Un viaje escénico al corazón del exilio
Por Eduardo J. Bravo G.
El teatro tiene el poder de transportarnos a
lugares lejanos, tanto en el espacio como en el tiempo. Esta capacidad se ve
reflejada en la reciente producción de Nuestra Señora de las Nubes, de
Arístides Vargas presentada en el marco del Festival de Teatro Venezolano en la
Casa del Artista, sala Doris Wells, los días 20 y 21 de noviembre, generando un
impacto en el público que trastocó sus sentidos. A través de su pulsante
dramaturgia y una estética cautivadora, la obra invita a los espectadores a
embarcarse en un viaje emocional que explora la memoria, el exilio y la
búsqueda de identidad.
Una visión que inspira el trabajo de la puesta
en escena de Milvy Guevara. La directora y actriz Maryaly González, de la
Fundación la Brecha del Estado Monagas, destaca la importancia de la dirección
de Milvy Guevara. Con una puesta en escena que juega con el concepto del
espacio vacío, la obra refleja el propio vacío experimentado por los personajes
exiliados. Esta elección estética no solo crea un ambiente propicio para la
reflexión, sino que también sirve como un poderoso símbolo de la experiencia
del desarraigo. En este marco, cada elemento de la composición escénica está
cuidadosamente diseñado para permitir que los diálogos entre Bruna y Oscar
resalten, convirtiéndose en el vehículo principal para la narrativa.
Esas voces del recuerdo de los personajes Bruna
y Oscar son el corazón y el alma de Nuestra Señora de las Nubes. Ellos,
como exiliados, se encuentran en un limbo temporal, en lugares y momentos vagos
que subrayan su estado de desposesión. A través de sus conversaciones,
comienzan a abrir sus maletas, que actúan como cofres de recuerdos, extrayendo
elementos que dan vida a su pueblo ficticio. Este acto de recordar no solo se
convierte en un ejercicio nostálgico, sino en una forma de resistencia. Cada
anécdota que comparte, cada personaje que evocan, revive un lugar que permanece
vivo en su memoria, a pesar de la distancia y el dolor del exilio.
En el devenir de cada viaje que se presenta a lo largo de la trama,
Bruna y Oscar extraen de sus maletas, como si fueran cofres de recuerdos, los
elementos necesarios para dar vida a las historias de su lugar de origen. Y
esto permite que el pueblo se reinvente cada vez que es recordado, es allí lo
mágico del realismo, que evoca, pero transforma, cargado de anécdotas
tragicómicas y personajes pintorescos. Dado que el mismo exilio y el
desarraigo se encuentran presente en su temática que plantea Arístides Vargas donde
va a explorar la perdida de la identidad, con la dificultad de encontrar un
hogar cuando se está lejos de la patria. Pero también se halla esa memoria como resistencia, pero una
resistencia humana, que desgarra cada momento por cada partida. Entendiendo que
recordar se convierte en un acto de supervivencia y una forma de
mantener vivo el lugar del que fueron expulsados.
Es ese evocar del teatro latinoamericano del realismo
mágico como una alquimia poética. Pues tiene esa característica del realismo
mágico. Elementos fantásticos se entrelazan con la realidad, creando una
atmósfera poética que permite a los espectadores ver más allá de lo tangible.
Las escenas están impregnadas de un aura casi mística, donde los recuerdos se
convierten en experiencias vivas y los fantasmas del pasado se manifiestan en
formas inesperadas. Esta combinación de dramaturgia y estética cautiva al
público, llevándolos a reflexionar sobre la fragilidad de la memoria y la
fuerza del espíritu humano.
Nuestra Señora de las Nubes no es solo una obra sobre el exilio y la pérdida; es
un recordatorio de que la memoria es un refugio en tiempos de incertidumbre. La
narrativa profundamente humana de Bruna y Oscar nos invita a considerar
nuestras propias historias, a explorar cómo la memoria actúa como un pilar
fundamental de nuestra identidad. A través de la representación del vacío y la
resistencia inherente en el recuerdo, esta obra logra conectar con el público
de manera visceral.
En última instancia, la experiencia de Nuestra
Señora de las Nubes nos recuerda que, aunque podamos estar lejos
físicamente de nuestro hogar, siempre tendremos la capacidad de traerlo de
vuelta a la vida a través de la narración. El arte escénico se convierte así en
un faro de esperanza, un espacio donde el pasado y el presente se entrelazan,
permitiéndonos encontrar nuestro lugar en el mundo, aún en medio del
desarraigo.
Caracas
21 de noviembre de 2025
Debe corregir las fotos no son de la puesta en escena de Milvy Guevara en producción de Fundación Labrecha de Monagas.Tambien corregir el nombre de la directora de Nuestra señora de las nubes.No es Melbi es Milvy.Si vas a intentar un análisis de una obra,debes conocer la obra,en este montaje propuesto por Milvy hay escenas generadas por dramaturgia del movimiento que no están en la obra original de Aristides,las principales en el prólogo y en el epilogo y son estas las que generan una poética espacio temporal,que conduce al ritual del desarraigo.Por otro lado,si está presente el llamado realismo mágico,que no es otra cosa que una metáfora para conducir a la catarsis de un pueblo que sufre cada día de su existencia.Y eso se expresó en los comentarios de los espectadores asistentes a la Sala Doris Wells.
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