31.7.25

Una mirada crítica a cuatro escenarios por Carlos Rojas

 Un punto de vista

Una mirada crítica a cuatro escenarios

por Carlos Rojas

criticarojas@gmail.com

Especial para Miradas al Escenario

 

Obra El Lugar del Otro Dir. Johan Velandia. Foto: La Congregación Teatro

En América Latina, donde la historia suele escribirse entre la crisis, la exclusión y la esperanza, el teatro ha sido mucho más que un refugio cultural: ha sido un territorio de resistencia, una herramienta de memoria colectiva, un lugar donde lo poético y lo político se entrelazan sin pedir permiso.

Hoy, más que nunca, la escena teatral del continente latinoamericano encarna una tensión vital: entre la precariedad y la potencia, entre la fragilidad de lo efímero y la necesidad de dejar huella indeleble en el tiempo.

A lo largo de mis años como crítico e investigador teatral, he transitado por muchos escenarios: desde Bogotá, Caracas, Santo Domingo hasta La Habana, donde he sido testigo de cómo el teatro refleja, en cada uno de estos contextos, las complejidades y contradicciones de sus realidades y sus teatralidades.

Cada ciudad, con su singularidad histórica y social, me ha ofrecido una perspectiva única del papel del teatro en la sociedad, y cada una me ha dejado una marca profunda en mi forma de entender y escribir sobre las artes escénicas en la actualidad.

 En esta cartografía teatral diversa y desigual que trato de trazar y que abarca cuatro escenarios, comienzo en la ciudad que hoy habito: Bogotá, una capital teatral que se ha consolidado como uno de los epicentros más vivos, incómodos y fértiles del teatro latinoamericano actual.

Aunque su escena no se organiza en torno a una industria sólida ni a políticas culturales estables, Bogotá vibra desde abajo con una intensidad difícil de ignorar, donde la creatividad y la resistencia se entrelazan con la urgencia de repensar la realidad teatral.

Sin embargo, Bogotá no cuenta con la institucionalidad teatral de ciudades como Buenos Aires, São Paulo, Ciudad de México o Madrid. Lo que sí tiene —y no es menor— es una voluntad crítica persistente, sostenida por creadores, colectivos, gestores, creadores y espectadores que insisten, una y otra vez, en que hacer teatro no es sólo una práctica artística: es una forma de intervenir el presente, de poner el cuerpo frente a la realidad y de ejercer ciudadanía desde la escena.

El teatro bogotano no existe aislado. Forma parte de un tejido latinoamericano que, pese a sus diferencias, comparte desafíos estructurales y pulsiones comunes.

Juliana Cuervos en Donde caerme viva Dir. Costa Palamides Foto: Teatrela (Caracas-Venezuela)

Desde Caracas, Santo Domingo, La Habana hasta Bogotá  

Caracas, por ejemplo, que alguna vez fue motor de puestas en escena y referente continental en materia teatral, hoy enfrenta una cartelera dominada por el teatro político, comedias ligeras, espectáculos de rápida rotación y formatos mediáticos como el microteatro, adaptados a lógicas de consumo inmediato.

En medio de una crisis humanitaria sostenida y el desmantelamiento institucional del país, muchos creadores han sido empujados a una estrategia de supervivencia más que de desarrollo. Aun así, persisten colectivos independientes, directores comprometidos y públicos que se niegan a renunciar a un teatro más profundo, más inquietante. Resisten en un paisaje escénico cada vez más frágil y desalentador.

La crítica y la investigación teatral, por su parte, atraviesan también una profunda crisis. Lejos de consolidarse como espacios de pensamiento plural y ejercicio riguroso, han sido instrumentalizadas por asociaciones de críticos que operan bajo agendas políticas adversas tanto al gobierno como a los procesos escénicos del país.

Esta captura ideológica ha reducido el análisis teatral a un campo de confrontación partidista, debilitando el debate cultural, empobreciendo la reflexión estética y contribuyendo al aislamiento de la escena venezolana en el contexto latinoamericano.

Obra Eulogio Badia Dir. Donis Taveras(Santo Domingo-RD)

Santo Domingo, por su parte, atraviesa una tensión constante entre la seducción del musical al estilo Broadway —a menudo descontextualizado— y la necesidad de crear una dramaturgia verdaderamente dominicana.

Esta búsqueda está ligada a hablar de las contradicciones internas del país: el racismo, las divisiones de clase y las herencias coloniales. Aunque aún queda camino por recorrer, se percibe una generación emergente que desafía lo extranjero y empieza a forjar una voz propia. 

Obra Clowncierto Dir. Ernesto Parra Foto: Teatro Tuyo (La Habana-Cuba)

En la Habana, el teatro continúa siendo un espacio de reflexión crítica y lucidez simbólica. El pasado Festival de Teatro Internacional de La Habana del año 2023, al que asistí como crítico invitado, fue una experiencia reveladora. A pesar de las restricciones económicas e ideológicas que aún atraviesan la isla, el encuentro dejó en claro que Cuba sostiene una escena profunda, poética y políticamente aguda.

Gracias al trabajo del actual Consejo Nacional de las Artes Escénicas, se han consolidado espacios de exhibición, formación y pensamiento que han convertido a las artes escénicas en algo más que un espectáculo de mero entretenimiento: en un lugar de interrogación colectiva y debate cultural agudo.

Frente a estos panoramas diversos, una constante se repite: el teatro latinoamericano está vivo, pero necesita ser cuidado. Su vitalidad no puede depender únicamente del sacrificio de sus artistas. Se requiere compromiso institucional, redes de circulación, políticas públicas sostenidas, plataformas de archivo y crítica seria. Porque lo que no se documenta, se olvida. Y lo que se olvida, deja de existir.

En este sentido, el teatro no debe entenderse como un lujo, sino como un derecho cultural para todos. Un lugar donde se ejercen formas de ciudadanía sensibles, donde el espectador se convierte en testigo, en participante, en cómplice. Ir al teatro hoy —en medio de la hiperconectividad, el consumo exprés y la precariedad— es un acto profundamente humano.

En contextos como el colombiano o el venezolano, atravesados por el desplazamiento forzado y el trauma colectivo, la escena teatral se convierte en un espacio de reparación simbólica, donde lo no dicho encuentra forma y cuerpo.

En Cuba y República Dominicana, el teatro caribeño ha sabido abrir grietas en el discurso oficial, permitiendo que circulen verdades que los medios callan o distorsionan. En todos los casos, lo escénico actúa como un espejo incómodo, un grito necesario, una pregunta que resiste al silencio y exige ser escuchada.

 

Obra Mientras el cielo se esconde Dir. Felipe Álvarez Foto: Radio Escénica de Colombia (Medellín)

Volviendo a la escena teatral colombiana en lo que va de este año 2025, no se define por una estética única ni por nombres importantes. Se configura, más bien, como una cartografía en expansión que transita entre la creación colectiva, el performance, la danza, el drama político, el clown y la experimentación sensorial.

Es una escena capitaleña en la que conviven —con tensiones y fricciones— colectivos históricos como Teatro La Candelaria, Teatro Petra o Umbral Teatro, junto a agrupaciones emergentes como Radio Escénica de Colombia de Medellín, que irrumpen con lenguajes híbridos y provocadores. El teatro en Bogotá no es uniforme ni complaciente: se atreve a incomodar, a intervenir y a decir desde la escena.

En los últimos meses he recorrido más de cincuenta funciones en salas tradicionales, espacios alternativos, casas particulares y festivales universitarios. En cada uno de estos espacios, se percibe una pulsión común: hacer teatro no como entretenimiento decorativo, sino como un acto ético, como una forma de decir algo urgente y de reescribir lo común desde y para la escena.

Se abordan temas como la migración, el racismo estructural, el feminismo, las maternidades, el conflicto armado, los vínculos intergeneracionales o la migración forzada. No como modas temáticas, sino como experiencias escénicas vivenciales. El espectador bogotano ya no es pasivo: aplaude, guarda silencio, cuestiona, regresa. Se reconoce en la escena y se deja transformar.

Y, sin embargo, la vitalidad no basta. Bogotá —como buena parte de América Latina— padece una profunda fragilidad documental. Obras valiosas desaparecen sin dejar rastro. No hay archivo, no hay crítica estable, no hay memoria escrita. En un continente donde lo escénico ha sido históricamente invisibilizado o relegado, este descuido no es menor: es una forma de borrar, sin querer, lo que estamos intentando construir.

¿Qué teatro queremos para el futuro?

Obra Hamlet Dir. Soraya Orta/CIANE Foto: Nicola Rocco

El teatro que queremos para el futuro —y que ya empieza a emerger en estos escenarios— es aquel que se asume como un acto de ciudadanía. Un teatro que no aplaude la complacencia, sino que interpela al espectador. Un teatro que no olvida el pasado, pero que tampoco se conforma con representarlo: lo reescribe. Un teatro que no pide permiso para decir lo que duele, lo que falta, lo que sueña.

No se trata de idealizar ni de condenar. Se trata de mirar con honestidad lo que tenemos, celebrar lo logrado y empujar hacia lo que aún falta. Bogotá —con todas sus carencias— ha demostrado que es posible sostener una escena crítica, diversa y viva. Pero, su continuidad no está asegurada. Depende de cada creador, cada crítico, cada gestor, cada espectador. Y también de las instituciones, públicas y privadas, que decidan apostar, de verdad, por un teatro que piense el mundo.

Como lo demuestra Bogotá con su pluralidad radical, como lo resisten Caracas y La Habana con su teatro hecho desde la dignidad, como lo intenta Santo Domingo con sus nuevas voces emergentes, el teatro latinoamericano no es uniforme ni definitivo. Pero, esa diversidad es su mayor fortaleza.

Entonces, ¿qué teatro queremos para el futuro? Uno que no sólo representa, sino que provoque. Uno que no tenga miedo de equivocarse. Uno que construya memoria y convoque comunidad. Uno que transforme el acto escénico en un ejercicio de presencia ética.

Porque mientras haya una voz que diga, un cuerpo que actúe y un espectador que escuche con el corazón abierto, el teatro latinoamericano seguirá siendo una forma de estar juntos en el mundo. Y eso, en estos tiempos, ya es un acto profundamente revolucionario. Así, de alguna manera, concluyen estas miradas críticas a cuatro escenarios.

CR (@mipuntocritico

30.7.25

Maracay: Doña Flor y sus dos maridos, desde la radio. Por Bartolomé Cavallo.

 Doña Flor y sus dos maridos, desde la radio

Imagen tomada de Instagram

Oí el martes 29 de julio de 2025 una experiencia radial bien interesante, la novela Doña Flor y sus dos maridos (Dona Flor e seus dois maridos) del escritor brasileño Jorge Amado (Bahía 1912 – Salvador 2001), en la emisora Energía 99.9 FM, a cargo del grupo Jera Teatro conducido por Alexander Otaiza.

Floripedes Guimarães, mejor conocida por Doña Flor está casada con Vadinho, (Valdomiro Santos Guimarães), un vagabundo empedernido, borracho, mujeriego y excelente amante. Ella dirige una escuela de cocina y es la perfecta ama de casa. Ambientada en Salvador de Bahía en los años 40 del siglo pasado, lo que nos da ese aíre de ciudades marcadas por la moral y las buenas costumbres. Repentinamente, su marido fallece. Después de tres meses de luto conoce a Teodoro Madureira, un farmaceuta muy tímido, escrupuloso y dedicado a sus negocios.

Con el primer esposo, Flor pasa las mejores noches de su vida. Con su segundo esposo es todo lo contrario, ya que este es más dado a quedarse dormido. De esta manera, la vida sexual de Flor comienza a resquebrajarse. Pero una noche se aparece el fantasma de Vadinho, completamente desnudo, lo que hace que se despierten las pasiones nuevamente: ella, viva y él muerto. El espíritu y la materia.

En este contexto, el grupo de Otaiza dio vida por radio a esta novela escrita en 1966, con un elenco bien balanceado, Víctor Loreto López en calidad de narrador y Teodoro; bien matizado y con las intenciones adecuadas; Lorna Repillosa excelente como doña Flor, con el time justo –claro, ella es músico profesional- buena dicción y mejor sus intenciones, también hizo de otras voces. El resto de los comediantes estuvieron muy bien, Lisjair Flores con voces y efectos de sonido; César Vivas en otras voces y efectos y Héctor Andrade en la musicalización. Los efectos entraron a tiempo, dando las atmósferas necesarias, pero se requiere mayor trabajo con efectos mejor concebidos, como los truenos, por ejemplo, pero que en nada desmejora el producto total.

Pienso, entonces, que experiencias como esta deben de fomentarse y profundizarse abriendo espacios para otras agrupaciones y otros actores y actrices, tomando en consideración que se están formando una camada de nuevos intérpretes, ahora con Unearte y la Escuela de Arte Dramático y personal que se pudiera ir formando. En este sentido, un agradecimiento a la emisora Energía 99.9 FM por entender que el teatro también se puede hacer desde la consola.

Pienso también, que debería cuidarse la producción, grabar y someterla a la limpieza respectiva para evitar algunos baches. Pero esto es fácil de hacer.

Felicito a Jera Teatro y a todos los que se sumaron a esta aventura.


Bartolomé Cavallo. Alumno de Ramón Lameda.

29.7.25

FORMACIÓN. Asomo a una jornada teatral en San Cristóbal, Táchira. Por William Leal

 Asomo a una jornada teatral

Asfalto - Johannel Perales

Por William Leal

“Muchos se angustian porque a sus fotos nadie les da un “Me Gusta”, yo me preocupo porque no sé dónde dormiré esta noche o que voy a comer” expresa el Mendigo de Asfalto”, una de las tres creaciones junto a Ventanilla y Bullying presentadas el viernes 25 de julio en la sala Freddy Pereira de la Escuela Regional de Teatro del estado Táchira (ESRET), en San Cristóbal, como parte de las jornadas de cierre del año escolar 2024-2025.

La sala de la ESRET que honra al artífice de su construcción e igualmente director de la Escuela hasta 2009, el destacado actor y director teatral venezolano, nacido en San Cristóbal, Freddy Pereira (1948-2013), encendió los reflectores a Asfalto monólogo de doce minutos de duración donde el Mendigo, personaje de la obra, reflexiona sobre las maneras como actualmente las redes sociales “crean cadenas” de dependencia en un sinnúmero de personas.

Johannel Perales da vida al personaje que desde su cosmovisión apela al autoexamen de los espectadores acerca del uso, en ocasiones indiscriminado, que dan a las redes sociales. Asfalto contó con la dirección y dramaturgia de Day Bustamante. Day y Johannel integraron el segundo nivel formativo del principal centro de enseñanza teatral en el Táchira. ¡Solo ellas dos!

Ventanilla - Day Bustamante
Llegó el turno de Ventanilla (duración 14 minutos) Day y Johannel intercambiaron roles: actuó Day, con Yolanda Jiménez como actriz invitada, la dirección y dramaturgia correspondió a Johannel. Una joven liceísta va a la playa con unos compañeros siendo abusada sexualmente. Los posteriores señalamientos y burlas en el liceo la conducen al suicidio.

Asfalto y Ventanilla creaciones con escenografías mínimas, temáticas actuales y rol preponderante de la actuación permiten que Johannel Perales y Day Bustamante se manifiesten como dos jóvenes poseedoras de gran talento para la actuación, la dirección teatral y la dramaturgia. Estos trabajos deberían escenificarse nuevamente y no quedar solo como puestas en escena para finalizar el año escolar de la ESRET (lamentablemente suele ocurrir esto).

Bullying mostró a los estudiantes del primer nivel: Eddy Rodríguez, Milagros Nieto, Gimmer Jaimes, José David Bolívar y Marián Duque. Creación colectiva, ambientada en un liceo, con dirección de Iliana Sánchez (docente de la Institución) aborda el acoso escolar o Bullying combinando el teatro con el audiovisual; los baches entre uno y otro formato generan pérdida de ritmo. Estos momentos donde no pasa nada se dan a lo largo de los 30 minutos de la obra con la consiguiente distracción de los espectadores. Comprendamos que para estos chicos y chicas fue su primera experiencia ante un público teatral.

Gravita la incógnita si habrá un segundo nivel para los participantes de Bullying ya que la Escuela Regional de Teatro del estado Táchira carece actualmente de un programa continuo y permanente de formación… ¡Que es necesario!  En septiembre u octubre quizás se sepa.

William Leal S/C, 28/7/2025

28.7.25

HOMENAJE: El Bicentenario olvidado de Zulima, Lina López: la primera dramaturga

El Bicentenario olvidado de Zulima, Lina López: la primera dramaturga

Por Oscar Acosta

Nacida en Caracas el 11 de agosto de 1825, Lina Susana López Pelgrón, hija de Lino López e Isabel Pelgrón,  publicó su obra literaria bajo el seudónimo Zulima. Autora de dos piezas teatrales, tres novelas, dos poemarios y un indeterminado número de artículos de prensa, su producción —pionera y de marcado carácter romántico— es estudiada actualmente por la academia. Poco se conoce de esta venezolana.

Una investigación reciente reveló su vínculo con la ilustre familia Pelgrón, que contó entre sus miembros con varios próceres independentistas. El más destacado fue su tío materno, José María Pelgrón Pardo, abogado del Libertador, quien además participó activamente en la construcción de la República como periodista, legislador y miembro del cabildo caraqueño. Su hermano, Casto Emilio López, fue un consumado actor y dramaturgo destacado en los escenarios venezolanos a mediados del siglo XIX, mientras que su hermana Belén también se dedicó a la actuación, aunque con menor notoriedad.      

Luego de enviudar de Ricardo Manrique a los 28 años, inició una unión extramatrimonial con Martín E. Aramburu, militar de escasa relevancia nacido en Puerto Cabello y residenciado en Caracas. De ambas relaciones procreó 18 hijos, de los cuales solo sobrevivió a su muerte, el 9 de mayo de 1918, Camila Aramburu de Quintero. Terminó sus días en la Casa de Beneficencia de Caracas, refugio para ancianos sin recursos o abandonados, lo que refleja las tristes circunstancias que afrontó en su vejez.

La ausencia del apellido Aramburu en documentos contemporáneos a su vida —contrastando con su aparición en el obituario (El Universal, 11/5/1918) y al acta de defunción eclesiástica— indica que Camila lo añadió para ocultar el origen extramatrimonial de su linaje materno. Esta aseveración cobra mayor peso al examinar el acta bautismal de Martín Eduardo Aramburu, otro hijo de Zulima: inscrito como "hijo esposito [sic] que se educa a la piedad del Comandante Martín J. Aramburu", pese a serle dedicados varios poemas por su madre. El emparejamiento fuera del sacramento del matrimonio, si bien no era extraordinario, se consideraba como una unión irregular de “pecado permanente”, no solo por la iglesia sino también por los círculos sociales acomodados de los cuales provenía la dramaturga; los hijos habidos en tal condición se calificaban como “ilegítimos”.

Su primer texto editado es el drama María o el despotismo, datado en 1885 cuando frisaba las seis décadas de vida; fue escrito dos años antes, a propósito de la llamada Exposición Nacional organizada por el presidente Antonio Guzmán Blanco, con motivo del centenario del natalicio de El Libertador. Esta pieza, que combina prosa y verso, constituye la primera obra teatral publicada en Venezuela por una autora. Aunque muestra una marcada influencia de la tendencia europea decimonónica que prevaleció en los escenarios latinoamericanos —con amores extremos y desenlaces abruptos hoy inverosímiles—, posee el mérito de estar ambientada en Villa de Cura durante la Guerra de Independencia. Esta elección refleja la búsqueda de una literatura que expresara la identidad nacional, preocupación fundamental entre los escritores criollos del siglo XIX.

Un segundo drama de su autoría, titulado La Carta y el remordimiento, también ambientado en la etapa de la Independencia, pero de tema hogareño, fue publicado en 1900; del prólogo y para culminar tomamos las siguientes líneas redactadas por la hoy bicentenaria autora:

No ha sido jamás mi objeto aspirar a lograr, triunfos y aplausos, en la carrera literaria que por placer empecé cultivar a la edad de doce años. Solo he querido darle a mis sentimientos gusto, a mis ideas vuelo; porque de otra manera, agolpados a la par esos dos poderosos componentes del hombre, y restringida bien por las caducas creencias de entonces en mi patria, habría tenido que sufrir, física y moralmente; y apoyada por mis ilustrados padres, dejé correr la pluma, y aún sigo hoy en mi empeño; pues creo que eso solo puede detenerlo la fría mano de la muerte. (…) Humilde por naturaleza, porque creo escaso mi intelecto, me será grato conocer las apreciaciones que pido, no solo para corregir mis defectos, sino también para que mis compañeras las poetisas, que han seguido el camino que en el oscurantismo de entonces me atreví a trillar, se aprovechen de los consejos que pido a los connotados escritores, y puedan sostener la literatura femenina en nuestra patria siempre.

Dejamos a continuación tres enlaces para conocer más su vida y obra.

María o el despotismo https://archive.org/details/maraoeldespotism14318lpez
La carta y el remordimiento 
https://n9.cl/es/r/8vqy4
Más información sobre Lina López 
https://n9.cl/h1o2tr
Ensayo de Mariana Libertad Suárez 
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8708417

El teatro en la narrativa: La Sultana del Ávila es una puesta bioética de la amistad

 La Sultana del Ávila es una puesta bioética de la amistad
 


Texto y foto Alexis Blanco.

Milton Quero Arévalo (Península de Paraguaná, 1959) me envío un ejemplar autografiado de su última novela publicada, La Sultana del Ávila.

Agradecí el detalle y el gesto, leyéndola con parsimonia y espíritu abierto. Logré domeñar los perros prejuicios que me instigaban la falaz idea de encontrarme con un texto demasiado embuído en la cuestión esencialmente teatral, sacro asunto de un hombre de teatro absolutamente entregado a la devoción por su oficio. Un texto teatrófilo y denso, escrito, pensaba entonces, con cerebral rigor de gabinete escénico. Nada que ver. Lo que entonces leí me dejó feliz y reconciliado con estos sendos oficios que nos identifican como colegas. Escritura y actuación. Sendos bosques…

La Sultana del Ávila es una deliciosa secuencia de incidentes provenientes de la memoria afectiva de su autor. Un exquisito gabinete de evocaciones memoriosas y de anécdotas y vivencias vinculadas con su etapa de formación como artista de teatro, esto es, en sus días de joven brillante y talentoso, ávido por comerse al mundo como una arepa “reina pepiada” o tal vez rellena con sesos de res a la vinagreta, tal como lo hacían los falconianos de su adolescencia.

Humana y gentil es esta novela de Milton Quero Arévalo, quien tampoco dejó que su otra pasión intensa, la gran literatura, permeara el lenguaje prístino de su notable texto memorioso.

Javier Medina, alias Hamlet, un muchacho que estudia biología, pero quien sueña con llegar a las grandes ligas del quehacer teatral de su país, arriba desde Falcón a Caracas para concretar su vida. Las peripecias del muchacho provinciano pronto estarán integrándose al grupo de amigos de la Escuela “Porfirio Torres”, en el casco antiguo de Petare, una institución a la que ha dedicado la obra.

He aquí un primer “guiño” literario del autor: los primeros capítulos ya se advierten como un personal y muy bien matizado homenaje a esa fabulosa “novela de aprendizaje”, la genial Piedra de Mar, de Francisco Massiani. Este recurso literario habilitará sentido y paisaje a su novela. Jóvenes haciendo teatro y otros menesteres afines, en la construcción de sí mismos como ciudadanos.

Que Hamlet termine graduado de biólogo bien podría ser una de las claves de Quero, quien asume el teatro como un vastísimo método afectivo de sanación y de salvación. Algo de la bioética y sus principios clave permiten comprender esa red de relaciones entre sus personajes: son autónomos y respetan las decisiones de los otros; son generosos y solidarios entre ellos; cero maleficencia, es decir, no se causan daño entre ellos mismos y son justos y nobles al compartir lo poco que tienen. Sí, bioética desde un ejercicio profundo y casi irracional de la solidaridad como estímulo.

El teatro como pauta de acción bioética, ya no tan solo en campos expeditos como la investigación médica, la atención clínica, la reproducción asistida, la genética, el medio ambiente y la biotecnología, sino en la sencillez rigurosa de la vida compartida por mero amor.

La Sultana del Ávila tiene como escenario el Parque Sebucán, en Caracas, donde transcurre la vida de los miembros de un maravilloso elenco existencial: David, Tonny, Calimero, Chipi, Juan Pablo, Pacheco, Ricardo, Diego, Barrientos, Alejandrina Salazar, memoriosos pequeños seres del parque Miranda, en el Ávila, donde el pico occidental se puede apreciar en toda su grandeza, las faldas del Ávila, el cortafuego y ciertos celajes en lo más alto de la montaña…

“La ciudad era entonces una ráfaga de encantamientos, una Forida furia de sueños inmolados que estiraba su piel para contener todas las historias posibles. Era un albergue de polvo, capaz de contener las variadas tendencias de la humana comedia. ¡Salmodias para la Sultana!, ¡Salmodias para la Sultana…!”.

En la plaza de los museos Hamlet compra Piedra de Mar. Pancho Massiani nos conduce y eleva. Con su idioma, aparentemente hablado, esconde una rigurosa selección de los parlamentos (“hay una gran diferencia entre las palabras que salen por la boca y las que se escriben”, acota Corcho). “Porque lo que el adolescente quiere desesperadamente, es eso: un amor que se parezca a una piedra trabajada por el mar, Pulido, por el fluir astral de la sangre, un amor que nace del tremendo, choque con lo desconocido, con la idea de la muerte, y el vacío que provoca la visión de los espectros cotidianos”.

Milton homenajea ese regodeo de Massiani, pero al mismo tiempo honra a estos habitantes de su propia memoria. La Sultana del Ávila está escrita con el néctar de las vivencias más sencillas.

Un día, en la novela, Javier Medina (con seguridad será vínculo de la familia Medina, la de su obra teatral La vida es un strike out) viaja a Boston, para terminar su formación. La distancia, el desarraigo cultural, la nostalgia y la pasión por las emociones (leit motiv, ésta última, de todo buen teatrista) procrearán un discurso que cerrará una novela bien hermosa, honra de la gran literatura y orgullo del oficio de las otredades y la poiesis. Del mostrarse, honesto. Y con muchos seres para amar, incluida una hija.

Un detalle de béisbol: el jonrón de Carlton Fisk, en la Serie Mundial del 75, 21 de octubre, no le dio el campeonato a los Medias Rojas. Ahí se empató la serie a tres juegos, por lo que, la siguiente noche, The Big Red Machine se tituló campeón.


Fascinante joda es la presencia del poeta maracucho, Helímenas Güerere: “El poema perfecto, debe ser aquel que no signifique nada. Al punto, comenzó a hacer ruidos con la boca: Unjú Riquiti Pun Zass Guácala, Uy, Tros… como una onomatopeya que nada significa, y que, sin embargo, es capaz de expresar mucho ¿me entienden…?”

Escribe, reflexiona, rememora, Hamlet: “Alejandrina también me escribió sobre el festival, pero me habló de las experiencias libres, performance, happenings y neo performance. Alejandrina siempre ha estado a la vanguardia: Experiencia Libre número uno de Pedro Terán, un lienzo blanco para establecer una relación con el espectador. Experiencia libre número seis de Carlos Zerpa la está la criatura, en todo ello pude apreciar la libertad absoluta de la que gozaban mis amigos. De pronto me provocó dejar todo y marcharme de una buena vez, pero el temor a fracasar en mi empeño, me mantenía atado a Boston…”.

Busquen la novela La Sultana del Ávila, de Milton Quero Arévalo. Luego lo comentamos. No se arrepentirá. Y quizás hasta logre evocarse…

 

(Publicado originalmente en Noticia al Día, 28 de julio de 2025)

27.7.25

Ni enemigos ni extranjeros: Teatralidad, belleza y dolor. Por Penélope Hernández

Ni enemigos ni extranjeros: Teatralidad, belleza y dolor 

  

Desde siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos vuelan

huyendo del frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar y

los salmones y las truchas en busca de sus ríos. Ellos viajan miles de leguas,

por los libres caminos del aire y del agua.

   No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano.

   En inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida imposible.

   Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia el poniente.

Eduardo Galeano. Los emigrantes, ahora.

 Por Penélope Hernández 

En el Taller de Crítica Teatral ofrecido durante el Festival Internacional de Teatro Progresista 2025, el profesor Pablo García Gámez nos dijo una frase que no olvido: “¡Criticar con mirada fresca!”. Esa orientación la tenía presente cuando asistí a la función de la obra Ni enemigos ni extranjeros en el Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Rómulo Gallegos (CELARG).

Hoy, cuando escribo esta nota, puedo decir que dicha mirada es la que te invita a un horizonte reflexivo, a apreciar cómo un tejido de hilos coreográficos, poéticos, circenses y teatrales, bajo una atmósfera lírica, te encanta y conmueve para pensar. La mirada fresca no es una técnica; al contrario, es una aptitud compleja y desafiante para alguien que se inicia en la crítica teatral.

Ni enemigos ni extranjeros logra desde el dominio de las rupturas con las unidades de tiempo y espacio presentar diversos cuadros que inician por medio de la sentida exposición y denuncia del personaje Hombre del Sombrero Azul: (...) “¡Cámara de gas, suicidios, torturas, bombas atómicas, Hiroshima, Nagasaki! ¡Un atrofiado ego que angustió a millones y millones de personas... y los llevó hasta el filo de la navaja! Y ahora están aquí, han llegado... aún con el alma cortada, vienen con sus maletas llenas de sueños, con lo estrictamente necesario; arribando a la utopía o la ilusión que les brinda el nuevo continente, donde se encuentra: ´El país de las oportunidades´”.

Los cuerpos y las maletas danzan en el vaivén de la nostalgia y la ilusión. La fuerza interna de cada migrante se percibe a través de lo coreográfico, ese lenguaje que no requiere palabras, pero que comunica y expresa bellamente la acción de huir de guerras y el hambre para alcanzar una vida diferente.

Aunado a lo antes mencionado, se destacan, a través de la acrobacia, los personajes jóvenes de la Migrante Femenina y el Migrante Masculino. La elevación, la precisión, la elegancia y lo retador de las alturas cumple la función de encantar por medio del sentimiento amoroso. Ese que se sintetiza en un abrazo del alma, que envuelve y detiene el tiempo.

Un tiempo que cambia drásticamente con lo grotesco. La aparición del personaje Hombre sin Memoria para invocar la Ley de Enemigos Extranjeros expresa firmemente y, al mismo tiempo, de manera ininteligible temas como el desprecio, irrespeto y la desgracia.

Calamidades que se manifiestan en el Coro. Voces que al unísono exclaman la impotencia de no tener nada. Ni un espacio para morir.

El eco que retumba de los buenos ciudadanos le deja espacio al chillido de ratas que bordean al personaje Cerdo Capitalista. La sátira de la multiplicación de riquezas entre lo sucio, la oscuridad y la desigualdad es un cuadro pilar en la obra. Unos comen desbordados y otros siguen hambrientos.

El tambor y el palpitar de la angustia de los migrantes, tratando de escapar, conecta al espectador con la desesperación y la injusticia.

Pavor que no detiene los sueños ni el clamor, tal como lo canta el Hombre del Sombrero Azul.- “Marchaban dormidos, marchaban descalzos... Avanzaban, cojeando, con los pies bañados en sangre. Todos lisiados, todos cegados, ebrios de fatiga, asfixiados... Sin embargo, seguimos, seguimos sintiendo a la tierra que dejamos allá en el pasado”.

Esta obra no solo es un tejido cargado de lirismo, sino de punzantes llamados a sociólogos, economistas, juristas, comunicadores sociales, entre otros profesionales estudiosos de las causas y consecuencias de la migración. Ni enemigos ni extranjeros debe representarse en plazas, en espacios no convencionales, en la calle, con su estética brechtiana para aquellos ciudadanos que en algún momento saldrán de la oficina y su escritorio, se sensibilicen y reflexionen profundamente sobre los distintos factores que intervienen en estas dolorosas realidades.

Las artes escénicas fomentan la criticidad. Denuncian con la poesía en proscenio problemas del hoy para entenderlos. Solo así se puede ver e interpretar la magnitud de los mismos. De esa manera, no conformarse con el canal de TV “bla, bla, bla, bla, bla, blá”. O resignarnos con sacar el pañuelo para secar las lágrimas por la conmoción que deja la obra. Luego tomar un café al salir de la función, y seguir como si nada estuviese pasando.

Toda esta reflexión es posible gracias al trabajo de los actores, bailarines, acróbatas y músicos de la Compañia Nacional de Teatro, Circo Nacional de Venezuela y Teatro Ceres, en el marco de la producción de la Gran Misión Viva Venezuela. Artistas como Alemi Díaz, Arnaldo Mendoza, Eduvina Soto, Eliné Figueroa, Gerardo Luongo, Gregori Escalona, Irmary Mota, Juvel Vielma, Kleiber Rodríguez, Marcela Lunar, Martín Patric, Miguel Treccia, Rafael Gil, Yendy Vega, Yhannelys Medina y Yohel Ramírez, entre otros. Voces consolidadas y nóveles que ensayaron un texto creado por Somar Toro y Jericó Montilla a partir de obras de Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Vicente Gerbasi y perspectivas de Cruz Noguera.

Felicito el trabajo coreográfico de Heysell Leal. El movimiento y el ritmo reclaman, dejan huella con esas pisadas vertiginosas, con la fuerza de las formas y lo sublime de un giro.

Finalizo expresando mi gratitud con el docente, dramaturgo y actor Somar Toro, por ser fuente primaria para escribir esta nota.

25.7.25

REFLEXIONES. Círculo de Lectura Interactiva, 23 de Julio 2025. Agrupación Teatral Coordinación. San Felipe, Yaracuy. Por Elsy Loyo

 Círculo de Lectura Interactiva .23 de julio. Agrupación Teatral Coordinación. San Felipe, Yaracuy.


 Por Elsy Loyo.

Círculo de Lectura Interactiva. Círculo de aromas, sabores, risas, compartires y complicidades, donde en dos tiempos abre la escogencia de los autores teatrales que nos acompañan e invitan a adentrarnos en sus mundos y también en los nuestros.

Bajo este precepto abrió el encuentro del 23 de julio en una mañana calurosa que anunciaba lluvia. La llegada al espacio presupone un ritual de preparación antes del arribo de todos. Preguntas de rigor: ¿está listo el café?, ¿está todo dispuesto?  Van apareciendo, poco a poco los participantes y de sus manos, insumos para sumar a la degustación: galletas, pan dulce y más café. Se redistribuye el espacio; ya hay algunos sentados y conversando.  Hay risas y algarabía, han venido como quienes acuden a una fiesta, a una celebración. Ya son las 10:15 de esta mañana, todo organizado para empezar. Llegan los más jóvenes: alboroto, saludos, abrazos.

Se inicia formalmente el Circulo. Hoy se incorpora una participante nueva.  Es bonito y emocionante su estar, así lo manifiesta el colectivo y ella también. Se explica la dinámica.  Acto seguido: El Inicio.  Mientras se realiza la escogencia de los autores, van llegando el café y las galletas. Cada uno se reacomoda en su asiento con su libro en la mano. El aire que genera los ventiladores distribuidos en el espacio amainan un poco el calor existente. Toma protagonismo la palabra. Comenzamos.

Dos rondas de lecturas con sus respectivas pausas para la degustación del café y los bocaditos dulces mientras se conversa amena y vívidamente sobre lo leído, resume la dinámica del Círculo.  Dramaturgos y dramaturgas han venido a través de sus obras este día a dialogar, a poner en la palestra temáticas disímiles, tramas y personajes en contextos, épocas, lenguajes y estilos distintos.

Jean Racine, Antón Chéjov, Molière, Vicente Leñero, Fernando Rojas, José Bellido, Carlos José Reyes, Agustín Moreno, Rodolfo Santana, Isaac Chocrón, Carlos Rojas, José Gabriel Núñez, Romano Rodríguez, Oscar Paludi y Lorena Montilla traen esta mañana ante nosotros la muerte, la vejez, la madre, la pasión, el consumismo, la mujer. A los prejuicios indilgados a una época específica pero que aún hoy siguen presentes, al hecho de debatirse en decisiones de profundo encuentro interior que ponen al ser humano al filo del abismo. Al debate de lo que se quiere, con el arte y por el arte, entre el aplauso y la alabanza o el pago por lo que se entrega con ese arte, argumento planteado en una escena de una obra escrita hace tres siglos, con vigencia absoluta en este hoy. Traen también a la supremacía de la humanidad expresada en distintas etapas de la historia donde han tomado la vida de otros creyéndolos inferiores, usándolos, torturándolos hasta llevarlos a la muerte y al exterminio. Temáticas que nos sacudieron y nos pusieron a debatir, pasando por entender el planteamiento del autor en contraposición o concordancia con nuestra propia visión de esas temáticas en lo individual y en el contexto actual en general.

Otro punto importante que arrojó el círculo de este 23 julio tuvo que ver con la sencillez o complejidad del lenguaje, utilizado por los autores, con relación a poder entender la historia con fluidez, lo que es cercano a nosotros o no, lo más antiguo, los modismos de otros países y otras regiones del mismo país del que somos nativos y las traducciones al español.

Lo más interesante de este momento, relacionado al uso del lenguaje, tiene que ver con la reflexión de una de las participantes más jóvenes, quien al leer un fragmento de la Celestina en castellano antiguo acota: “…tuve que hacer tantas pausas porque mi cerebro tenía que decodificar y codificar de nuevo, pues aquí hay palabras que hoy se escriben y se pronuncian separadas y aquí están unidas o al revés: palabras que hoy se escriben y pronuncian juntas y aquí están separadas...”  Más adelante en su intervención dice: ”…Creo que ahora voy a investigar sobre esto…y también en los diversos tiempos en que fue escrita la obra, pues eso me intriga aún más...”  Aupamos el momento para motivar.

Que esa inquietud surgida tenga continuidad. Uno de los objetivos del Círculo es justamente despertar esa curiosidad, generar esa necesidad de hurgar más allá, bien sea en la obra misma, o en el autor, o en la temática o en el lenguaje, o en lo que se mueve dentro de nosotros.

Acaba la mañana. 1:30 de la tarde, el calor se ha hecho más fuerte, las nubes han puesto gris al cielo, comienza a lloviznar, estamos terminando, se extendió la jornada pues las conversaciones tomaron un espacio vívido y emocionante.

Hacemos el cierre con alegría por el encuentro de hoy entre abrazos y sonrisas.  Hay quienes se retiran rápidamente pues están sobre la hora para ocuparse en otras realidades y ya comienza a llover.  Otros se quedan más tiempo conversando sobre lo ocurrido. Alguien pide uno de los libros en préstamo para seguir hurgando la obra. Quien vino hoy por primera vez señala estar ”…encantada y sorprendida por la dinámica aquí vivida…espero poder venir siempre que se haga...” Apostamos a ello.  Nos vemos en el próximo círculo.

Tiempos, de José Gregorio Cabello Patiño. Por PGG

 

Tiempos: cuatro bloques y varias maneras de leer el texto



 
2025 es un año relevante en cuanto a publicación de textos y ensayos teatrales de autores venezolanos.  Como se menciona en anteriores entradas de este blog, durante la FILVEN en Caracas, se presentaron Los cuatro de Copenhague, de Lolimar Suarez Ayala, texto ganador de la Segunda Edición Nacional de Literatura Apacuana 2024; La ciudad como escenario: Vito Modesto Franklin, duque de Rocanegras, de Daniel Enrique Herrera Malaver, ganador de la II Bienal de Literatura 2024 César Rengifo mención ensayo y Teatro del desencanto de Aníbal Grunn.  

Además, en San Felipe, fue presentado por la Fundación Editorial El perro y la rana, el Sistema Editoriales Regionales, la Red Nacional de Escritores de Venezuela y el Gabinete Cultural del estado Yaracuy el libro Jacobo Ramírez: Pionero del teatro yaracuyano. A la lista se agrega Tiempos, de José Gregorio Cabello Patiño, publicado por la editorial El perro y la rana también presentado en la FILVEN y del que recientemente nos llega un ejemplar.
 
José Gregorio Cabello Patiño, el autor de Tiempos es una figura performática conocida en la ciudad.  Constantemente se presenta en teatros, actividades al aire libre y en espacios alternos como actor o narrador oral.  La dedicación a este tipo de actividades le ha brindado herramientas para lograr una sólida interacción con los espectadores y un destacado manejo de la expresividad corporal.
 
Este entrenamiento lo ha orientado a estructurar Tiempos, que se compone de cuatro bloques: Teatro infantil, Teatro adolescente, Teatro adulto y Teatro adulto mayor.  Como afirma Roberto Azuaje en el prólogo: “Muy acertadamente, los editores de esta selección de obras teatrales la han titulado Tiempos, ya que abarca diferentes etapas de su creación intelectual [de Cabello Patiño], y la relaciona con los períodos del ciclo de vida del ser humano: desde la niñez, pasando por la adolescencia y la adultez, hasta llegar al crepúsculo de la existencia” (11).
 
Un elemento característico en varias de las piezas es su porosidad: los textos se convierten en objetos manipulables.  Aquí nos referimos a las posibilidades que ofrece el texto para ser representado de diversas maneras aceptando la improvisación como parte de él, debido a la inclusión del espectador quien forma parte activa del acto escénico.  Ese carácter lúdico es observado sobre todo en Reverón y Bruja, las dos piezas para niños y, hasta cierto, punto en Quiéreme mucho y Espacios de independencia o temprano en la noche.
 
Por otra parte, también el manejo de tiempos superpuestos, el quiebre de la linealidad de la acción lo cual hace que el espectador centre su atención y se concentre en lo que pasa en el momento.  Por otra parte, se recrean diversos momentos de la historia.  Teresa, se construye con pinceladas de finales del siglo XIX y comienzos del XX y forma parte Joropo el manejo de los dineros públicos desde los gobernantes coloniales hasta los años republicanos.
 
Tres piezas del libro tienen una característica particular.  Cabello Patiño en Seccional N° 4 , Quiéreme mucho y Espacios de independencia o temprano en la noche abre las posibilidades del texto por la tensión entre enseñar y aprender.  Además de actores profesionales, las problemáticas son tratadas para brindar voz a miembros de grupos afectados por ellas.  En Seccional N° 4, el texto invita a la población afectada – estudiantes, profesores y padres- a revisar las circunstancias que hacen que los personajes antagónicos actúen de esa manera y provoquen la situación límite.  Las otras dos piezas se desarrollan en la cotidianidad de los adultos mayores, cotidianidad que, en su mayoría, grupos de otras edades no están conscientes.  Los adultos mayores no son seres anulados; al contrario: viven, socializan, buscan divertirse, recuerdan: comparten.  Quiéreme mucho y Espacios de independencia o temprano en la noche tienen como rasgo de permitir jugar, rehacer el texto con experiencias personales.
 
La estructura del libro y las diferentes audiencias a la que está dirigido hacen del libro, una propuesta particular.

24.7.25

REFLEXIONES. Desde el estado Miranda: Eleazar Prowy Jiménez, de Nereo Teatro, sobre sus piezas El corazón delator y Marlon Brando

Foto: @ariselarte

Eleazar Prowy Jiménez, de Nereo Teatro, sobre sus piezas El corazón delator y Marlon Brando

Sentado en una silla de madera, cigarro entre los dedos, una maleta como elemento destacado entre el humo y la oscuridad; el momento de lanzar la colilla al piso, de acuerdo con los ensayos, llegó. Estar completamente concentrado en el personaje hace que sea él, y no el actor, quien recree la acción en una escena que mantiene al público atento. Y es allí, justo en ese momento, en que el ejecutante teatral piensa en la colilla encendida del cigarro y la posibilidad de dañar el muy golpeado piso de madera del escenario, mientras el personaje habla y actúa. ¡Eso no se ensayó!

Mientras el personaje se mueve, habla, actúa, el actor trata de resolver el dilema: mantener la colilla en la mano hasta que por sí sola se apague o soltarla como indica el libreto. Resuelve actuar dentro de la acción, mientras el texto se hace sonido desde la palabra del personaje. Suelta la colilla, previo al siguiente movimiento, y con el pie descalzo la apaga antes de que esta pueda reaccionar de otra forma. No hay daños colaterales. El actor se va, y el personaje ni se entera de lo sucedido.

Ahora es un secreto entre el actor y el sagrado lugar.

Son momentos como ese los que nos hacen, a las y los teatristas, las apasionadas y apasionados que somos por las tablas. No hay dinero, no hay premio que pueda compararse con esa sensación tan indescriptible, tan íntima. Escenario, actor, actriz, luz, público, aplauso; eso somos.

Durante la pandemia del COVID-19, mi alma había entrado en la oscuridad. Así como el mundo sucumbía ante el horror, yo me hundía en el mismo lodo de la desesperación. Buscando la luz, saqué de mi biblioteca un libro de Edgar Allan Poe y allí, por quién sabe qué número de lectura, leí nuevamente El corazón delator.

Decidí inmediatamente crear un personaje que, con este cuento corto de Poe, viniera no a salvarme, sino a reafirmar la locura, lo oscuro, lo dramático de la historia en ese momento. Y empezó un largo camino de creación, de estudio, de debate, de observación permanente, que me llevó a este relato que aquí desarrollo: ¿Cómo el personaje tiene vida propia y hace lo que cree correcto, mientras el actor observa y cuida cada detalle de la actuación en el mismo escenario?

En una de las tantas presentaciones, se me acercó una señora alta, delgada, de cabello blanco, amante de los relatos de Edgar Allan Poe, y me comentó que ella siempre se había imaginado a un fantasma atormentando al hombre que relata el asesinato cometido en Corazón delator, que algo debió impulsarlo a cometer esa agresión contra el viejo con ojo de buitre.

Entonces nació ese personaje oscuro, sin nombre, sin rostro, que lleva a la locura al personaje que me dio la satisfacción de un premio a Mejor Actor en el año 2024, en el 4to Festival de Monólogos No Convencional de Caracas. Es como estar agradecido a la oscuridad por permitirme vivir en ella; pero es que la desesperación no mira la mano que te saca de ella, parafraseando al Libertador Bolívar.

Ya estoy trabajando en otro montaje; por un momento, El corazón delator descansa. Ahora quiero dar la oportunidad a una actriz ultrajada de vengarse de su victimario: Marlon Brando. Un monólogo que estará presente en el 5to Festival de Monólogos No Convencional 2025, un espacio necesario donde podemos mostrarnos artísticamente.

El Grupo Experimental Nereo Teatro, al que tengo el honor de dirigir, se presentará con Marlon Brando el 2 de agosto en Espacio El Galpón y el 3 de agosto 2025 en la Sala Cabrujas.

"El teatro nos recuerda que somos la humanidad. Luego de la oscuridad, el teatro siempre estará."

Eleazar Prowy Jiménez

Director del Grupo Experimental Nereo Teatro

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