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23.11.25

Silencio ajeno: Un viaje teatral que trasciende lo temporal, por Eduardo J. Bravo G.

 Silencio ajeno
Un viaje teatral que trasciende lo temporal

 


Por Eduardo J. Bravo G.

El arte del teatro ha evolucionado a lo largo de los años, desafiando las normas y explorando nuevas formas de narrar historias. En este contexto, Silencio ajeno, la obra escrita y dirigida por José Luis León, se presenta como una experiencia teatral innovadora que, en el marco del Festival de Teatro Venezolano 2025, en la sala Rajatabla, los días 20 y 21 de noviembre, captura la atención del público con su fusión de elementos cinematográficos y teatrales. Esta obra invita al espectador a un viaje que va más allá del simple entretenimiento; es una exploración profunda del ser humano, sus temores y la complejidad de las relaciones interpersonales.

En Silencio ajeno, el bar La Frontera se convierte en el escenario de un encuentro crucial entre personajes cuya vida se entrelaza en un tenso juego de avaricia y miedo.  El talentoso elenco incluye a Reinaldo Rivas, como Tulio Barrena; Luis Enrique Torres, como Sebastián; Héctor Mendoza, como Rengifo; William Cuao, como Alberto; Salomón Adames, como Rodolfo; Leonardo Ayala, como Esteban, y Yoel Rodríguez, como Carlos.  Además de la dirección y la dramaturgia, el diseño y concepto escenográfico de la obra están a cargo de José Luis León, la producción general corresponde a Laura Meza Rada, la asistencia de dirección a Alejandro Martínez, el diseño de iluminación a Gerónimo Reyes y el vestuario a Rufino Dorta. Como técnicos figuran Pastor Peña, Víctor Quiñones y Roys Palacios. En esta obra de teatro, el ser humano se presenta como peligroso, con grandes temores que lo pueden llevar a extremos fatales. En escena, los personajes deberán enfrentarse a la avaricia del territorio y su subsiguiente miedo a perderlo todo. Tendrán que afrontar el temor de estar frente a otros que no conocen, otros que no son enemigos, pero tampoco amigos, otros considerados diferentes, intrusos, desconocidos. Los personajes deben enfrentarse a sus propias inseguridades y a la amenaza de un silencio que pesa como un castigo ineludible. Este silencio no es solo la ausencia de sonido, sino un espacio opresivo cargado de odio y miedo, que refuerza la idea de que no siempre conocemos a los que nos rodean.

Una estética que fusiona teatro y cine, dentro del lenguaje narrativo. La propuesta visual de Silencio ajeno es una de sus características más impactantes. Con un diseño escenográfico meticulosamente elaborado por José Luis León, la obra utiliza el lenguaje cinematográfico para crear una experiencia inmersiva. La manipulación del tiempo y el espacio en escena permite al espectador sumergirse en una narrativa que desafía la linealidad típica del teatro tradicional. Cada transición está acompañada de efectos de iluminación cuidadosamente diseñados por Gerónimo Reyes, que establecen un diálogo visual con los actores, creando un ritmo muy particular que resuena en la conciencia del público.

Este viaje nos lleva a descubrirnos, pero también a descubrirse, que va narrando los sucesos que van creando experiencias teatrales en movimiento dentro de la trama. Lo cual permite manipular la percepción del espectador, tocando una fusión narrativa visual con la teatralidad que permite explorar las tensiones entre realidad y ficción, donde lo físico se complementa con los objetos. Con esta forma escénica se crean ritmos y transiciones donde la manipulación del tiempo narrativo en el escenario hace su juego conductor de la trama, rompiendo con linealidad temporal del teatro tradicional. En este sentido la misma iluminación dramática se diseña para darle mayor fuerza a cada proceso transitivo de las escenas, donde los claroscuros y los efectos de luz hablan al ritmo de los personajes, creando atmosferas que enfocan la tensión del público. Buscan crear de manera similar ese ojo de la cámara, pero en este sentido a la inversa, cada ojo del público es un lente. La misma música que se escucha, los sonidos pregrabados y manipulación del audio crean atmosferas inmersivas, añadiendo capas de significado y emoción que trasciende el diálogo teatral. La proyección de los elementos gráficos con los actores en el escenario fusiona el espacio físico con la narrativa visual. Así demuestran el cambio de escenarios, aunque es estático moviliza el tiempo real, donde van superponiendo capas de realidades, evocando hilos narrativos que van construyendo la historia en el espectador.

Además, el uso de proyecciones de imágenes que generan sobra, como si de una pantalla de cine se tratase, el espacio físico en un escenario dinámico, donde diferentes realidades se superponen. Esto no solo enriquece la experiencia estética, sino que también induce al espectador a participar activamente en la construcción de la historia. A medida que se despliegan capas de significado a través de imágenes y sonidos, el público se convierte en un editor involuntario de una narrativa que se presenta de manera fragmentada y compleja.

El fragmento de la realidad, una reflexión sobre la percepción. La dramaturgia de Silencio ajeno no solo se basa en el diálogo, sino que se entrelaza con la observación y la percepción selectiva, llevando al espectador a cuestionar su propia interpretación de los eventos. La obra explora la vigilancia y el sentido de fragmentación que caracteriza a la vida moderna. A través de la mirada de un personaje central observado por una entidad desconocida, se plantea la duda sobre la realidad misma: ¿qué es real y qué es constructo?

Un encuentro en el bar La Frontera cambiará los destinos de propios y extraños. El silencio será el castigo de la conciencia y de las ideas, un silencio que no les pertenece, un silencio obligado, de odio y de miedo.

En este sentido, la misma puesta en escena como la dramaturgia, va generando esos fragmentos de la observación, donde la obra se explora por la vigilancia, la percepción selectiva y la fragmentación de la realidad. Dado que la misma dramaturgia se va construyendo con la narrativa de los hechos, no solo a través del diálogo, sino con lo yuxtapuesto de imágenes en vivo y esto lo presenta la obra con los cicloramas y la iluminación que va a crear momentos dramáticos. En este sentido la historia sigue a un personaje central cuya vida es observada por una entidad desconocida.

Ahora, el mismo diseño del espacio escénico conjuga esta narrativa cinematográfica dentro del teatro, donde los microespacios temporales cuentan el hilo conductor de la obra, como un set de filmación. En este sentido el público no siempre ve toda la acción directa, sino que a menudo debe recurrir a lo que se proyecta detrás de los cicloramas, que hacen de pantalla cinematográfica para seguir la narrativa completa, imitando la experiencia del espectador de cine que sigue la narrativa a través de los planos que el director elige mostrar.

Es en este punto donde nos damos cuenta de la integración de la conducción del tiempo cinematográfico, analepsis y prolepsis con ese concepto de sinalepsis dramática, crea esa experiencia escénica complejas e inmersiva donde va a desafiar la cronología lineal tradicional. Donde la fusión o superposición de diferentes momentos, espacios o líneas narrativas en un mismo instante escénico. Es ese colapso de espacio tiempo entre el pasado, el presente y el futuro, donde la experimentación simultánea de un mismo plano de realidad dramática cuenta su narrativa. Ciertamente es un lugar de narrar los eventos de forma secuencial, la obra busca que el espectador experimente la memoria y la anticipación como procesos mentales simultáneos al presente, tal como ocurre en la mente humana, más que como una narración lineal. Así el público se ve obligado a "editar" o ensamblar la historia en su mente, uniendo los fragmentos temporales presentados de forma no cronológica, de manera similar a cómo se construye la narrativa en el cine de montaje complejo. 

El arte posmoderno se manifiesta aquí no solo en la forma de contar la historia, sino también en cómo esta afecta al espectador. Cada individuo debe hacer frente a su propio silencio ajeno, ese espacio de incertidumbre que todos enfrentamos en nuestra vida cotidiana.

Finalmente, Silencio ajeno es una obra que invita a repensar la experiencia teatral, integrando elementos de cine, espacio y dramaturgia para ofrecer un producto artístico que desafía las nociones convencionales de la representación. Al final de la función, los espectadores no solo han sido testigos de una historia, sino que han participado en la creación de su propia percepción de esta. La obra invita al público que se convierta en un participante activo en la vigilancia del suceso. Donde la propuesta desafía al espectador a construir su propia narrativa a partir de la información fragmentada que ha recibido del escenario físico, pero a su vez de la proyección en el ciclorama fusionando un lenguaje visual y sonoro con la inmediatez del teatro. Esta aproximación permite una dramaturgia que va más allá del realismo, creando una experiencia teatral que es a la vez inmediata, reflejando la complejidad de la experiencia humana del tiempo. En un mundo donde el tiempo parece ser una construcción efímera, esta obra resalta la naturaleza atemporal del arte, desdibujando las líneas entre el pasado, presente y futuro. Es un recordatorio de que, en última instancia, somos editores de nuestras propias experiencias, y la memoria y la anticipación son parte de nuestro recorrido. Así, Silencio ajeno no solo cierra sus cortinas, sino que deja abiertas las puertas a nuevas reflexiones.

 

Caracas 21 de noviembre de 2025

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