Cuchito
mío en
su ambivalencia con cinco mujeres
Por: Eduardo J. Bravo G.
El teatro es, sin duda, un espejo de la sociedad, un espacio donde las emociones fluyen y las historias cobran vida. En el corazón de Caracas, donde se entrelazan cultura y pasión, el reciente estreno de Cuchito Mío ha captado la atención de un público ávido de experiencias artísticas. Este artículo explora la obra en el contexto de otras dos producciones que han marcado su presencia en la escena teatral caraqueña: Mamma Mía representada desde el 10 de octubre hasta el 26 del mismo mes de 2025, dirigida por Marianery Amín y Fedra, Ensayo clínico de una pasión, estrenada el 10 de octubre, bajando el telón el día 26 de octubre, con la dirección de Marisol Martínez A través de esta ambivalencia, descubrimos cómo el teatro sigue vivo en la capital venezolana, a pesar de las adversidades.
Bajo la sombra de lugares emblemáticos como la Plaza Morelo, la Universidad Nacional Experimental de las Artes, el Teatro Teresa Carreño, la Sala Rajatabla se respira un ambiente cargado de expectativas. Las conversaciones sobre Mamma Mía y Fedra, Ensayo clínico de una pasión resuenan por doquier, como ecos de una comunidad que busca refugio en el arte. Las opiniones son diversas; mientras algunos se sienten atraídos por el musical alegre y lleno de nostalgia de ABBA, otros optan por la profundidad dramática de Fedra, con su reinterpretación moderna de un mito clásico.
Ambas obras, aunque exitosas en sus respectivos estrenos, parecen compartir una esencia común: la exploración de las pasiones humanas. Así, en medio de este bullicio, surge Cuchito Mío en la Sala Horacio Peterson, como un faro de luz para quienes anhelan una propuesta fresca y autóctona. La crítica y el público han coincidido en que esta obra encarna la vitalidad del teatro en Caracas, ofreciendo una experiencia única que no debe ser pasada por alto.
Lo que resulta fascinante es cómo estas tres obras, a primera vista diferente, encuentran un hilo conductor en sus títulos: Cuchito Mío y Mamma Mía. Este juego de palabras no es casualidad, sino una reflexión sobre la identidad personal y colectiva. La comedia musical Mamma Mía, desde su debut en 1999 ha capturado los corazones de millones de espectadores en todo el mundo, combinando la magia del teatro musical con las inolvidables melodías de ABBA. Este espectáculo no solo es una celebración del amor y la amistad, sino también una reflexión sobre la vida antes del casamiento. En una hermosa isla griega, Sophie se encuentra en medio de los preparativos para su boda soñada; sin embargo, hay un pequeño gran secreto que la joven decidió guardar a su madre Donna que está soltera. Sophie invita a tres de los antiguos amantes de su madre a la boda. Esta es el estratagema que utiliza para descubrir quién de ellos es su padre.
La trama despliega una serie de giros emocionales, donde el ritmo contagioso de las canciones de ABBA acompañan el viaje emocional de sus personajes. Uno de los elementos más cautivadores de Mamma Mía es su capacidad para evocar nostalgia a través de la música. Donde la trama nos presenta en su final un giro inesperado. La otra que va a darnos esa forma dentro de las emociones es Fedra, Ensayo clínico de una pasión. Inspirada por los mitos griegos, presenta a una mujer atrapada entre el amor y la traición. La actriz que le da vida comienza a experimentar una conexión interna con su personaje, llevándola a vivir una pasión que se convierte en un laberinto mental. La transformación de la protagonista nos enseña sobre la ambigüedad de los roles que representamos en la vida y cómo podemos perdernos en ellos. Lo fascinante es que esta dualidad, también refleja el escenario teatral venezolano, donde personajes cargados de emoción enfrentan conflictos que resuenan con las realidades y personajes del país. Con un juego de palabras, imágenes donde se transforman los personajes de la obra, recordándonos aquella obra escrita de León Febres Cordero “Penteo”, el último minotauro, lo cual presenta la misma estructura y abordaje de los personajes de un mito griego. Tal vez es esa forma de los temas recurrentes en el drama venezolano.
Mamma Mía, con su exploración intensa de emociones humanas, nos proporciona una visión única sobre el amor, la locura y el engaño. A través de la figura de Fedra, somos testigos de cómo el arte puede imitar la vida, y viceversa, creando un espacio en el que la lógica y la desesperación coexisten. Esta obra no solo resuena con el espectador en su ámbito personal, sino que también conecta con la narrativa colectiva del drama venezolano, donde los mitos, las pasiones y las tragedias se entrelazan de formas sorprendentes. La historia de Fedra es, en última instancia, un homenaje a todas las voces que luchan por ser escuchadas en un mundo que a menudo prefiere.
Cuchito Mío agrega una capa de complejidad al abordar la ambivalencia de las relaciones humanas. Su trama, rica en matices, invita al espectador a reflexionar sobre sus propias vivencias. Al igual que la moderna Fedra, que remite a conflictos emocionales profundos, Cuchito Mío ofrece una narrativa que conecta con la realidad de muchos, generando un diálogo interno en cada espectador.
La magia del teatro reside en su capacidad para brindar consuelo y esperanza, incluso en momentos de crisis. En un contexto marcadamente complejo como el de Venezuela. No obstante, en este escrito se viene a realizar el estudio de la obra Cuchito Mío, dejando en el imaginario del espectador a que profundicen con las otras dos obras ya mencionadas. La asistencia a funciones como Cuchito Mío no solo representa un acto de resistencia cultural, sino también un testimonio del deseo colectivo de seguir contando historias.
Desde el primer momento en que el telón se levanta, Cuchito Mío cautiva al público no solo con su hilarante libreto, sino también con su inteligente exploración de la psicología detrás de las relaciones humanas. La obra, programada en la Sala Horacio Peterson de la UNEARTE durante seis únicas funciones —los días 17, 18, 19, 24, 25 y 26 de octubre de 2025— combina risas, momentos de introspección y canciones con algunos bailes que invitan a cuestionar cómo el amor puede convertirse en una trampa emocional.Los personajes se enfrentan a situaciones cotidianas, pero cargadas de simbolismo. A través de lo cómico, se abordan las expectativas familiares y el complejo de Edipo en cuatro voces, que son las voces de sus hermanas, revelando cómo estas dinámicas pueden influir en nuestras decisiones y en nuestra búsqueda de la libertad personal. La obra equilibra hábilmente momentos de tensión con instantes de humor, creando una experiencia rica y multifacética.
Bajo la dirección general de Somar Toro, escrita por Cruz Noguera. Con las actuaciones de Miguel Ángel Treccia, Aracelli Prieto, Rebecca Aponte, Maritza Rojas, Citlalli Godoy y Joaquina Ovalles. Con un diseño de escenografía genuina y creación escénica. Lo cual estuvo a cargo de Juan Noguera, Jesús Gracia, Jorge Girón, Kelvin Ojeda, Robert Escorcia. Por otro lado, Omar Blanco y Luis López estuvieron a cargo del diseño de iluminación, montaje y aspectos técnicos. Acompañados de un equipo técnico como Jessie Martínez, Kris Carmona, Frank Piattia, Yanier Torrealba y Luis Rivero.
Cuchito Mío no solo es un despliegue de talento actoral, sino que también es una obra visualmente impactante. El uso de escenografía y vestuario está cuidadosamente diseñado para complementar la narrativa, invitando a los espectadores a sumergirse en un mundo donde el arte se convierte en una extensión de la psicología de sus personajes. Un dispositivo escénico realizado en 2D, mostrándonos una utilería que nos grafica lo moldeable y resquebrajado que somos como seres humanos, pero también como sociedad. Es ese molde que las cuatro mujeres realizan con Cuchito. Pero también vienen a representarnos los cuatro poderes que giran en torno a nuestra sociedad posmoderna.
La estética de la obra proporciona una crítica sutil a las estructuras del poder, explorando cómo estas influyen en las relaciones interpersonales. En este sentido, la obra se convierte en un espejo de la sociedad actual, donde el comunismo y el capitalismo coexisten, y donde la religión a menudo se entrelaza con las relaciones familiares. Este enfoque invita al público a reconsiderar sus propias experiencias y creencias. Una de las preguntas centrales que se plantea en Cuchito Mío es cómo liberarse de las exageradas ataduras amorosas familiares. A menudo, el amor se presenta como un deber, una obligación que pesa sobre los hombros de quienes intentan encontrar su propio camino. La obra plantea una reflexión sobre la necesidad de deshacerse de estas expectativas y buscar una forma de amor más auténtica y menos condicionada.
A través de situaciones que evocan tanto la risa como la pena, los personajes aprenden a navegar las complicadas aguas de sus relaciones, lo que lleva al público a pensar: ¿Es posible amar de manera libre y sin ataduras? ¿Qué significa realmente liberarse de los lazos familiares? Estas interrogantes persisten mucho después de que termina la función, invitando a una conversación profunda entre amigos y familiares.
La vida de Cuchito Mío es un laberinto de emociones, atrapado en un reducido cuarto. Es un viaje traumático que recorre 45 años de vida, dentro de ese complejo edípico, bajo la falda de cuatro mujeres, viviendo la estricta atadura. Cada una, con su propia historia y su propia verdad, representan distintas facetas de la vida, pero también han sido las arquitectas de sus traumas. Ellas han elevado su figura a niveles inimaginables, pero a costa de convertir su existencia en un campo de batalla emocional. La primera, Blanca, la hermana mayor, la que lo cuida y le envía a comprar pastillas, atrapada en su angustiante medicación, le presenta la cruda realidad de la insatisfacción de un amor que pudo ser, pero lo dejó ir aumenta el cada día. La segunda, es Rita la religiosa, cuya fe resuena en cada rincón del hogar, le recuerda constantemente sus propias limitaciones. La tercera hermana es Marga, viene a ser una soñadora amante del comunismo, choca con Cuchito, que anhela libertad. Con unos ideales muy bien marcados, de una alienación considerable de su mundo revolucionario. Ella va a despertar ese espíritu idealista de Cuchito, pero que éste no va soltar sino hasta vencer su miedo. Mientras que la cuarta hermana es Rosa, una liberadora del sexo, su vida la transforma en la mujer que viene generando el cambio tecnológico, que aunque le ha llegado tarde, lo hace suyo y con él vive su mundo de un cibersexo, que la hace explorar un universo a través del internet. Esto hace que despierte en Cuchito curiosidad por el sexo, donde le habla sin tapujo de cómo debe hacerlo y con quien. Le ofrece vislumbrar de una vida desinhibida de sus propias angustias de la vida.
El complejo de Edipo, un concepto tan debatido en la psicología emerge con fuerza en Cuchito Mío. Nuestro protagonista, se siente atrapado; no solo en su cuarto físico, sino en un entramado de relaciones familiares dominadas por sus hermanas. Cada una representa diferentes facetas de la vida y de la lucha interna entre el poder y la sumisión. La figura religiosa, la soñadora comunista, la liberadora del sexo y la angustiosa madre, cada una a su manera, ha contribuido a la dictadura emocional que él debe derribar para encontrar su libertad. Este choque interno no es solo una lucha personal; es un reflejo de los poderes que operan en nuestra sociedad, un microcosmos de las batallas más amplias entre capitalismo y comunismo, religión y libertad, entre atraso y progreso. Pero cada uno desde lo interno del ser.
Este entorno, que se asemeja a una dictadura emocional, se convierte en el telón de fondo de un complejo de Edipo moderno, donde el deseo de romper cadenas se transforma en un acto de rebelión más que en una búsqueda del amor maternal. Pero de un amor materno compartido con cuatro mujeres que lo han criado, moldeado a su antojo. El peso de estas mujeres, que en algún momento debieron ser figuras de apoyo, se transforma en un fardo que Cuchito debe aprender a soltar para poder salir de su encierro.
En este viaje de autodescubrimiento, las mujeres juegan un papel crucial. La religiosa aporta una rigidez moral que constriñe, mientras que la soñadora idealista ofrece visiones de un mundo mejor que parecen inalcanzables. La mujer liberadora del sexo trae consigo una conexión intrigante con la tecnología y el cibersexo, creando un puente entre lo físico y lo virtual, pero también un sentido de aislamiento dentro del hogar. Finalmente, la cuarta mujer, consumida por su angustia, refleja la lucha diaria por la vida misma, dependiente de pastillas y un amor irrealizado.
Cada una de ellas guarda verdades y mentiras que, al entrelazarse, forman una red compleja de frustraciones, esperanzas y miedos. La obra utiliza estos personajes no solo para construir la narrativa de Cuchito, sino también para explorar la estética del arte y la psicología que subyace en nuestras interacciones humanas. En medio de esta tormenta emocional, surge una quinta mujer, la joven sobrina, Joaquina, que aspira a convertirse en psicóloga. Es como la luz en la oscuridad. Ella representa tanto la esperanza como la posibilidad de liberación para Cuchito Mío. Con su visión fresca y su comprensión del mundo, se convierte en su voz de razón, brindándole herramientas para cuestionar el panorama que ha aceptado como su realidad. A través de conversaciones cargadas de sinceridad, la relación entre tío y sobrina florece, permitiendo que Cuchito enfrente sus miedos y comience a desmantelar las paredes que lo han mantenido cautivo durante toda su vida.
Este contraste entre las mujeres que han alimentado sus traumas y la joven que busca liberarlo, plantea una crítica a la estructura de poder que existe, no solo en su hogar, sino también en la sociedad. La obra logra hilar fino, entre el desarrollo personal, las luchas ideológicas y religiosas; convirtiendo la experiencia de Cuchito en un espejo de las luchas contemporáneas entre el capitalismo y el comunismo, entre lo que se espera de nosotros y lo que realmente deseamos ser.
Uno de los aspectos más fascinantes de Cuchito Mío es cómo la obra aborda la evolución del tiempo y la tecnología. Mientras Cuchito narra sus 45 años de vida, desde su trinchera, su pequeño cuarto, el contraste entre el aislamiento que enfrentaba y la nueva realidad conectada del presente se vuelve evidente. Las interacciones entre las mujeres y su relación con la tecnología reflejan una dualidad: por un lado, permite escapar de la rutina y del peso del hogar, y por otro, perpetúa un ciclo de aislamiento emocional. Es ese símbolo muy importante, con poco foco de atención, pero significativo. Cuando comienza la obra y cuando termina. La torta y el número 45. Una vela que él decide no apagar y así no apagar la misma vida que lo consume. En este punto la analepsis interrumpe el relato escénico llevándonos a comprender, por qué no quiere celebrar su cumpleaños. Para posteriormente llevarnos a ese viaje de 45 años, que el dramaturgo resuelve de manera magistral, mostrando las fotos desde su niñez hasta sus últimos hechos. Situación que escénicamente se resuelve con las cuatro mujeres contando cada acontecimiento que Cuchito las ha hecho vivir y llenar de vida para ellas. Mientras la joven Valeria observa todo el acontecimiento. Es su cumpleaños su incidente desencadenante que lo hace ver la vida con otra perspectiva. Luego, nos presenta una prolepsis temporal, social y rítmica de los acontecimientos, lo cual nos muestra ese final, que no es otro que el principio. Es ese hecho de prolepsis rítmica donde los adelantos se integran en el flujo del texto, dado que se va realizando de forma puntual, generando expectación y tensión.
La joven que se prepara para estudiar psicología aparece como una figura de esperanza, simbolizando el cambio generacional y la posibilidad de romper con los patrones destructivos del pasado. A través de su trabajo, ella puede liberar no solo a Cuchito, sino también a sí misma y, por extensión, a todas las mujeres que han llevado ese peso emocional y social.
El clímax emocional de Cuchito Mío se desencadena cuando, finalmente, el protagonista decide enfrentar los fantasmas que lo han atormentado. A medida que comienza a desmantelar su historia familiar, se siente como si rompiera las cadenas que le han atado durante lustros. La estética de la obra, que juega con luces y un escenario moldeable, acompaña este proceso de ruptura y renacimiento. Cada escena es una representación visual de su transformación, creando un paralelismo entre la evolución personal de Cuchito y el arte de la actuación en sí.
Cuchito Mío no solo es una historia de superación, sino también una reflexión sobre las relaciones humanas y la necesidad de entender nuestro pasado para poder abrazar un futuro diferente. En este viaje por la escena, el protagonista encuentra valor, se ríe de su propio sufrimiento y, al final, se convierte en el héroe de su propia historia. Pues, toma su maleta y decide emprender un viaje hacia España en búsqueda de un amor, que no sabe si será correspondido o cierto, pero el empuje de buscarlo lo hace tomar la mayor decisión de su vida.
Finalmente, al concluir esta obra de teatro, el público queda no solo entretenido, sino también invitado a reflexionar sobre su propio papel en la vida de los demás. La historia de Cuchito Mío es un recordatorio de que, aunque nuestras raíces pueden entrelazarse con dolor y confusión, siempre hay espacio para la transformación. A través de la risa y el llanto, la historia nos invita a cuestionar nuestras propias dictaduras emocionales y a buscar nuestra verdad. Al final, cada uno de nosotros puede encontrar su camino desde el encierro hacia la libertad, dejando atrás los fantasmas que nos limitan y abrazando el arte de vivir plenamente. "Cuchito Mío" es más que una simple obra de teatro; es un espejo de las complejidades de la vida moderna y de las relaciones humanas. Invita al espectador a reflexionar sobre los traumas que todos cargamos, la influencia de las figuras maternas y el deseo de liberarnos de ellos. La mezcla de risa y pensamiento crítico que genera es un recordatorio de que, a pesar de las dificultades, siempre hay una oportunidad para transformar el dolor en arte y el sufrimiento en comprensión.
Caracas 03 de noviembre de 2025



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