Pablo García Gámez
Este lunes 7 de julio de 2025, 6:00 pm, en la sala Gonzalo Fragui de la FILVEN en la Galería de Arte Nacional, se presenta el libro Los cuatro de Copenhague, texto ganador de la Segunda Edición Nacional de Literatura Apacuana 2024.
El Copenhague
de Suárez Ayala desconoce el frío: es un
Copenhague inverso a su homónimo danés.
Es un lugar en el que pervive la memoria de arbolitos de plástico, de
fiestas al son de Billo’s, de romances con la voz de Leo Dan de fondo, de encuentros
familiares y de tiempos mejores.
Allí se alojan
cuatro hombres de la tercera edad: Jesús Iván, Giuseppe, Popeye y Mauricio,
además de Vladimir que los cuida y atiende.
A pesar de las diferencias, viven en comunidad sus últimos años en este espacio donde, más que las escasas porciones de comida, los personajes se alimentan de recuerdos e ilusiones.
Uno de los residentes de Copenhague es Jesús Iván al que otro inquilino, Mauricio, llama “García
Márquez”, apodo apropiado más por vivir en un realismo teñido por lo maravilloso
que por ser el autor de 180 cartas a Rosa María. Jesús Iván ve pasar la vida anclado a una
historia detenida 38 años y que se resuelve en la pieza. Por su parte, Mauricio es el opuesto de
“García Márquez”: pragmático, emprendedor y tiene un desencuentro con el mundo religioso,
pero manteniendo su espiritualidad. De
joven entra en el mundo del hampa, queda cojo y marcado como criminal: Copenhague
es el único lugar donde es aceptado.
Popeye ex
marino, vivió recorriendo mares y océanos para encallar en este espacio que llena
con hipérboles y aventuras, con historias que se inician una lejana mañana cuando comenta a su madre la decisión de ser marinero y la promesa de
llevarle un atún gigante. Popeye está
atento en las comidas para apropiarse de los platos que otros dejan; discute
constantemente con Giuseppe por no devolver a éste último la vieja máquina de
afeitar ni el borocanfor. Por su parte, Giuseppe
ve a Copenhague como el puerto de arribo donde echa raíces y el lugar de las esperanzas.
Los
cuatro de Copenhague
está cargado de imágenes, texturas, colores y metáforas; de tormentas marinas y
redes de pescar; de papagayos o petacas, llevadas por el viento y de la casa
como espacio poético; de playas y desiertos; de noches y plantas otrora hermosas
y ahora secas; de cartas que se escriben y no se envían. Por ahí, de fondo, aparecen la
lotería y las carreras de caballo y de cómo se juega con el tiempo que es
vencido por los ancianos. Ejemplo de este alucinante repertorio de imágenes es la sopa que preparaba cada una de las madres es una seña de origen, de formas de
ver el mundo por lo que Mauricio crea “la filosofía de la sopa”.
El texto
trae varios puntos de reflexión. El
primero es la casa en estado de abandono con sus inquilinos; Suárez Ayala propone
en ese espacio de convivencia la aceptación del otro con sus diferencias. En contraste al consenso de la casa está
Belkis, personaje referencial quien descubre que su suegra, la madre de
Mauricio, practica una religión diferente, razón para despreciarla: Belkis teme a la diferencia.
Frase que
resuena en el texto es: “la
salida no está en dormirse, está en soñar” y la variante “¡Es mejor soñar que
morirse!” donde soñar tiene el valor de imaginar, de accionar, de atreverse, de
hacer lo posible para alcanzar los objetivos mientras que dormir y morir se
entiende como abandonarse, rendirse, cruzarse de brazos, rechazar lo
desconocido.
Por último,
en Los cuatro de Copenhague, tiene voz un grupo de personas marginadas
por la edad, forma de segregación común en un contexto donde se asume que los
ciudadanos mayores poco aportan e incluso son una carga.
Además del contenido
y sus imágenes, Los cuatro de Copenhague marca una pauta en la
Bienal Nacional de Literatura: por primera vez una mujer -y zuliana- recibe el Premio
Apacuana.
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