con una puesta en escena que conjugó la fuerza del clásico shakespeariano
con una visión contemporánea audaz y conmovedora.
Por Jesús Eduardo Espinoza
La puesta en escena de Macbeth, versión y dirección de Alfredo Peñuela, dejó una huella profunda en los espectadores del Teatro Baralt. Inspirada en la obra clásica de William Shakespeare, esta adaptación contemporánea se presentó como una partitura escénica cuidadosamente elaborada, donde cada elemento literario, visual y sonoro dialogó con inteligencia y sensibilidad.
Peñuela construyó una propuesta innovadora sobre el espacio vacío, en la que el espectador se convirtió en cómplice activo de las transformaciones escénicas. La atmósfera naranja proyectada en la pantalla gigante, junto al telón negro que facilitaba los cambios de vestuario sin abandonar el espacio, generaron una dinámica envolvente. El narrador, como si fuera el propio Shakespeare, guiaba los acontecimientos con una cadencia que conectaba pasado y presente, mientras los personajes entraban y salían con fluidez, algunos vestidos de negro frente al público, en una suerte de ritual escénico.
La música, interpretada en vivo por la pianista Ana Medina que acompañó cada acción con precisión emocional, fue un hilo conductor esencial. Por su parte, las luces, realizadas por José Cabrita, asumieron un rol protagónico, marcando transiciones y estados anímicos con sutileza y fuerza.
En el plano actoral, destacaron figuras de sólida trayectoria como José Luis Montero, quien encarnó a Macbeth con una potencia escénica admirable: su dominio corporal, timbre vocal y ritmo interno dieron vida a un personaje complejo y vibrante. Doris Chávez brilló en sus transformaciones como Hécate la bruja y luego como Lady Macbeth, logrando una actuación conmovedora y profunda. Néstor Parra, en los roles de Banquo y de Macduff, aportó solidez y carácter, complementando con fuerza el conflicto central junto a Montero.
El joven Miguel Ángel Palma sorprendió gratamente como Malcolm, mostrando temple y presencia en escena. Ángel Peña, recién egresado de la Escuela de Teatro Inés Laredo de Maracaibo, asumió con acierto el papel del asesino, revelando potencial y compromiso estrenándose como actor. Romer Urdaneta, con su vasta experiencia, dio vida al Rey Duncan y al narrador, aportando equilibrio y autoridad. Emily de la Rosa, como Lady Macduff y la monja, completó el elenco con delicadeza y entrega.
La obra mantuvo un ritmo sostenido en varias escenas, y algunos personajes lograron destacarse con buenas actuaciones que mantuvieron al público cautivo. La sala llena, los aplausos prolongados y los comentarios positivos al finalizar la función reflejaron el impacto del montaje. La presencia de personalidades vinculadas al teatro regional del Zulia reafirmó la relevancia de esta propuesta en el panorama escénico local.
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