Otra nota sobre Oscuro, de noche
Desde el drama del distanciamiento, pasando por La
marquesa de Larkspur Lotion, transitando por Animales Feroces, de
Chocrón, y ahora, Oscuro, de noche, Leonardo Isea insiste con propuestas
cargadas de atmósfera trágicas, de urbes citadinas lúgubres y amordazadas por
la fragilidad de hombres con sus miserias humanas, con sus para bienes de
alegría y entusiasmo como por sus lamentos y dolores. Allí, Leonardo se ha
atrincherado en sus propuestas escénicas.
La obra, Oscuro, de Noche, de García Gámez, en su temática no es
novedosa, observándola en frío y centrada en el desasosiego de la urbe caraqueña,
pero que podría ser cualquier urbe latinoamericana. Sin embargo, es importante
acreditarle a García Gámez, la introducción de las inter subjetividades,
enfoque y episteme que se centra en perfecciones e imperfecciones, de
caprichos, anhelos, halagos, dudas, certezas e incertidumbres del ser humano,
dónde cada uno, desde lo cualitativo, proponen y recrean cada uno una visión de
ver la vida. Imaginar a ocho transeúntes describiendo cada uno desde su verdad
un accidente de tránsito visto por los ocho u once personajes. Puras
perspectivas e inferencias, donde la única verdad, fue que hubo un accidente de
tránsito. Algo se atina a vislumbrar en el joven enamorado de una chica como
por el afán de tener la moto como un bien material y de disfrute que lo conduce
a perder la vida de forma violenta y, entre un grupo de personajes que
describen inter subjetivamente el cómo fue, sin dejar de tener certezas y
ambigüedades. Aquí se impone la Inter subjetividad como una forma de
interpretar la tragedia y la vida. No es una visión, son muchas, delimitadas
por ámbitos de acción y totalmente válidas.
Las actuaciones, a pesar de ser la primera función no se vieron forzadas ni
rebuscadas. Por el contrario, prevalece la verosimilitud y personajes con
prístina transparencia. Alexis Blanco, Tomás, un legítimo prostático y chismoso
exagerado. Breves entradas de este personaje que susurra el recuerdo de
cualquier vecino de esa extirpe. Diana Labrador, madre y abuela orgullosamente
abnegada y crédula. Néstor Parra, Cristóbal, padre de Kenny. Este padre se
presentó orgulloso de su hijo, con ligeras inquietudes del futuro de su hijo
con una moto. Extraordinario y sudado esfuerzo hasta el final casi
melodramático. Roxana Portillo, Zenobia, madrastra de Kenny, angustia,
incertidumbre y complicidad tácita. Maribel Granadillo, destreza entre la
complicidad, angustia y cobardía. Ángel Eyzaga, Kenny, el infeliz osado joven
que apuesta por la moto, al estar con los panas de igual a igual, a retar el
peligro y, la inevitable muerte. Estefany Salas, La Maga, novia contemporánea
en gustos, retos, acompañando un triste final. La sorpresiva, creíble y
necesaria aparición de José Luís Davalillo como periodista. Ángel Marín,
garante de hilo conductor, por momentos visible, por momentos invisible. Motor
necesario como hilador de la trama. La sorpresiva y cálida aparición de Rafael
Contreras como el funcionario forense y funerario le dio un toque humano. Y
Leonardo Isea como Cuatriboleao y en la dirección general. Extirpe de malandro
valiente, hablador de más y cobarde de los cerros de Caracas.
La obra en general se me presenta como escenas y cuadros cinematográficos. Pero
los lazos del cine se diluyen entre el reiterado discurso del payaso, la
reiteración de palabras y momentos de algunos personajes, el aplastante y
excesivo uso del black out como tránsito. La obra bien puede quedar así o
revisar la puesta en escena. También es menester hacer un pequeño esfuerzo en
invertir más en utilería y escenografía. La urna no es nada creíble. Puesta
bien arreglada y organizada. Comparto estas observaciones críticas en la
distancia.
Marvin Pirela.
Julio 2025
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