menos en su mayoría- de la observación de conductas aprendidas a través del repertorio.

El preámbulo resume una lectura de este montaje: es el resultado de la observación directa y la puesta en práctica de determinadas conductas para crear una dramaturgia física.

“Monologo de medias tintas, de luz, de sombra” señala la sinopsis. Claroscuro es la lectura de un espacio.  Un espacio llamado Maracaibo y que está compuesto por dos grandes grupos: la cultura heredada de occidente y la cultura wayuu.  Idealmente hay un equilibrio entre ellos; en la realidad, un grupo es hegemónico y el otro es subalterno.

Se inicia el ritual.  Suena una guitarra que acompaña y que más tarde interpreta acordes del Concierto de Aranjuez y de Drume Neguito, entre otros.  Aparece un personaje con vestuario de ermitaño o fraile (en la función que vimos hubo una variante: el actor iniciaba el performance dejando caer las hojas).  El anciano lleva un cayado que además funciona para marcar el ritmo de la pieza.  En sus parlamentos, este solitario busca la luz y propone sentir para conocer el misterio de vivir; el cuerpo experimenta el crujir de las hojas en los pies; con las manos, la textura de la escultura de madera que en la narración pasa a convertirse en cruz.

Segunda parte.  Percusión.  En escena Morillo se transforma en un cacique wayuu.  Si el vestuario del fraile contrasta, por ser monocromo, con el tapiz de la escenografía, el vestuario del segundo personaje extiende los tonos de la paleta del tapiz escenográfico.  El hombre se coloca un carraxi en la cabeza y al hacerlo, irradia dignidad.  El wayuu juega, protesta, se desplaza por la escena, ríe, se queja.  Con estas acciones se plantea un acto de resistencia basado en la investigación del intérprete: ofrece un detallado registro de un grupo étnico a veces señalado, de manera reduccionista como inexpresivo.

El personaje wayuu constantemente habla.  Sus parlamentos seducen por la expresividad que imprime a pesar de que los espectadores no entiendan la lengua.  A la pregunta del uso de la lengua del personaje, Morillo responde: “Eso no es ninguna lengua… es una interpretación de lo que puede ser wayuunaiki porque yo no hablo nadita de guajiro, sino que trato mas o menos por los sonidos que ellos hacen al pronunciar sus palabras.  A partir de esos sonidos empecé a explorar lo que se podía hacer en escena, partiendo de la improvisación” (Morillo).

El espectador está frente a una licencia del montaje al creer que es wayuunaki por la aproximación a través de ritmos, gestos y sonidos.  Parte del público al final de la función puede pensar haber estado ante un ritual wayuu “puro” que en realidad es un intento de acercamiento por parte del teatrero.  La mayoría del grupo hegemónico, a pesar de vivir con la minoría, no identifica las palabras de esa lengua otra.  La obra le invita a observar y escuchar, sentir ese espacio llamado Maracaibo.  La dramaturgia física se impone para que ocurra algo inusual en este rito de celebración: cada espectador estructura una historia haciéndolo cocreador de esta parte de Claroscuro.

El trabajo, sencillo y complejo a la vez, de pocos elementos como el escenográfico, diseñado por Eduardo Marín; el vestuario, realizado por Isidro Morillo bajo la dirección compartida por Marín y Morillo.  Las esculturas de madera y otros elementos de utilería aparte del sentido estético que aportan tienen una finalidad funcional dentro de la pieza para la que fueron creados. Nada falta, nada sobra.

Pocas veces se tiene la oportunidad de ver un trabajo actoral como el de Isidro Morillo en Claroscuro.  El actor sale a escena con una energía que va in crescendo.  Posee un dominio del cuerpo que le permite el manejo del ritmo, así como un extenso registro de movimientos, de gestos y de la voz.  A ello se agregan las imágenes de gran plasticidad estética.  Por ello, en Claroscuro es una referencia en el teatro venezolano.

Claroscuro se presenta en el Teatro Baralt este viernes 29 de agosto de 2025, 7:00pm.

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