Este sábado 12 y domingo 13 de julio de 2025, 4 pm y 3 pm
respectivamente, con mucho esfuerzo se abre nuevamente la Sala A-Teatro,
antigua sede de la Asociación Venezolana de Profesionales del Teatro (AVEPROTE),
con el montaje de la obra: Menguada la Hora de César Rojas, adaptación
del cuento venezolano escrito por Rómulo Gallegos, en 1919, La hora menguada.
La
puesta en escena a cargo del Grupo Teatral Acción y bajo la dirección de Henry Álvarez,
con las actuaciones de Yacmary Martínez como Enriqueta y Denisse López cómo Amelia,
dónde la amargura y la frustración las hará tener una vida llena de amor y de odio
por cada segundo vivido, entre la casa del Calvario y la casa de Chacao. Un
vientre bendito y vientre marchito compartirá la existencia de un hijo nacido
por la traición de una hermana hacia la otra cuando decide tener amoríos con su
cuñado. Cada momento les rasgará el alma, una de la otra: “una luna llena,
bella, blanca y brillante, dónde el todopoderoso puso en ella toda la belleza,
pero por eso no puede dar a luz un hijo, porque la luna llena no puede dar un
hijo, en cambio, ella, fea, destruida, desalineada, sí puede dar un hijo, pero
yo que soy la luna llena…”
Lo abrumador de la soledad, del mismo sentimiento del honor y esa
maternidad que tal vez llega en el momento más esperado. Sin embargo, la
envidia, el odio, la traición y la misma esperanza de existir en un mundo
conflictuado, las coloca en desventaja en una época llena de hipocresía, dónde
la moral y las costumbres sobresalen por los hombros entre las personas.
Las trampas de la vida las hacen vivir de una realidad sicológica
que expone una enseñanza desde adentro, desde lo interno. Cada una busca cómo
defenderse de la otra, pero también busca la condición del hombre y que su
existencia las haga ser más justas. Pero su lógica las enreda con el devenir de
su profunda soledad.
El compartir el amor de un hijo no las dejará vivir en armonía y
cada una vive su propia existencia que le ha presentado el destino, dónde
esperan interminablemente, por su hijo Gustavo Adolfo, que ya nunca regresará,
y entre ese proceso de prolepsia, analepsia y silepsia, se abre una atmósfera,
que va discurriendo la obra entre un pasado muerto, con un presente vivido y el
desacierto de un futuro desgarrador. El tiempo no las ha perdonado, viejas y
arrugadas, aguardan con desesperación la llegada de su hijo que nunca llegará.
Bajo ese mismo resplandor de la luna llena aguardan, llenas de infelicidad y
bajo un silencio que abruma la existencia del ser al hijo que prefirió
marcharse, dejando una carta, dónde cuenta que se había enterado de todo.
El derrumbe del silencio expectante deja colar la amargura, el odio,
la frustración y la espera eterna de estás dos hermanas, que prefirieron vivir
atrapadas dentro de una especie de elipsis temporal, que no las deja perdonarse
una de la otra, cómo un ciclo que puede repetirse por cada cumpleaños cumplido
de Gustavo Adolfo, quedándose en ese ir y venir de este drama de dos mujeres al
principio del siglo XX, con una espera inquietante e interminable.
Eduardo Bravo, Caracas 12 de julio de 2025
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