19.7.25

PERFIL. Desde Barranquilla, reflexiones del dramaturgo zuliano José Luis Angarita Ávila

José Luis Angarita Ávila reflexiona sobre su dramaturgia desde la distancia


“De lejos, dicen que se ve más claro” (*1)

Esta frase que titula el texto la escuché siempre en una canción de Serrat. También la canté y repetí, pero no la entendí hasta estar verdaderamente lejos, aunque eso de “estar lejos” sea relativo.

En mi caso, que es el único que he vivido en carne propia, ese “lejos” es la distancia que tengo con la patria, la familia, los amigos; con lo que fui. Ahora, desde este trecho recorrido, puedo ver y hasta oler cosas que antes, gracias a la cotidianidad o a su cercanía, no las sabía extraordinarias.

El distanciamiento no solo tiene que ver con kilómetros y kilómetros de paisajes y pueblos y sus gentes que viven una vida igual, pero diferente a la de uno; sino también con la memoria que ataca repentinamente con recuerdos que antes no teníamos de cosas que no pensamos nunca en extrañar.

“Dicen que la distancia es el olvido…” (*2)

Algo curioso es que he empezado a recordar personas y situaciones que veo teatrales y, ni corto ni perezoso, para decir una frase nueva, he empezado a poner en el famoso papel que aguanta todo.

En el tiempo transcurrido entre 2019 y el día de hoy, he logrado corregir, empezar y terminar unas seis obras de teatro, cuatro de las cuales con tema o ubicación en Maracaibo.

Cada una de ellas, a su manera o estilo e incluso con temas diferentes, tienen entretejida la nostalgia por la distante tierra, por situaciones y personajes que ya no existen, sino brevemente en las palabras, cuando se escriben o se leen, y ojalá cuando se representen.

Es así como han surgido Cabello de Ángel (con una mención en el Concurso de Dramaturgia de la Escuela de Teatro Juana Sujo, en Caracas, en 2019); su continuación, Dios y el diablo en la tierra del sol amada; Las Comadres, Los últimos días de Pompeya Pérez y la más reciente Radiodifusora Corazón, ondas que laten al ritmo del amor.

Todo esto lo comento porque ha sido la distancia, la melancolía que ella trae, lo que me llevó a volcar en palabras, personajes y situaciones, durante ese estado de ánimo que queda en el alma cuando se vive lejos, después que las ocupaciones por la supervivencia han cesado en el día.

“The Long and Winding Road…” (*3)

Poco a poco, una página a la vez, escribimos los recuerdos de manera cifrada. Todo es ficción y los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes. Las situaciones referidas también son ficticias, pero es una de las sinuosas formas que tiene la creatividad para que podamos narrar algo que llevamos dentro y que a veces, pesa un poco.

Si por esas cosas de la vida alguien que escribe, o quiere hacerlo, llega a leer estas notas, espero que entienda que en alguna parte (o en el conjunto) lo estoy invitando a que escriba. Que no pare, que arranque de una vez; que no piense que no lo van a leer. Alguien lo hará tarde o temprano.

Escribir es como lanzar una botella al mar con un mensaje dentro destinado a “noséquién”. Con los vaivenes marinos, algún día recalará en una playa remota (contaminada o no), y será leído. No hay que perder la fe. En el fondo quienes escribimos esperamos que ese milagro nos ocurra, siempre, más temprano que tarde.

“Entren que caben cien…” (*4)

Mis trabajos tienen muchos personajes porque no podía dejarlos fuera de mis recuerdos ni de la obra. Entran y salen de escena, cambian la dirección de la acción, o la reconfirman; aparecen sorpresivamente. Son como instantes de la vida real que uno escribe con la esperanza de verlos un día, de cuerpo presente, sobre las tablas.

Los nombres de los personajes me los robé de gente que oí mencionar alguna vez, o que conocí o que simplemente se me quedaron atravesados en la memoria. Sus nombres son campanadas, gritos, susurros, algunos son canciones enteras en una única palabra. Son tan comunes y corrientes, en su mayoría, que se hacen extraordinarios al ser nombrados.

Toda esa gente de mis obras vive en un barrio que no existe ni tiene nombre, pero que es igualito a muchos otros barrios de mi ciudad y de la ciudad donde vivo, la que me acoge de buena gana sin ser su hijo.

Salvando las distancias, las ciudades, las casas donde transcurre la acción, son como la creación del Doctor Frankenstein: un todo formado por muchas partes de distinto origen, pero que terminan funcionando a efectos del relato teatral.

“Los caminos de la vida no son como yo esperaba…” (*5)

Siempre quise recorrer algunos caminos del mundo, pero me ha tocado hacerlo de forma diferente a como pensé. Eso no ha frenado las ganas, simplemente ha hecho diferente mi proceso.

Bien sea por melancolía o por conocer mejor de mis costumbres como miembro de una comunidad (en mi caso Maracaibo), he construido - o eso creo – una propuesta con situaciones poco comunes que me ha tocado hacer creíbles en lo posible.

Imaginen la situación de asistir a la caída de un ángel en el patio de una casa del centro de Maracaibo, y todo lo que hay que hacer para mantener la atención hasta el final.

O la ocurrencia de una prostituta, que se levanta pensando que morirá ese día, y que debe escribir un decálogo sobre la putería, dirigido a quienes se inician en el negocio, antes de que le llegue la pelona.

A veces pienso que esas, y otras ocurrencias, no habrían sido las mismas sino viviera en el extranjero, repartiendo mi tiempo entre todas las cosas que le toca hacer a un emigrante.

La mía es una vocación tardía que se manifestó despacio, pero que se desató en estos tiempos de mi vida. No me quejo. Acepto las ideas que se me ocurren. Cuando no puedo escribirlas inmediatamente, hago anotaciones, elijo nombres, hago bocetos de obra y contenidos, empiezo a creer que es creíble y posible la historia. Cuando llego a ese momento, sé que puedo empezar. Me organizo y de dos o tres páginas por sentada, la desarrollo y termino.

Cuando eso sucede es posible que me regale un café, en silencio, sin compañía, repensando la obra que sigue siendo tan extranjera como yo, aunque ella haya nacido en Barranquilla, Colombia, esta ciudad de sol y brisas, donde vivo.

José Luis Angarita Ávila.

 

Referencias:

*1 Tomado de “Soneto a Mamá” de Joan Manuel Serrat, español.

*2 Tomado de “La Barca” de Roberto Cantoral, mexicano.

*3 Tomado de “The Long and Winding Road” de Lennon-McCartney, ingleses.

*4 Tomado de “Timbalero¨ de Tite Curet Alonso, puertorriqueño.

*5 Tomado de “Los caminos de la vida” de Omar Geles, colombiano.

6 comentarios:

  1. Me encanta el optimismo con el que haces tu relato, también esa invitación a escribir que nos haces a tus lectores. También siento un poco de nostalgia, que ese café te lo toméis solo, espero que nos podamos ver y tomar el café, y si yo no he escrito nada para ese momento, hablaremos de tus escritos, que son excelentes.
    Un abrazo fuerte

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    1. Estimado Rafael:
      Gracias por tus comentarios y el piropo sobre mis textos. Es un gusto encontrarte por aquí. Espero que sigamos viéndonos por lo menos en este blog que ha resultado excelente para quienes tenemos el teatro como una pasión.
      Atrévete a escribir... que es lo peor que puede pasar? Como fuere, estamos destinados a hacerlo. Anda, envíame algo.
      José Luis Angarita.

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  2. Si mi nombre no aparece por ahi en algun relato tuyo, habré sido la presencia en silencio desde donde uno es, y si decides en cambio mencionarme, con esas letras que combinadas me recuerdan, píntame del azul que oscila entre el dia y la noche, con nubes blancas que van y vienen.

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    1. De azul te recuerdo, no tengo que pintarte ni ponerte otro color. Gracias Nelcy Patricia por tu comentario, siempre lindo, siempre poético. Y quien quita que te renombre por allí, entre la gente que uno se inventa para contar historias.
      Un abrazo.
      José Luis Angarita.

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  3. Te felicito, José Luis. Me parece un escrito sensato, maduro y reflexivo; con ese toque de sabiduría que solo pueden dar el tiempo y la distancia. Al leerlo sentí el mismo aroma a nostalgia y a recuerdos que se siente al leer otros autores que han tenido que pasar por el exilio, forzado o no. La descripción que le das al proceso creativo de tus obras, desde lejos, no solo es comprensible sino coherente: hubiera sido muy difícil llegar a ese nivel de concreción estando acá. El entorno te rodea y te condiciona, pero cuando ese entorno se convierte en recuerdos lejanos suele suceder lo que tú bien señalas: “De lejos se ve más claro”. Al leerte siento que la distancia difícilmente será el olvido, porque hay muchas vivencias por recordar, sentir, y convertir en historias dignas de ser contadas. Un abrazo. P.S.: Te escribe Ricardo Rubio desde una cuenta de respaldo; Google no me deja comentar acá con mi cuenta principal.

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  4. Gracias tocayo Pepe Trueno... Ja ja ja .
    No sabía de ese seudónimo, está bueno.
    Gracias por tus observaciones y comentarios. No dudo que la visión que tengo desde la distancia es semejante a la de otras muchas personas que pasan por lo mismo.
    Mientras tanto aprovechemos que sigan llegando personajes y recuerdos...
    Gracias.

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