Un punto
de vista:
La reconstrucción social
desde la pedagogía teatral
por Carlos Rojas
Especial para Miradas
al Escenario
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Obra Discurso de Promoción (Yuyachkani) Dir. Miguel Rubio. Foto cortesía: Jorge Ochoa |
En América Latina,
hablar de reparación social implica adentrarse en un terreno plagado de
contradicciones. Las políticas oficiales, cuando existen, suelen limitarse a un
marco legal o administrativo que pretende “cerrar heridas” con indemnizaciones,
programas asistenciales o comisiones de verdad.
Sin embargo, ese
enfoque, aun siendo necesario, resulta insuficiente porque reduce la
complejidad de la reparación a una transacción técnica o burocrática, cuando lo
que está en juego es mucho más profundo: la reconstrucción de la dignidad, la
recomposición del tejido comunitario y la reactivación de memorias históricas
que han sido negadas o distorsionadas o invisibilizadas.
Las heridas sociales
en nuestro continente no son abstractas. Tienen nombre propio: colonización,
esclavitud, dictaduras militares, desplazamientos forzados, racismo
estructural, violencia de género, desapariciones y genocidios culturales. Cada
una de estas violencias ha dejado marcas en los cuerpos, en las lenguas, en las
subjetividades y en las formas de relación entre los pueblos.
De ahí que la
reparación no pueda reducirse a un expediente judicial o a un pago económico.
No se trata sólo de restituir derechos en términos legales, sino de abrir un
horizonte de justicia cultural y pedagógica capaz de transformar las
condiciones que hicieron posible la opresión.
En este sentido, la
pedagogía teatral ofrece una vía imprescindible. Paulo Freire lo advirtió con
claridad: la educación nunca es neutra, siempre está situada en una relación de
poder. Educar puede ser domesticar o puede ser liberar.
Bajo esta perspectiva, la reparación social pasa necesariamente por procesos educativos que no repitan las lógicas verticales del Estado o del mercado, sino que habiliten la palabra y la acción de las comunidades. Reparar es, antes que nada, devolver a los sujetos históricos la capacidad de narrarse, de decir su verdad, de ocupar un lugar en la historia.
Obra Sin título, técnica mixta (Yuyachkani) Dir. Miguel Rubio. Foto cortesía: Musuk Nolte
Aquí el arte escénico
adquiere una relevancia política y pedagógica decisiva. El teatro, la danza, la
música y las formas performativas comunitarias no son simples recursos de
entretenimiento o conservación patrimonial; son espacios donde la memoria se actualiza,
donde lo silenciado encuentra voz y donde la imaginación colectiva ensaya
futuros posibles.
Una comunidad que se
organiza para crear teatro no está “reviviendo tradición”, sino construyendo un
espacio de resistencia frente a la historia. En ese gesto escénico se
reconfiguran los vínculos, se reconocen las heridas y se ensaya la posibilidad
de una vida común distinta.
Además, el arte posee
una potencia particular que el derecho o la política institucional no alcanzan:
la capacidad de afectar sensibilidades. El juicio dicta una sentencia, pero no
necesariamente transforma la manera en que una comunidad siente, recuerda o se
reconoce a sí misma.
Obra Discurso de Promoción (Yuyachkani) Dir. Miguel Rubio. Foto cortesía: Musuk Nolte
Cuando comunidades
indígenas, afrodescendientes, campesinas o urbanas producen sus propias
prácticas artísticas, lo que está en juego no es la “conservación de
tradiciones” en un sentido museográfico, sino la afirmación de una voz que
históricamente ha sido silenciada.
Se trata de re-narrar el mundo desde el propio lugar, de transmitir valores y cosmovisiones que han sido negadas por siglos de colonialidad, y de hacerlo en un lenguaje que combina memoria, creación y política. El escenario se convierte entonces en un territorio simbólico de reapropiación y justicia.
Obra Discurso de Promoción (Yuyachkani) Dir. Miguel Rubio. Foto cortesía: Musuk Nolte
La reparación social,
desde esta perspectiva, no puede limitarse a decretos ni a cifras
presupuestarias. Requiere procesos de largo respiro donde la pedagogía teatral
y las prácticas artísticas se articulen como formas de resistencia y de
construcción democrática.
El teatro comunitario,
los rituales colectivos, los desmontajes pedagógicos o las prácticas
performativas en contextos de conflicto no son “actividades secundarias”: son
laboratorios de ciudadanía, espacios donde se ejercita la democracia desde
abajo, donde se ensaya una política de la escucha y de la palabra compartida.
Obra Discurso de Promoción (Yuyachkani) Dir. Miguel Rubio. Foto cortesía: Jorge Ochoa
En conclusión, si la
justicia social se mantiene encerrada en gabinetes y oficinas, siempre será
parcial e insuficiente. Es necesario pensar una justicia cultural que actúe en
paralelo, que no sustituya lo legal pero que lo complemente desde otro lugar.
Y es en ese territorio
donde la pedagogía teatral y el arte escénico dejan de ser periféricos para
situarse en el corazón mismo de la reconstrucción democrática. Reparar es
educar, crear, narrar y resistir.
Y esa tarea, aunque
nunca concluye del todo, es la única que puede devolvernos la posibilidad de un
futuro común y de reconstruir socialmente el continente desde la pedagogía teatral
y crítica.
CR (@mipuntocritico)
Excelente, asesoré tres trabajos de maestria policial, pero fijense los autores de la construcción social, nos señalaban el camino a su vez de las estrategias de control social, segun los paradigmas sociales que la policia tienen segun su misión. ahora bien, esta teoria se relaciona con el teatro social, siempre ha sido así, es mas creo que antes de los años 50, ya el teatro social, tenia su propia teoría, solo que existe un modelo paradigmático, no construcción social como control de la ciudadanía, sino como expresión, como discurso disruptivo de los esquemas burgueses predominantes en el gobierno a la hora de poner en practicas las políticas del estado, por eso aplaudo este artículo, porque somete a la crítica, a quienes con su discurso moderado, ven el teatro social, una tibieza temporal, sin comprometerse a fondo con la humanidad total.
ResponderEliminarExtraordinario! Relevante, contundente y bellamente escrito. Gracias.
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