21.8.25

La reconstrucción social desde la pedagogía teatral, por Carlos Rojas

 

Un punto de vista:

La reconstrucción social

desde la pedagogía teatral

por Carlos Rojas

criticarojas@gmail.com

Especial para Miradas al Escenario

 

Obra Discurso de Promoción (Yuyachkani) Dir. Miguel Rubio. Foto cortesía: Jorge Ochoa

En América Latina, hablar de reparación social implica adentrarse en un terreno plagado de contradicciones. Las políticas oficiales, cuando existen, suelen limitarse a un marco legal o administrativo que pretende “cerrar heridas” con indemnizaciones, programas asistenciales o comisiones de verdad.

Sin embargo, ese enfoque, aun siendo necesario, resulta insuficiente porque reduce la complejidad de la reparación a una transacción técnica o burocrática, cuando lo que está en juego es mucho más profundo: la reconstrucción de la dignidad, la recomposición del tejido comunitario y la reactivación de memorias históricas que han sido negadas o distorsionadas o invisibilizadas.

Las heridas sociales en nuestro continente no son abstractas. Tienen nombre propio: colonización, esclavitud, dictaduras militares, desplazamientos forzados, racismo estructural, violencia de género, desapariciones y genocidios culturales. Cada una de estas violencias ha dejado marcas en los cuerpos, en las lenguas, en las subjetividades y en las formas de relación entre los pueblos.

De ahí que la reparación no pueda reducirse a un expediente judicial o a un pago económico. No se trata sólo de restituir derechos en términos legales, sino de abrir un horizonte de justicia cultural y pedagógica capaz de transformar las condiciones que hicieron posible la opresión.

En este sentido, la pedagogía teatral ofrece una vía imprescindible. Paulo Freire lo advirtió con claridad: la educación nunca es neutra, siempre está situada en una relación de poder. Educar puede ser domesticar o puede ser liberar.

Bajo esta perspectiva, la reparación social pasa necesariamente por procesos educativos que no repitan las lógicas verticales del Estado o del mercado, sino que habiliten la palabra y la acción de las comunidades. Reparar es, antes que nada, devolver a los sujetos históricos la capacidad de narrarse, de decir su verdad, de ocupar un lugar en la historia.

Obra Sin título, técnica mixta (Yuyachkani) Dir. Miguel Rubio. Foto cortesía: Musuk Nolte

Aquí el arte escénico adquiere una relevancia política y pedagógica decisiva. El teatro, la danza, la música y las formas performativas comunitarias no son simples recursos de entretenimiento o conservación patrimonial; son espacios donde la memoria se actualiza, donde lo silenciado encuentra voz y donde la imaginación colectiva ensaya futuros posibles.

Una comunidad que se organiza para crear teatro no está “reviviendo tradición”, sino construyendo un espacio de resistencia frente a la historia. En ese gesto escénico se reconfiguran los vínculos, se reconocen las heridas y se ensaya la posibilidad de una vida común distinta.

Además, el arte posee una potencia particular que el derecho o la política institucional no alcanzan: la capacidad de afectar sensibilidades. El juicio dicta una sentencia, pero no necesariamente transforma la manera en que una comunidad siente, recuerda o se reconoce a sí misma.

Obra Discurso de Promoción (Yuyachkani) Dir. Miguel Rubio. Foto cortesía: Musuk Nolte

Una obra de teatro, en cambio, puede abrir grietas en la percepción, interpelar a públicos diversos y generar una experiencia compartida que moviliza emociones, preguntas y formas de acción. Esta dimensión afectiva de lo artístico es, precisamente, la que lo convierte en un vehículo de reparación más integral.

Cuando comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinas o urbanas producen sus propias prácticas artísticas, lo que está en juego no es la “conservación de tradiciones” en un sentido museográfico, sino la afirmación de una voz que históricamente ha sido silenciada.

Se trata de re-narrar el mundo desde el propio lugar, de transmitir valores y cosmovisiones que han sido negadas por siglos de colonialidad, y de hacerlo en un lenguaje que combina memoria, creación y política. El escenario se convierte entonces en un territorio simbólico de reapropiación y justicia.

Obra Discurso de Promoción (Yuyachkani) Dir. Miguel Rubio. Foto cortesía: Musuk Nolte

La reparación social, desde esta perspectiva, no puede limitarse a decretos ni a cifras presupuestarias. Requiere procesos de largo respiro donde la pedagogía teatral y las prácticas artísticas se articulen como formas de resistencia y de construcción democrática.

El teatro comunitario, los rituales colectivos, los desmontajes pedagógicos o las prácticas performativas en contextos de conflicto no son “actividades secundarias”: son laboratorios de ciudadanía, espacios donde se ejercita la democracia desde abajo, donde se ensaya una política de la escucha y de la palabra compartida.

Obra Discurso de Promoción (Yuyachkani) Dir. Miguel Rubio. Foto cortesía: Jorge Ochoa

En conclusión, si la justicia social se mantiene encerrada en gabinetes y oficinas, siempre será parcial e insuficiente. Es necesario pensar una justicia cultural que actúe en paralelo, que no sustituya lo legal pero que lo complemente desde otro lugar.

Y es en ese territorio donde la pedagogía teatral y el arte escénico dejan de ser periféricos para situarse en el corazón mismo de la reconstrucción democrática. Reparar es educar, crear, narrar y resistir.

Y esa tarea, aunque nunca concluye del todo, es la única que puede devolvernos la posibilidad de un futuro común y de reconstruir socialmente el continente desde la pedagogía teatral y crítica.

CR (@mipuntocritico)

2 comentarios:

  1. Excelente, asesoré tres trabajos de maestria policial, pero fijense los autores de la construcción social, nos señalaban el camino a su vez de las estrategias de control social, segun los paradigmas sociales que la policia tienen segun su misión. ahora bien, esta teoria se relaciona con el teatro social, siempre ha sido así, es mas creo que antes de los años 50, ya el teatro social, tenia su propia teoría, solo que existe un modelo paradigmático, no construcción social como control de la ciudadanía, sino como expresión, como discurso disruptivo de los esquemas burgueses predominantes en el gobierno a la hora de poner en practicas las políticas del estado, por eso aplaudo este artículo, porque somete a la crítica, a quienes con su discurso moderado, ven el teatro social, una tibieza temporal, sin comprometerse a fondo con la humanidad total.

    ResponderEliminar
  2. Extraordinario! Relevante, contundente y bellamente escrito. Gracias.

    ResponderEliminar

Maneras de mirar

Maneras de mirar

Miradas al escenario nace como resultado  del taller de Crítica Teatral organizado por la Compañía Nacional de Teatro de Venezuela durante e...