La Locura de Reverón
Por Ligia Álvarez
Es fundamental
destacar la labor del grupo Cinqueña III, proveniente del estado Barinas. Este
tipo de iniciativas resalta la importancia del teatro comunitario y regional en
la difusión cultural. Su presentación en un espacio central como el Teatro San
Martín demuestra que el esfuerzo de agrupaciones fuera de los circuitos
tradicionales enriquece la escena nacional, llevando propuestas artísticas de
profunda raíz local a un público más amplio. Este esfuerzo representa una
valiosa contribución a la descentralización cultural.
La obra se centra
en la vida del insigne pintor venezolano Armando Reverón, explorando momentos
cruciales, como su reclusión tras ser diagnosticado con demencia.
El director, actor
y autor, Alfredo Ramos, confesó, en un encuentro posterior, que el monólogo fue
creado inicialmente para que durara 15
minutos. Sin embargo, ha venido evolucionando con el tiempo y hoy su puesta en
escena se extiende a casi 60 minutos, demostrando el crecimiento del trabajo.
La escenografía de
dos niveles recrea con acierto los distintos planos de la narración: el lugar
de su encierro, donde mantiene un diálogo con su psiquiatra, y, por otro lado,
el evocador ambiente del Castillete en Macuto.
Resaltan las muñecas humanas en la puesta. Este recurso cobra sentido, si pensamos en que Reverón se dedicó a crear muñecas de tamaño natural. Estas, junto con su Juanita, representaban sus modelos, musas y compañeras en su aislamiento creativo.
El actor principal domina la escena con su versatilidad y profesionalismo, logrando transmitir el tormento interior del artista y su profunda pasión por la pintura. Su interpretación encarna la locura sin caer en la exageración o la caricatura.
La obra aborda el
tema de la locura a través de las extravagancias del pintor, haciendo hincapié
en la delgada línea que separa su genialidad de su demencia. La dramaturgia
permite que el público empatice con el artista y la impar perspectiva del mundo
que tenía.
Los elementos más
significativos de la representación son la excelente interpretación del actor, una
escenografía que nos ubica en El Castillete y la iluminación que remite a
Macuto. En definitiva, esta obra, producto del esfuerzo teatral comunitario en
Barinas, es un magnífico homenaje al pintor venezolano.



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